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La cruzada trumpista contra la energía eólica marina

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump está en pie de guerra contra la industria eólica. En su primer día como inquilino de la Casa Blanca, firmó una orden ejecutiva para frenar los nuevos desarrollos eólicos offshore, un decreto que ha tenido un impacto inmediato en los proyectos de la costa este del país, instalaciones que podrían alimentar con energía limpia millones de hogares estadounidenses e impulsar la transición energética de EEUU
La cruzada trumpista contra la energía eólica marina

Trump dice que los aerogeneradores son “caros y dañinos para las aves y las ballenas” pero, al mismo tiempo, su administración, al grito del infame “drill, baby, drill” (perfora, nena, perfora), favorecerá la explotación de combustibles fósiles, la primera causa del cambio climático, que a su vez conduce a la pérdida de biodiversidad.

El comandante en jefe de la primera economía del planeta ha asestado un duro golpe a la transición energética mundial con sus planes para combatir lo que ha denominado “emergencia energética nacional”, una especie de estado de alarma energético que permitirá al Gobierno federal reducir los requisitos ambientales de los proyectos energéticos, acelerar la construcción de centrales eléctricas y relajar las restricciones a las exportaciones de combustibles fósiles.

Emergencia energética nacional
Esta medida busca cumplir una de sus promesas de campaña, el famoso “Drill, baby, drill”, con el que el excéntrico líder estadounidense quiere aumentar la producción energética nacional a base de perforar la corteza terrestre en busca de hidrocarburos. En concreto, el presidente Trump ha anunciado que en su segundo mandato está preparado para imponer cambios normativos que permitirán nuevos desarrollos de petróleo y gas en el suelo y aguas estadounidenses.

De esta forma, la administración Trump está sentando las bases de una amplia agenda contra la transición energética diseñada para deshacer las políticas del expresidente demócrata, Joe Biden. Estas medidas certifican el retroceso de Estados Unidos en materia energética y sientan las bases de una presidencia en pie de guerra contra las energías renovables, la justicia climática y el desarrollo sostenible.

Andanada contra el sector eólico
El presidente Donald Trump prometió impulsar la independencia energética de Estados Unidos, pero su orden ejecutiva dirigida contra la energía eólica pone en riesgo una
serie de proyectos que generarían suficiente electricidad para millones de hogares estadounidenses de forma sostenible.

En concreto, la orden que Trump emitió en su primer día en el cargo paralizó indefinidamente los nuevos contratos de arrendamiento de energía eólica marina en aguas costeras de Estados Unidos y detuvo la concesión de nuevos permisos a la espera de que se completara una revisión económica y ambiental. Este decreto presidencial pone en peligro los proyectos propuestos en la costa este que aún no han obtenido permisos, unos proyectos que suman una potencia total de 32 gigavatios, según datos de la consultora Aurora Energy Research.

Esta ocurrencia busca dar carpetazo a las políticas de la era Biden, ya que el expresidente adoptó la energía eólica como una parte vital de su estrategia para descarbonizar el sector energético estadounidense, con múltiples subastas para desarrollar grandes proyectos en la costa este del país. No obstante, no se espera que la nueva orden afecte a los parques eólicos marinos ya en marcha, impulsados por empresas como Orsted, Avangrid, Copenhagen Infrastructure Partners y Dominion, que suman unos 5 gigavatios, según Aurora.

Torpedo a la línea de flotación de los objetivos del Acuerdo de París
Además, Trump ha abandonado los compromisos asumidos durante la administración Biden para combatir el cambio climático, retirando a Estados Unidos por segunda vez del acuerdo de París. En vez de esforzarse para que uno de los países más contaminantes del planeta reduzca sus emisiones, Trump se ha centrado en impulsar la producción de combustibles fósiles, abriendo las aguas costeras estadounidenses a la explotación de petróleo y gas el mismo día que retiró esas aguas para la energía eólica.

