Si recurrimos a las matemáticas, el balance es indudablemente positivo. No tenemos, obviamente, todavía los números totales, pero todo indica que en suelo cerraremos el año con una cantidad cercana a los 3.000 MW y el crecimiento del autoconsumo volverá a tasas precovid superiores al 90%, lo que nos llevaría a un nuevo año récord con más de 1 GW instalado. Tendremos que esperar a enero para comprobar si estos números son reales.
Uno de los aspectos más positivos de estos resultados es que se han alcanzado sin necesidad de ningún programa público de apoyo o subasta. Este hecho nos hacía pensar a muchos que nuestro sector estaba ya vacunado ante posibles riesgos regulatorios, al acudir sus plantas en suelo directamente a mercado o llevar a cabo contratos bilaterales, incluidos los cambios de Gobierno. Sin embargo, las turbulencias relacionadas con el imprevisto alza de los precios eléctricos nos han venido a recordar, igual que a los césares se les recordaba en sus triunfos que eran mortales, que somos un sector regulado y por tanto el riesgo regulatorio es inherente a nuestra actividad.
Un elemento en el cual se ha apreciado este riesgo regulatorio es en la velocidad, o más bien lentitud, de los procesos administrativos. Hemos adoptado, con el beneplácito del sector, un sistema de plazos para el mantenimiento de los puntos de conexión concedidos. Y la paradoja es que en muchos casos quien no ha respetado los plazos no han sido los promotores sino la propia administración, que necesita unos tiempos largos para reforzarse y poder resolver de forma adecuada los expedientes. Esto nos ha llevado a una situación en la cual a pocos meses de que caduquen la mayor parte de los permisos apenas un 15% tienen expectativas claras de conseguirlo. Se necesita una modificación de la regulación que, respetando el hecho de que el promotor que no ha cumplido sus deberes pierda su concesión, se garantice que aquellos que sí lo han hecho puedan ver analizados sus expedientes.
Otro de los hechos más notables de este año ha sido el crecimiento de los movimientos “neonegacionistas” de oposición a la instalación de plantas en suelo. Pero este hecho ha motivado un aspecto positivo de cambio cultural en la forma de promocionar plantas para muchas empresas. En muchas de ellas se están creando nuevos departamentos que ahora se ocupan de mejorar tanto en la biodiversidad como en el entorno social. Quien no se apunte a este cambio de cultura innegablemente terminará quedando fuera del mercado. Hecho remarcado por las nuevas condiciones establecidas para la solicitud de puntos de conexión.
Desde UNEF estamos colaborando en este cambio cultural a través de nuestros Certificado de Excelencia para la Sostenibilidad y la Conservación de las plantas fotovoltaicas, la contratación de estudios para establecer el impacto real de las instalaciones, guías para facilitar el trabajo y, recientemente, intentando intermediar entre poblaciones locales y ayuntamientos en las zonas más conflictivas.
En el autoconsumo nos hemos llevado la grata sorpresa del anuncio del establecimiento de un programa de subvenciones de hasta 900 millones de euros que si se lleva a cabo adecuadamente puede suponer la realización en los próximos años de más de 100.000 proyectos y una potencia que oscilará entre los 3 y los 3,5 GW. El éxito del programa va a depender de la ágil y adecuada gestión que lleven a cabo las Comunidades Autónomas.
Otro paso adelante es la Hoja de Ruta del Autoconsumo con unas perspectivas, que consideramos realistas, de alcanzar entre 8 y 14 GW en 2030.
También desde UNEF hemos avanzado en conseguir que la mayor parte de las CCAA hayan eliminado ya el requisito de la licencia de obras, seguimos apoyando la generación de nuevos mercados y hemos establecido un Sello de Calidad de instaladores para dar garantía a los clientes.
Un año de germen de un sector renovado y con nuevas oportunidades para quienes sepan adaptarse a los nuevos tiempos.