Hace un mes dábamos a conocer, a partir de un estudio de la Agencia Internacional de la Energía (Advanced biofuels. Potential for cost reduction), que solo están en operación en todo el mundo cinco plantas de etanol celulósico. E incluso una de las que aparece como tal, la de Crecentino, en Italia, está más bien en un período de relanzamiento.
Esta fue una de las plantas presentadas en su día como más avanzada. Contaba con el apoyo de empresas como Mossi & Ghisolfi, el fondo de inversión estadounidense Texas Pacific Group y la compañía biotecnológica Novozymes. En 2017 quebró la empresa que formaron (Beta Renewables) y su actual propietaria, Ente Nazionale Idrocarburi de Italia, anuncia que “se están llevando a cabo reformas para reiniciar la planta en la primera mitad de 2020”.
La rentabilidad en el proceso de transformación del material celulósico de residuos herbáceos y de madera en azúcares fermentables para producir etanol sigue siendo uno de los cuellos de botella. De ahí que no se ceje en el empeño de investigar procesos lo más eficientes posibles, sobre todo a partir del hallazgo de enzimas que facilitan esa transformación.
Analizando microbios entre la caca del panda
El último paso lo ha dado la Universidad de Aarhus. Forma parte de un proyecto que comienza oficialmente el 1 de abril y cuyo objetivo es “producir bioetanol a través de procesos completamente naturales”. Para ello se han fijado sobre todo en los intestinos de los pandas y las babosas en busca de enzimas y microorganismos especiales especializados en la descomposición de la materia lignocelulósica.
"Entre otras cosas, hemos recolectado una gran cantidad de caca de panda e incubamos las bacterias en el laboratorio. Luego alimentamos con bambú a unas colonias bacterianas y descubrimos que pueden descomponer rápidamente la biomasa lignocelulósica en etanol, lactato e hidrógeno". afirma Alberto Scoma, director del grupo de investigación de Sistemas Microbianos de Ingeniería en la universidad danesa.
Según recuerdan en la nota de prensa de la Universidad de Aarhus, hasta el 99 por ciento de la dieta de un panda es bambú y. según Scoma, “el cultivo microbiano que se desarrolla en el intestino es único", "Si un panda se alimenta con biomasa lignocelulósica con un tiempo de digestión de solo doce horas –añade–, su sistema digestivo debe ser realmente bueno para descomponer el material”.
Babosas portuguesas y hormigas cortadoras de hojas
En el estudio realizado hasta el momento confirman que los microbios en el intestino reciben una gran cantidad de lignocelulosa y deben procesarla muy rápidamente, por lo que el investigador piensa que “podemos hacer algo útil con ellos y estamos tratando de entender el proceso al detalle, para poder repetirlo en el laboratorio y, con suerte, usarlo en la industria en el futuro "
Otros de los investigadores, Hans Joachim Offenberg, afirma que “las babosas portuguesas (Arion lusitanicus) y una especie de hormiga cortadora de hojas (Atta cephalotes) también fueron elecciones obvias para el proyecto, ya que ambas se alimentan de biomasa similar. Las babosas, como los pandas, se la comen directamente, mientras que las hormigas usan hongos para descomponer la biomasa".
Desde 2009 buscando enzimas “milagrosas”
La búsqueda de enzimas que aceleren y rentabilicen la conversión de celulosa en etanol viene de lejos. En 2011 científicos de las universidades de Florida y Purdue (Indiana), ambas en Estados Unidos, estudiaron el intestino de las termitas para dar con las claves que permitieran replicar enzimas en el laboratorio con ese objetivo.
Dos años antes, un proyecto denominado NEMO (Nuevas enzimas y microorganismos de altas prestaciones para la conversión de biomasa lignocelulósica en bioetanol) reunió a universidades, institutos de investigación y empresas de nueve países europeos en torno al estudio de cepas de levadura capaces de convertir los azúcares en etanol de forma rápida y eficaz.
La investigación no ha parado desde entonces, y el año pasado fue un grupo de investigadores de la Universidad de Campinas (Unicamp) y del Laboratorio Nacional de Biorrenovables (LNBR), ambos de Brasil, quienes descubrieron un hongo de la Amazonia que produce una enzima “con potencial para erigirse como la más importante en un cóctel enzimático”, vía modificación genética. Lo mismo: para acelerar la descomposición de la biomasa de residuos agrícolas y producir etanol.