De esta forma, la orden de Trump pone en peligro los planes de los estados bañados por el Atlántico para abandonar los combustibles fósiles y descarbonizar su red eléctrica, como Nueva York, Nueva Jersey y Virginia, que tienen ambiciosos objetivos de energía limpia adoptados a nivel estatal. Sin la aportación energética de la eólica marina, estos estados no tendrán tantas opciones de descarbonización, por lo que tendrán que depender en mayor medida del petróleo y el gas.

El viento sopla en contra de la industria eólica estadounidense
La orden de Trump supone un duro revés para el sector eólico estadounidense después de años de crecimiento y agrava los problemas que ya sufría. Según datos oficiales de la Administración de Información Energética, el crecimiento de eólica se ha disparado en los últimos 25 años en Estados Unidos, pasando de 2,4 gigavatios a principios de siglo a 150 gigavatios en abril de 2024. Actualmente, la energía eólica representa alrededor del 11% de la generación total de energía en Estados Unidos.

Según el grupo de investigación CleaanView, Estados Unidos añadió 5,1 GW de capacidad eólica en 2024, lo que representa una caída del 23% en comparación con 2023, cuando el país agregó 6,6 GW. En lo que ha sido el cuarto año consecutivo de disminución del despliegue de potencia eólica, las adiciones de 2024 fueron un 66% inferiores a su máximo de 2020 (14,9 GW). Curiosamente, el récord eólico se registró en el último año del primer mandato de Trump.

Texas fue el único estado que construyó más de 1 GW. En concreto, el estado sureño agregó la mayor capacidad, poniendo en funcionamiento 2,1 GW, el 42% de la nueva capacidad eólica de todo el país en 2024. Por su parte, Wyoming sumó la segunda mayor capacidad eólica con 589 MW, cinco veces más que en 2023. Iowa, Kansas e Illinois están entre los principales ausentes en la lista de líderes en cuanto a despliegue eólico en EEUU, a pesar de que son estados con abundante recurso eólico del país.

Como se ha comentado, el mayor enemigo de la eólica estadounidense reside en la Casa Blanca, ya que el presidente Trump detuvo nada más llegar al poder los permisos federales para proyectos eólicos y declaró una emergencia energética que prima la producción de combustibles fósiles en detrimento del desarrollo eólico. En cuanto a los principales promotores de proyectos eólicos, NextEra Energy lideró este ránking, con 6 proyectos con una capacidad combinada de 1,2 GW.

El declive de la energía eólica podría finalmente revertirse en 2025 a pesar de los bandazos de Trump en lo que a estrategia energética se refiere, por lo que el crecimiento eólico podría no detenerse por completo. En concreto, los promotores esperan construir 9,2 GW de nueva capacidad en 2025, ya que hasta 6,1 GW ya están en construcción o terminados y a la espera de su operación comercial final. Si todos los proyectos llegaran a completarse —lo cual no está garantizado— la capacidad crecería un 79% en 2025.

Proyectos eólicos marinos en el punto de mira
Los proyectos eólicos Sunrise Wind y Revolution de Orsted, que se encuentran en construcción en alta mar en Nueva York y Nueva Inglaterra respectivamente, no deberían verse afectados por la orden de Trump, según el director ejecutivo de la compañía danesa, Rasmus Errboe. Sin embargo, los desarrollos futuros pueden estar en riesgo.
“Estamos totalmente comprometidos a sacarlos adelante y cumplir con nuestros compromisos”, dijo Errboe. “No esperamos que la orden ejecutiva tenga ninguna implicación en los activos en construcción, pero, por supuesto, para los activos en desarrollo, es potencialmente una situación diferente”.

La orden tampoco debería afectar a Coastal Virginia Offshore Wind, el mayor proyecto de este tipo en construcción en Estados Unidos con 2,6 gigavatios de potencia,
según explicó el director ejecutivo de Dominion Energy, Robert Blue. Sin embargo, otros proyectos como el proyecto Atlantic Shores, que se convertiría en el primer desarrollo eólico marino en el estado, no seguirá adelante tras las órdenes de Trump. La junta de servicios públicos del estado citó la “incertidumbre impulsada por
las acciones y permisos federales” .

