“Definitivamente el ambiente sin humo en la cocina debe tener un efecto positivo en la salud, especialmente en las condiciones respiratorias. También la cocina es más limpia, así como los utensilios. Y luego el consumo menor de leña significa que las mujeres pasan menos tiempo recolectándola, ahorrándose así la fatiga”.
Esta respuesta de Sarala Khaling, directora general de la Fundación Ashoka para la Investigación en Ecología y Ambiente (ATREE) para el nordeste de India, a IPS ejemplifica el beneficio para la salud de este programa de cocinas mejoradas. Khaling supervisa su desarrollo y logros, que están en la línea de iniciativas similares que se hacen en África, como el Biogas Partnership Programme (ABPP), en el que se destacaba que “ha mejorado la calidad de vida de las mujeres en los hogares rurales al cocinar en un ambiente limpio y seguro”.
Entre 2,5 y 4,3 millones de muertes por contaminación en los hogares
Más cerca de Darjeeling, en Nepal, la ONG Stichting Nederlandse Vrijwilligers (SNV) ejecuta otro programa de implantación de cocinas y estufas de biomasa mejoradas. Lleva 50.000 y destacan la reducción de las necesidades de desplazamiento y consumo de combustible.
Esto último también lo valora Khaling, que cita una “reducción del consumo de leña del 40 al 50 por ciento y un ahorro de 10 a 15 minutos de tiempo al cocinar, además de que se mantienen las cocinas libres de humo y contaminación”.
Los datos de muertes por la mala combustión de cocinas y estufas en los hogares varían según la fuente. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) las cifra en 2,5 millones de personas, mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) las sitúa en 4,3 millones. Muchas, demasiadas muertes en cualquier caso.
3.100 millones de personas dependen de sistemas energéticos contaminantes e ineficientes
En una publicación del pasado año, la OMS eleva la contaminación del aire de los hogares a la categoría del “riesgo ambiental más importante en todo el mundo, donde las mujeres y los niños sufren un mayor nivel de exposición”. Y añade que “casi 3.100 millones de personas aún dependen de sistemas energéticos contaminantes e ineficientes como la biomasa, el carbón o el queroseno para satisfacer sus necesidades diarias de cocción, un número prácticamente sin cambios durante la última década”.
En el informe se citan algunas de las experiencias ya mencionadas, como el programa de SNV en Nepal, y se reconoce el impacto especialmente negativo de las lámparas de queroseno utilizadas para la iluminación. Las alternativas a futuro las focalizan en la electricidad y el gas, aunque se valoran “los esfuerzos para desarrollar y difundir soluciones transitorias asequibles, como estufas de biomasa de combustión más limpia”.
Flavia Bustreo, responsable del programa de Salud Familiar, Mujeres y Niños en la OMS, destaca en el informe que, aparte de necesitar ampliar más la información sobre los usos de malos sistemas de combustión, “se requiere un aumento sustancial de la inversión y la cooperación estratégica entre sectores para lograr que otros combustibles limpios estén más disponibles y para que los existentes sean más limpios, como madera, carbón vegetal y otras biomasas”.