¿Cuál es su trabajo dentro del ITJ? ¿Conoce, dentro o fuera de la administración, más mujeres con puestos similares? ¿Y superiores e inferiores?
Soy directora del Instituto para la Transición Justa, el organismo que ha asumido la responsabilidad de apoyar a las personas y los territorios afectados por los cierres de las minas de carbón y de las centrales térmicas de carbón y nucleares para plantear una nueva realidad económica, ambientalmente respetuosa y sostenible para esas zonas, donde la generación de energía a partir de fuentes renovables juega un papel tractor fundamental. El organigrama del Ministerio para la Transición Justa y el Reto Demográfico al que pertenece el ITJ, se apoya de forma significativa en mujeres profesionales a todos los niveles: desde la vicepresidenta tercera y ministra, Teresa Ribera a la secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen hasta la subdirectora de Prospectiva, Estrategia y Normativa en Materia de Energía, Miriam Bueno.
Además, el trabajo cotidiano se sostiene en un importante número de mujeres con perfiles técnicos y de gestión con una alta cualificación. Colaboramos con ellas en la Administración, en las empresas y en las Organizaciones con las que estamos en contacto. Recientemente, en un proceso de selección que hemos llevado a cabo para identificar a profesionales para la coordinación de nuestros convenios de transición justa, de 6 plazas disponibles, 5 han sido ocupadas por mujeres debido a su mejor perfil. Pero sigue siendo un hecho que normalmente encontramos a hombres ocupando las posiciones de dirección o alta dirección en las organizaciones externas al Ministerio y en las empresas.
¿Qué significa para usted ser mujer en la administración pública? ¿Y dentro del mundo de las renovables? ¿Siente que existen diferencias significativas entre hombres y mujeres?
La Administración pública ha llevado ventaja al resto de la sociedad en la participación y liderazgo de las mujeres. Las mujeres están asumiendo progresivamente posiciones de responsabilidad a todos los niveles, avaladas por sus capacidades y aunque queda mucho por hacer, en la Administración su presencia es importante. Si además, se incorporan principios progresistas y feministas como los del actual Gobierno, encontraremos más mujeres también en los puestos de más responsabilidad. Sin embargo, el sector eléctrico y el energético están altamente masculinizados. Creo que existen varias razones para ello: desde la menor presencia de mujeres en carreras técnicas, a la importancia de las empresas energéticas para la economía del país, que igual que sucede en otros sectores clave, allí donde se concentra el poder económico nos encontramos que la mayoría de los directivos son hombres. Está cambiando también, pero a un ritmo lento.
Creo que las mujeres aportan elementos importantes para la cohesión de los equipos y que, a grosso modo, construyen espacios menos verticales. Por otro lado, es frecuente encontrar en el ámbito laboral a mujeres con una inclinación vocacional por la búsqueda del interés general sobre el interés individual. En el ámbito de la energía esta cuestión puede ser clave porque necesitamos construir un nuevo sistema energético en el que las necesidades de la gente y las del planeta deben ser tenidos en cuenta. Y la mayor participación de las mujeres debe ser el resorte de esta transformación.
¿Por qué es necesario que las mujeres formen parte de las renovables?
El sistema energético define como ningún otro los sistemas socioeconómicos. Por ejemplo, los sistemas energéticos centralizados basados en energías fósiles han conformado los sistemas económicos de los últimos años y el nuevo sistema energético que alumbre la descarbonización, basado en las renovables, está llamado a definir la economía del futuro. Por esta razón, mejorar la participación de las mujeres en su alumbramiento es importantísimo. Debemos ser conscientes de que, si no participamos en esta transición, se nos está yendo de las manos una parte importante de la construcción del futuro. Para ello hay que demandar más y mejores espacios de entrada y participación. En el caso particular de las zonas en las que trabaja el Instituto para la Transición Justa, las áreas mineras por ejemplo, las mujeres han tenido escasas oportunidades de desarrollo profesional. Desde el ITJ estamos trabajando para aprovechar este momento de cambio y convertirlas en objetivos prioritarios de nuestras políticas de empleo, ofreciéndoles acceso a la formación para que puedan participar de las oportunidades de la transición energética en condiciones de igualdad.
En su caso personal, ¿ser mujer ha sido un condicionante a la hora de llegar al puesto de trabajo que ahora ocupa?
Lo cierto es que al principio de mi carrera, tras terminar mis estudios universitarios, fue en una organización internacional de mujeres que preparaban los temas relativos a la sostenibilidad para la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU celebrada en Beijing (China), la gran cumbre sobre los derechos de las mujeres, allá por los años 90. Así que, desde el principio, la lucha por la igualdad estuvo en la construcción de mi carrera. Después trabajé para organizaciones de mujeres y para el Instituto de las Mujeres. Pero también mi vida profesional se ha desarrollado en organizaciones y sectores masculinizados, en ambientes profesionales donde los hombres superaban ampliamente en número y en capacidad de decisión a las mujeres. Pero ha aprendido no sentirme abrumada por estas circunstancias, en no leerlas en clave de barrera y si como un acicate.
Como mujer, ¿se ha sentido en alguna ocasión, dentro de su carrera profesional, infravalorada por ser eso, una mujer?
En general he trabajado en espacios donde imperaba un alto nivel de consciencia de que no se debe infravalorar a las mujeres por el hecho de serlo. Pero es cierto que me he encontrado con frecuencia en escenarios donde la tendencia generalizada es presuponer que las mujeres no somos poseedoras del conocimiento técnico.
¿Cómo es la situación de la mujer dentro del sector de las energías renovables? ¿Cómo le gustaría que fuera? ¿Cómo cree que será en un futuro?
Las mujeres tenemos una dificultad de partida, y es que sólo el 35% de las personas que cursan estudios universitarios del ámbito de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas son mujeres. Y es precisamente esta formación técnica la que proporciona el acceso a posiciones profesionales relacionadas con la transición energética. Me gusta pensar en un futuro en el que avanzamos en dos direcciones: en un mayor número de mujeres con esta formación y, en segundo lugar, en un sector energético donde además de valorarse los perfiles con formación técnica en ingenierías, se tengan en cuenta las capacidades técnicas del campo social, en ciencias sociales, para que la transición esté bien diseñada y sea sostenible desde un punto de vista ambiental pero también socioeconómico. La transición energética necesita cada vez más trabajo interdisciplinar.
Para conseguirlo, ¿qué se necesita? ¿Qué tiene que hacer la administración pública? ¿Qué tienen que hacer las empresas?
Los centros de educación deberían disponer de herramientas que les permitieran identificar el talento científico en sus alumnas, para poder enfocarlas hacia estas disciplinas que les abrirán las puertas del ámbito de las energías renovables. Las empresas saben que el conocimiento es uno de sus mejores activos y sabrán buscarlo en las próximas generaciones de mujeres formadas para liderar el cambio hacia la generación renovable. Y mientras estos cambios llegan, debemos seguir exigir que todos y cada uno de los centros de trabajo aplique su plan de igualdad de trato entre mujeres y hombres y ponga en marcha un registro retributivo para ayude a identificar y subsanar la discriminación salarial, comprometiendo a las empresas a un análisis objetivo de los datos de sus políticas retributivas para subsanar las diferencias.
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