Si el Pacto Verde Europeo fue el programa de trabajo para la primera Comisión Europea de Von der Leyen, en su segunda etapa lo es la Brújula para la Competitividad de la UE, presentada tan solo unos días después de la toma de posesión de Trump.
Esa Brújula, basada en las recomendaciones del informe Draghi titulado El futuro de la competitividad europea, marca la competitividad como uno de los principios fundamentales de la acción de la UE. Para ello, desarrolla el programa de trabajo para los próximos cinco años asentándolo en los tres imperativos de transformación para impulsar la competitividad que identificó Draghi:
(1) cerrar la brecha tecnológica y de innovación entre la Unión Europea (UE) y nuestros principales competidores (Estados Unidos y China);
(2) elaborar una hoja de ruta conjunta para la descarbonización y la competitividad; y
(3) reducir las dependencias excesivas y aumentar la seguridad, los cuales están estrechamente vinculados.
Estos puntos requieren del apoyo de cinco elementos transversales:
(1) la simplificación del marco regulatorio,
(2) el máximo aprovechamiento del mercado único europeo,
(3) la financiación e inversión,
(4) el fomento de las capacidades y el empleo de calidad y
(5) la mejora de la coordinación de las políticas.
Que la descarbonización sea uno de los imperativos de transformación, muestra el firme compromiso de la UE con sus objetivos de reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en al menos un 55% para 2030 y alcanzar la neutralidad climática para el año 2050, recogido en la Ley Europea del Clima. De hecho, la Brújula prevé que en 2025 se presentará la propuesta de modificación de esa Ley para incorporar el objetivo de reducción intermedio de un 90% para el año 2040.
La hoja de ruta de la descarbonización y la competitividad anunciaba la adopción de un Pacto Industrial Limpio. Como apuntaba Draghi, las políticas de descarbonización son un poderoso motor de crecimiento cuando están bien integradas con las políticas industrial, de competencia, económica y comercial.
El pasado 26 de febrero, la Comisión Europea presentó ese Pacto como un plan de negocio transformador para la “reindustrialización” de Europa centrado en las industrias electrointensivas, como es el caso del sector del acero, y el sector de las tecnologías limpias y con la circularidad como prioridad, con el objetivo de convertir a la UE en un líder mundial de economía circular para 2030.
Ese Pacto se basa en seis motores:
(1) la asequibilidad energética,
(2) el liderazgo en los mercados para impulsar la oferta y demanda de productos limpios,
(3) la inversión pública y privada,
(4) el impulso de la economía circular para asegurar el acceso a los materiales y los recursos,
(5) los mercados mundiales y los partenariados internacionales y
(6) las capacidades y la calidad del empleo para la equidad social y una transición justa.
De nuevo, todos ellos están interrelacionados y no pueden entenderse como soluciones excluyentes, pues es necesario ver toda la cadena de valor.
Dado el enfoque de esta revista, este análisis se centra en el primer motor. Como señala tanto el informe Draghi como la Brújula de la Competitividad, uno de los factores que impide competir a las empresas europeas frente a sus principales competidores es el elevado precio de la energía. Por ello, el Pacto tiene un importante pilar que es el Plan de Acción para la Asequibilidad de la Energía y contribuya a lograr una verdadera Unión de la Energía.
Este Plan nos recuerda que los altos precios de la energía se deben a una combinación de factores:
• la alta dependencia de los combustibles fósiles que importamos,
• las ineficiencias y la falta de una integración completa en el sistema eléctrico, por lo que es necesario aumentar las interconexiones,
• la infraestructura de red,
• la integración del sistema energético y la flexibilidad del sistema y, finalmente,
• el aumento de los costes del sistema cubiertos por los peajes y una serie de tributos.
Para hacer frente a ello, se requiere una Unión de la Energía robusta, que a su vez necesita un mercado eléctrico integrado apoyado en una red interconectada y digitalizada.
También se necesita un régimen jurídico institucional cohesionado, un sistema energético descarbonizado que tenga la eficiencia energética como núcleo y un mercado gasístico más transparente, competitivo y que funcione correctamente, dado que el gas seguirá consumiéndose por algún tiempo más en Europa.
Para lograrlo, la UE tendrá que trabajar en los próximos años para reducir el coste de la energía, actuando en la configuración de la factura eléctrica.
Para ello, la Comisión anuncia que se diseñarán peajes y cargos más eficientes, se revisará la Directiva sobre Fiscalidad de la Energía que, entre otras reformas, incluirá el alineamiento de los impuestos de los productos energéticos con las políticas energéticas y climáticas de la UE.
También se favorecerá el aumento de la competencia entre los comercializadores.
Asimismo, se tendrá que reducir el coste del suministro de electricidad, y para ello, entre las medidas que se proponen, se vuelve a hacer hincapié en la necesidad de reducir los tiempos de procedimientos de autorización de los proyectos eólicos y solares, así como de la infraestructura de la red, algo que ya está contemplado en la Directiva de Renovables III y que muchos Estados miembro aún no han transpuesto, como es el caso de España.
Asimismo, para asegurar el funcionamiento correcto del mercado del gas la Comisión Europea ha establecido un Task Force específico. Una de las medidas que se prevé para el ahorro energético es continuar con el apoyo al programa de eficiencia energética para pymes (pequeñas y medianas empresas) del Grupo del BEI (Banco Europeo de Inversiones).
Asimismo, para completar la Unión de la Energía, la Comisión propone una batería de medidas que van desde el lanzamiento de una Task Force para ello, pasando por la publicación de un Libro Blanco para profundizar en la integración del mercado eléctrico hasta la presentación de un Plan de Acción para la Electrificación.
Para la aplicación de todas estas medidas se requiere una gran inversión, que habrá que atraer en los próximos años. Para ello, la Comisión propone un contrato tripartito entre el sector público (incluyendo las instituciones financieras), los desarrolladores de energía renovable y la industria, especialmente la electrointensiva. Veremos cómo afecta el incremento de gasto en defensa en este tipo de inversiones.
Al mismo tiempo, y tras la experiencia de los últimos años después de la invasión de Ucrania y su gran impacto en la seguridad energética, la Comisión se plantea aprender de la experiencia a través de un marco de seguridad energética, desarrollar y aplicar programas para reducir la demanda pico y aumentar de forma temporal las capacidades disponibles entre países.
La Comisión Europea se ha propuesto de nuevo un programa ambicioso para lograr la competitividad de nuestra economía, algo necesario en un mundo cambiante a cada minuto y con grandes retos geopolíticos. Si bien la descarbonización es una parte central que ofrece grandes oportunidades a nuestra economía solo cabe esperar que pueda lograrse y aplicarse eficazmente y no se quede en el papel.