Además, la Oficina de Gestión de la Energía Oceánica (BOEM) ha cancelado las reuniones públicas que tenían como objetivo realizar la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) para el proyecto Vineyard Mid-Atlantic, un parque eólico marino que pretende desplegar más de 2.000 megavatios a 20 millas de la costa de Nueva York. La cancelación de las conversaciones supone un duro golpe para la eólica marina en Estados Unidos, una fuente de energía renovable en la que la administración Biden se había apoyado para reemplazar a las antiguas centrales eléctricas y para atender la creciente demanda de energía.

Irena
A pesar de la intención del presidente estadounidense, Donald Trump, de potenciar la explotación de recursos fósiles, Estados Unidos no renunciará a las inversiones en fuentes renovables por su competitividad, afirmó el director general de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena), Francesco La Camera. La Camera, en un reciente visita a Brasil, apuntó que el contexto energético actual es muy distinto al de hace ocho años, cuando Trump asumió la presidencia por primera
vez, y subrayó que ahora las renovables ofrecen una rentabilidad económica que las hace imprescindibles.

«Antes, las fuentes renovables eran una osibilidad, pero ahora son una certeza, y no creo que Estados Unidos acepte perder competitividad en el sector eléctrico», afirmó La Camera en una entrevista a EFE. La expectativa de la Irena es que el mayor productor de petróleo del mundo mantenga sus inversiones y supere en los próximos años el actual índice de contribución de las energías renovables (27 %) en su matriz energética. Bajo la perspectiva de La Camera, la motivación no sería necesariamente el compromiso con la reducción del calentamiento global, sino la perspectiva de obtener ventajas
comerciales y una mayor competitividad.

“Creo que ningún país va a renunciar a la competitividad frente a las fuentes renovables, porque el mercado ya ha tomado una decisión clara. El sistema productivo e industrial actual se alimenta cada vez más de renovables”, señaló.

Eólica y medio ambiente
Trump ha expresado abiertamente su rechazo a la energía eólica: “los aerogeneradores son feos, caros y dañan la a las aves y a las ballenas”, por lo que “no vamos a hacer lo del viento”. Sin embargo, ¿qué es peor para la vida silvestre? ¿los parques eólicos o la extracción de petróleo? Con un sorprendente pretexto conservacionista, Trump dijo que los proyectos de energía eólica marina estaban relacionados con un aumento en las muertes de ballenas frente a la costa este de Estados Unidos en los últimos años y añadió que “son, con diferencia, la forma de energía más cara que se puede tener”.

Admás, dijo que los aerogeneradores “matan a los pájaros y arruinan los hermosos paisajes”. Si bien los parques eólicos pueden tener algunos efectos adversos sobre la vida silvestre local en los hábitats donde están ubicados , incluso a través del ruido, los científicos especializados en el impacto ambiental de los parques eólicos cuestionan la afirmación de que la energía eólica es más dañina para la vida silvestre que la extracción de combustibles fósiles. Los expertos describen la energía
eólica como un arma poderosa y necesaria contra el cambio climático, argumentando que su impacto sobre la vida silvestre se puede comprender, gestionar y reducir.

Además, los especialistas señalan el riesgo existencial que plantean los combustibles fósiles que impulsan el calentamiento global, junto con el ruido y la contaminación constantes de la producción de petróleo y gas. Por otro lado, existe el riesgo de derrames de petróleo , así como de fugas crónicas más pequeñas, que pueden dañar a las aves marinas, las ballenas, los delfines y otros animales salvajes, las formas de vida que, supuestamente, tanto preocupan al presidente Trump.

La declaración de emergencia energética de Trump prioriza los combustibles fósiles y la energía nuclear sobre otras fuentes de energía, un anuncio cuanto menos sorprendente porque Estados Unidos alcanzó niveles récord de producción de petróleo y gas en 2024. El presidente Trump ha ordenado a las agencias federales que aprovechen estos poderes de emergencia para que ignoren o tengan menos en cuenta los impactos ambientales durante la validación de los proyectos relacionados con la energía. La política del “Drill baby, drill” (Perfora nena, perfora) ya es una realidad en Estados Unidos.

