Cuestión de voluntad

“Sin almacenamiento no habrá transición energética”. Es la frase que encabeza una de las entrevistas que incluye esta edición y es la frase que preside el sector desde hace ya demasiados meses. El año pasado por estas fechas publicamos un reportaje que hacía alusión precisamente a esa idea: Sin balón no hay partido. Y así es. Las renovables no son suficientes, porque están atadas al dictado de la madre naturaleza. Y por mucha potencia solar fotovoltaica que instalemos, lo que está claro es que, al caer la noche, nos quedamos a oscuras. Desde la noche de los tiempos. Desde entonces y hasta ahora. Porque, de momento al menos, no hay agua y viento suficientes como para asegurar el suministro a medianoche, o a las tres de la madrugada, o a las siete del despertar.

Las soluciones están. Pero hay que implementarlas. Se llaman bombeo, termosolar, baterías, agregación de la demanda. Son todas ellas viables técnicamente y viables también económicamente. Como fue viable acabar con una pandemia (lo que tuvo un coste) o superar una crisis energética (la del gas y la excepción ibérica). Pero hace falta voluntad política. Una voluntad que debe estar guiada por la sensatez, desde luego, por la mesura, sin duda, pero también por la urgencia, la que exige la lucha contra el cambio climático. Sí, hay que instalar renovables que produzcan energía por el día y hay que implementar soluciones que aseguren el suministro de energía limpia durante la noche.

No podemos seguir al albur del gas y la nuclear para iluminar las horas de luna, porque esas fuentes de energía -el gas y la nuclear- son lastre. Económico y ambiental. Y en materia de seguridad (léase Zaporiyia o Gazprom). No, no podemos seguir al albur de los dictados (dictadura) de un grifo cuyo manejo no controlamos. La pandemia nos enseñó lo que significa la soberanía energética, lo que significa depender de un productor de gas que no atiende a razones o de un fabricante de paneles solares (o de mascarillas) de allende los mares. La Unión Europea ha aprendido y está dando pasos en pos de ella, de la soberanía energética, que pasa indefectiblemente por el almacenamiento.

El sector sabe lo que hay que hacer. Hay que impulsar el bombeo, que es almacenamiento estacional. Pero hay que hacerlo ya. Con medidas regulatorias, para empezar. La tramitación de los bombeos debe ser prioridad absoluta. Y el establecimiento de incentivos económicos claros y estables en el tiempo, también. Hay que impulsar la termosolar, que es la solar nocturna, porque es capaz de generar por la noche con el calor que ha acumulado en sus tanques de sales térmicas durante el día. La termosolar, que es capaz de generar las 24 horas del día (hito que alcanzó por primera vez allá por el año 2011) debe ser incentivada, lo que pasa, para empezar, por la convocatoria inmediata de subastas bien diseñadas.

Y hay que incentivar el Planeta Batería. Desde las baterías de andar por casa a las industriales o la agregación de la demanda. En Alemania hay operadores que ya permiten que agregadores de demanda sumen baterías para participar en regulación primaria. Una comercializadora por ejemplo controla a través de una Virtual Power Plant miles de baterías domésticas y distribuidas que pueden interactuar en el sistema como una sola cuando hay escasez de generación o exceso de producción versus consumo. Por ejemplo, cargas baterías cuando hay más producción que demanda (a mediodía, por ejemplo, cuando toda la fotovoltaica genera a toda mecha) y luego descargas a demanda. Es viable. Ahora hace falta la voluntad. Política.

Las ventajas son sin fin. Para empezar, evitamos desenchufar placas solares cuando hay mucha generación y poca demanda (un fin de semana a mediodía, por ejemplo). Para acabar, evitamos precios cero o negativos, que desincentivan a los inversores.