Sabemos de la competitividad económica de las tecnologías, de su madurez tecnológica… Somos un ejemplo a seguir a nivel mundial en la integración de estas “nuevas” renovables. La instalación anual de 2022, contabilizando el autoconsumo, está en la senda del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima; la potencia en proyectos esperando a conectarse es similar a los más de 80.000 megavatios que necesitamos instalar de aquí a 2030… Todo parece de cara, pero debemos ver más allá. El optimismo de un sector en pleno funcionamiento no debe ocultar el enfriamiento que están experimentando los proyectos. Mientras la fotovoltaica, por sus bajos costes y su sencillez de instalación sigue a buen ritmo, los datos de Red Eléctrica nos hablan de menos de cuatrocientos megavatios (400 MW) de eólica terrestre en lo que va de año, y pongo el apellido a la eólica porque en eólica marina seguimos con retraso.
El autoconsumo moderará sus cifras en este 2023. La solar termoeléctrica dejó desierto su concurso. Biomasa, biocarburantes o hidráulica están a la espera de un desarrollo que no llega. Y hasta ahora solo hemos hablado del sistema eléctrico…
Como vemos, hay motivos para la esperanza porque contamos con la tecnología y la experiencia. Profesionales y empresas están alineados en un objetivo común que beneficia a toda nuestra sociedad. La transición energética no solo es deseable, es también necesaria.
Nuestro país está lastrado, en su conjunto, por una dependencia energética insoportable. Si en el Viejo Continente la dependencia es del 59,6%, en España esa misma dependencia es del 69,9%. El déficit total de toda nuestra balanza comercial es de 68.112 millones.
¿Sabe el lector cuál es el saldo comercial negativo de todo el sector energético? 52.614 millones de euros. Y aquí se incluyen las exportaciones, porque si hablamos solo de las importaciones energéticas nos vamos a más de 90.000 millones de euros anuales. Alrededor de 250 millones de euros diarios en importaciones energéticas. Diarios.
Las energías renovables deberían ser una prioridad para el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Carlos Cuerpo, el sucesor de Nadia Calviño, debería llamar todos los días a Teresa Ribera para preguntarle cómo van las renovables, porque nos desangramos económicamente por no acelerar la transición energética.
Una transición energética que necesita acelerar, pero no hacia cualquier lado. Es imperativo que marquemos una hoja de ruta clara hacia el mix energético futuro que queremos. No puede ser que sigamos acumulando potencia fotovoltaica, y que el precio y la sencillez de la tecnología opaquen el resto de condicionantes.
Si nada lo remedia, la curva de pato será aún mayor, los vertidos crecerán y las horas a precio cero en el mercado, que no benefician a la larga a nadie, serán el pan nuestro de cada día. Y los proyectos que más lo sufrirán serán, justamente, los fotovoltaicos, capturando un precio cada día más bajo.
Es fundamental impulsar la electrificación de aquellos usos energéticos que dependen de energías fósiles y se puedan sustituir de forma directa. Y es necesario implicar a todos los sectores en la consecución de las metas de energía renovable. Esto no es solo un objetivo del sector eléctrico. Transporte, usos térmicos, procesos industriales de alta temperatura… O entendemos que las metas son metas del país o estaremos condenados a desaprovechar una magnífica inercia.
El Informe Anual del Autoconsumo Fotovoltaico nos daba a primeros de año unas cifras muy interesantes. Más allá de las más de 240.000 instalaciones realizadas en 2022, el dato más elocuente era este: por cada kilovatio instalado, los ciudadanos ahorraron una media de 338 euros y las empresas, alrededor de 280.
Es cierto que fue un año con precios altos del mercado eléctrico y, por tanto, de altos ahorros, pero también es cierto que esas instalaciones blindarán las economías familiares y la competitividad empresarial por veinte o treinta años.
La irrupción del autoconsumo, si no apostamos por la electrificación, por la sustitución de consumos fósiles directos (vehículo eléctrico, aerotermia…), solo la veremos como una contracción de la demanda, como un problema añadido para la integración renovable.
Pero si apostamos por impulsar la transición, si vemos la oportunidad que se abre delante de nuestros ojos, el autoconsumo y toda la nueva potencia renovable que contempla el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima será la mejor noticia que ha tenido este país en décadas.
España no tiene petróleo, ni gas. Tenemos Sol. Y ese Sol era antes un reclamo para el turismo, para llenar nuestras playas. Pero ahora debemos aprovechar ese Sol (y el viento, y el recurso biomásico, y tantas otras energías renovables disponibles…) para utilizar nuestra ventaja competitiva.
Sigamos atrayendo turistas a nuestras playas, pero atraigamos también nueva industria gracias a unos precios energéticos competitivos. Estamos ante la oportunidad de nuestra historia, pero solo si vemos más allá del récord de instalación renovable.