El informe de IEA Bioenergy (Advanced biofuels. Potential for cost reduction) aporta varias claves para conseguir relanzar la industria de los biocarburantes avanzados, pero, tras casi un decenio de proyectos de investigación y plantas comerciales, lo que llama la atención son las instalaciones que realmente están operativas.
El caso más llamativo es el del biocarburante de segunda generación que contó con una apuesta comercial más decidida, el del etanol celulósico abastecido con residuos de cultivos herbáceos. Eliminadas plantas como la de Hugoton, que cayó por el camino, la lista que presenta el informe de IEA Bioenergy muestra doce plantas de las que solo cinco están en operación: dos en Brasil y tres repartidas entre Estados Unidos, Italia y Finlandia.
No les va mejor a la plantas con producción de combustibles sintéticos mediante gasificación (biometano, metanol y etanol, entre otros). IEA Bioenergy registra otras doce, de las cuales solo una está en operación, la de Enerkem en Edmonton (Canadá). El resto están en proceso de estudio, planificación o construcción.
Hidrobiodiésel y biometano, a los que mejor les va
Al que mejor le va es al hidrobiodiésel. “En 2017 se produjeron alrededor de cinco millones de toneladas a nivel mundial y se espera que esta cifra aumente a 6-7 millones de toneladas/año para 2020 y continúe aumentando a partir de aquí”, señala el informe. La cuestión es que, aunque la tecnología puede ser avanzada, la materia prima que se utiliza en algunos casos, como en España, no lo es, al tratarse del muy cuestionado aceite de palma.
En parte, el éxito del hidrobiodiésel se debe a que han apostado por él grandes petroleras como Neste Oi en Finlandia y Repsol y Cepsa en España. Como explica IEA Bioenergy, “refinerías de petróleo ya existentes se han convertido para producir hidrobiodiésel o para permitir su co-procesamiento con corrientes de combustibles fósiles”.
También se incluye en el informe al biometano generado a partir de la purificación del biogás como biocarburante avanzado. Destacan las quinientas plantas existentes en Europa, doscientas de ellas en Alemania. “La producción ascendió a 17 TWh en Europa en 2017, pero la capacidad total es tres veces mayor, es decir, de un promedio de doce megavatios por unidad, con muchas plantas operando por debajo de esa capacidad total”.
Brecha muy grande entre costes de producción y precios de los combustibles
El informe confirma que se mantiene una importante brecha entre el coste de los biocarburantes avanzados y los precios actuales de los combustibles. Consideran que “se puede reducir a medio plazo mediante mejoras en el proceso de diseño, construcción y operación de las plantas, reducción de costos de financiamiento y aprendizaje tecnológico”.
También advierten en las conclusiones que “se seguirá necesitando apoyo político para permitir que estas tecnologías maduren, ya sea en términos de valor agregado como combustibles con bajo contenido de carbono o incrementar los costes por el carbono emitido a los combustibles fósiles”.
Habría que tener 4.000 plantas a gran escala en operación en 2060
A pesar del desarrollo tanto tecnológico como comercial, el estudio reconoce que “hasta ahora su producción ha alcanzado una escala limitada y se necesitaría un despliegue masivo para cumplir con su potencial en escenarios de transporte con bajas emisiones de carbono”. Para suministrar los biocarburantes avanzados planteados por la propia IEA hasta 2060 se necesitarían 4.000 plantas de producción a gran escala en las que, por cierto, la propia agencia no cuenta con el aceite de palma.
El informe constata que los costes de los biocarburantes avanzados son actualmente mucho más altos que los de los convencionales y los combustibles fósiles. Y no solo por cuestiones tecnológicas, sino por la disponibilidad y acceso a las materias primas. Aunque reconocida como limitada, una medida que se plantea para reducir esos costes es la integración de la producción de biocarburantes avanzados dentro de las plantas de los convencionales.
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