Lo que más asusta de Donald Trump es que nadie sabe por dónde le va a dar mañana el aire. Probablemente no lo sepa ni él. Y el desaguisado que pueden montar sus decisiones en la política y en la economía global es de tal calibre que el mundo entero vive perplejo sus primeros días de su segundo paso por la Casa Blanca.
De hecho, sus primeras semanas dejan un decálogo de retrocesos en materia energética y ambiental. Una declaración de guerra contra las energías renovables, la justicia climática y el desarrollo sostenible. Al menos es lo que parece.
Ha abandonado el Acuerdo de París. Ha declarado la “emergencia energética nacional”, dando prioridad a los combustibles fósiles y la energía nuclear frente a los proyectos renovables, que ha suspendido durante dos meses. En Davos, por videoconferencia, hizo un compendio de lo que tiene en mente: “He puesto fin al ridículo e increíblemente despilfarrador 'Green New Deal' (Nuevo Acuerdo Verde), que es en realidad el 'Green New Scam' (Nueva Estafa Verde); nos hemos retirado del unilateral acuerdo climático de París; y he cancelado el loco y costoso mandato de los vehículos eléctricos. Vamos a dejar que la gente compre el coche que quiera”. El encaje de Elon Musk, dueño de Tesla, en todo este batiburrillo incrementa aún más la confusión. ¿Está tirando piedras contra su propio tejado?
El sector de las renovables en España, en Europa y en el mundo entero se pregunta estos días cómo puede afectar la vuelta de Trump a las inversiones en energías limpias. Y son muchos los que recuerdan que, ya en su primer mandato, metió miedo con sus declaraciones que, a la postre, quedaron en poca cosa o en nada. Porque, como apunta Jorge González Cortés en su última columna (‘Viene Trump’), “es el retorno de la inversión lo que atrae al capital hacia el negocio de las renovables”.
O sea, que por encima de ideologías, lo que hace que las energías renovables no deberían temer a Trump es que les salen las cuentas mejor que a ninguna otra tecnología. Como explicaba el pasado mes de septiembre la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena), “de los 473 gigavatios renovables nuevos instalados en el mundo en 2023, el 81% (382 GW) tenía costes inferiores a los de las alternativas basadas en combustibles fósiles”. Y centrándose en la solar fotovoltaica añadía que “tras el formidable descenso de los costes, de alrededor de 4 centavos de dólar por kilovatio hora en apenas un año, los costes globales de la fotovoltaica fueron en 2023 un 56% inferiores a los de las opciones fósiles y nucleares”.
Las renovables seguirán creciendo hasta dominar por completo el panorama energético. De eso no hay duda. Pero es imprescindible que con ellas crezcan también las soluciones de almacenamiento de todo tipo, para incrementar la electrificación de la economía y para esquivar la amenaza de los precios cero. En España, eso permitiría aumentar la cuota de renovables autóctonas en detrimento de las energías fósiles que hay que importar. Y para ello hay que conseguir que la electricidad conquiste nichos como el del transporte o los procesos de calor, que hasta ahora se resisten. Porque si lo hacemos, la economía española podría ahorrar hasta 6.710 millones de euros anuales, tal y como señala el informe ‘El Momento de la Electrificación: Energía Renovable para una Economía Competitiva’, que acaba de presentar APPA Renovables.
Con más renovables, más almacenamiento y más electrificación, las ocurrencias de Trump asustarán menos. Al menos en el ámbito energético.
Luis Merino
lmerino@energias-renovables.com