Tras el anuncio del nuevo Ejecutivo estadounidense de revocar una medida que tomó el expresidente Joe Biden para proteger áreas marítimas de la exploración petrolífera
y gasífera, Earthjustice, que representa a ocho organizaciones ambientales, ha presentado una demanda judicial para que se invalide esta pretensión de Trump. Y otro colectivo ambientalista ha pedido a la corte el restablecimiento de un fallo que impedía a Trump deshacer las medidas de protección marina adoptadas por ejecutivos anteriores.

Primeras demandas ambientales contra la administración Trump
Antes de culminar su periodo, el expresidente Biden protegió áreas frente a las costas del este del Golfo de México, el Atlántico, el Pacífico y Alaska, invocando su autoridad bajo la Ley de Tierras de la Plataforma Continental Exterior. La ley autoriza al presidente a retirar áreas marinas de las concesiones de petróleo y gas, como lo han hecho de manera rutinaria las últimas ocho administraciones, incluido el primer mandato de Trump.

Sin embargo, la ley estadounidense no autoriza a un presidente en activo a revocar las decisiones adoptadas por anteriores presidentes, algo que fue confirmado por un tribunal federal cuando Trump intentó deshacer las protecciones de la era Obama para el Ártico y partes del Océano Atlántico durante su primer periodo.

Desoyendo este mandato, el presidente Trump vuelve ahora a intentar abrir el Océano Ártico a la perforación petrolera. En respuesta, los grupos que derrotaron el primer intento de Trump en contra de las medidas promulgadas por la administración Obama, han presentado una nueva moción para restablecer ese fallo de la corte federal.

En el nuevo caso, Earthjustice representa a Oceana, el Centro para la Diversidad Biológica, la Surfrider Foundation, Greenpeace, Healthy Gulf, el Centro Ambiental del Norte de Alaska, la Alaska Wilderness League y Turtle Island Restoration Network. Los demandantes Sierra Club y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC) se representan a sí mismos.

Reacciones ecologistas
Para Greenpeace, “ignorar la crisis climática no la hará desaparecer”. La organización ecologista afirma que “abandonar el Acuerdo de París y seguir fortaleciendo a la industria fósil sólo hará que los impactos del cambio climático –como incendios, olas de calor, huracanes o lluvias torrenciales– sean cada vez más fuertes y frecuentes y provoquen más dolor y desgracia”. Por ello, el resto de países y la sociedad civil “deben mantener el rumbo con determinación por nuestra democracia y nuestro futuro. El negacionismo mata. Luchar contra el cambio climático salva vidas”, aseguran.

Ante la intención de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, el director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Mads Christensen, ha declarado: “Una política de negacionismo climático dejará desprotegido al país frente a los desastres provocados por el cambio climático, como los incendios forestales o la repetición de huracanes. Mientras Los Ángeles sigue ardiendo, abandonar el Acuerdo de París sólo incrementará el riesgo climático en el futuro. Combatir la crisis climática requiere cooperación internacional, no aislacionismo”, concluyen los ecologistas estadounidenses.

 

Este contenido está incluido en la edición en papel ER239, que puedes descargar gratis en PDF en este enlace


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Pepe
Trump dice lo de los paisajes como puede decir cualquier cosa que se le ocurra en ese momento. Le da igual la naturaleza, el hecho fomenta la minería y la extracción de crudo y gas que tienen un impacto ambiental devastador. Ha abierto los parques naturales a las petroleras y madereras. Esto es una maniobra para favorecer a los magnates del petróleo. Pero da igual, China le ha tomado la delantera y sus costes energéticos van a caer en picado. EEUU podrá hacer lo que quiera, pero ya no puede acogotar a otros países para que le compren un petróleo o gas que cada vez va a querer menos gente. Irá al vertedero de las malas ideas, eso sí, el resultado lo pagarán los pobres.
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