Consideraba seguidamente que “a efectos prácticos como consumidor podría no importarnos el motivo, lo que queremos es pagar un precio razonable [de la energía]”.
No lo había leído todavía porque estaba demasiado entretenido con otros libros, y no se me había ocurrido el trágico desenlace que iba a tener esta pérdida de Rusia tan cerca de nuestras fronteras, con una sangrienta y cruel guerra genocida en Ucrania. Es un duro reality-check cuyos alcances todavía se están definiendo.
La guerra de Putin nos demuestra los perversos y desestabilizadores efectos que tiene nuestro sistema de precios. Financiamos con nuestra dependencia del gas a uno de los mayores oligarcas de Rusia, que según Bill Bowder, en su comparecencia ante el Senado estadounidense en el año 2017, con una fortuna estimada de 200.000 millones de dólares, es Putin. Y de paso se nos debilita la economía por el traslado del precio del gas al resto de la energía, notablemente la electricidad, mediante el sistema marginalista.
Un primer alcance es el planteamiento de mi anterior artículo: la reforma del sistema marginalista de formación de precios del pool eléctrico. Como argumenté en diferentes ocasiones, no considero este sistema adecuado para un mercado que alcanzará en las próximas tres décadas una composición de prácticamente sólo tecnologías renovables, sin costes marginales. ¿Cómo determinaremos su precio?
¿No sería mejor segmentar los mercados según producto ofrecido? ¿Uno para renovables, otro para los que no lo son?
El mercado de renovables podría tener un techo y un suelo, según su volumen, para permitir casar oferta y demanda basado en criterio de precio, sin que ello ofreciera la posibilidad windfall profits, y por su puesto sin que el mercado fuera capaz de arruinar sistémicamente a las energías renovables.
Insisto que es esencial hacer este trabajo ya, y organizar una transición previsible, que sería el segundo alcance del reality check.
Si la respuesta a la dependencia del gas ruso es más renovables, el cuándo de esta cuestión, es decir, su urgencia, se impone aún más. Está claro que el argumento de seguridad de suministro ahora lo entiende cualquiera, pero es importante insistir que con precios racionales, no desorbitados por tensiones geopolíticas, el autoabastecimiento sigue siendo más atractivo para España desde la perspectiva macro económica.
En sí tampoco es difícil acelerar la transición energética, para empezar podríamos centrarnos en transponer bien las directivas del paquete de invierno del año 2018, que ya las conocemos sobradamente, y cuyos plazos de transposición también ya finalizaron hace mucho tiempo.
¿Y si es más difícil de lo que parece?
Según Radboud Molijn y Suzanne Sule, en un artículo en el periódico neerlandés NRC, del día 21 de abril de este año, el oligarca Putin ve su presidencia como modelo de negocio, y a primera vista no ha tenido otra actividad profesional que le hubiera permitido amasar la fortuna que posee.
Argumentan desde la óptica clásica de la mayoría de las guerras, que no son sobre identidad cultural, sino sobre apoderarse de cosas que son de otro. Generalmente recursos naturales, a menudo aquellos que alimentan el motor de cualquier economía: el sector energético.
Citan el acuerdo que firmó el año pasado el entonces Comisario Europeo para Energía, Maroš Šefčovič, (ahora vicepresidente de Relaciones Interinstitucionales y Prospectiva), con el primer ministro ucraniano Denys Shmyhal, el Acuerdo Estratégico para la minería, producción y reciclaje sostenible de materias primas. Llama la atención lo que dicen sobre las reservas de REE (Rare Earth Elements o tierras raras), litio, cobalto, cobre, manganeso, titanio, níquel, etc. Sólo las reservas estimadas de óxido de litio de Ucrania supuestamente son de más de 500.000 toneladas, consideradas de las mayores del mundo. Según el citado artículo, en la actualidad la Unión Europea compra el 90% de estos materiales esenciales para fabricar baterías eléctricas, imanes, turbinas eólicas e incluso paneles fotovoltaicos a China. Con el Acuerdo Estratégico podría irse sustituyendo este proveedor por Ucrania, mucho más próximo, y con ambiciones de entrar en la Unión Europea. La mayor parte de estas reservas se encuentran en la zona del Donbass.
Se prevé que la demanda de estos materiales se multiplicará por cinco en las próximas décadas, acompañado por un declive de la demanda de gas y petróleo.
La economía rusa tiene más o menos el mismo tamaño que la de Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo juntos), pero tiene 145 millones de habitantes, y sufre de lo que se denomina “la enfermedad holandesa”, por el efecto que tuvo el descubrimiento de los yacimientos de gas para Países Bajos. En Rusia esta enfermedad se hizo crónica, y su economía, y su sistema oligarca, que depende en su práctica totalidad de ello.
Con la pérdida de Crimea Ucrania ya había perdido el 80% de sus reservas de gas y crudo, y el gas del yacimiento Yuzivska en el Donbass de Naftogaz (Ucrania) ya fueron confiscados por Rusia, y los trasladaron a Gazprom.
Putin actúa según la polémica teoría de Von Clausewitz, de polemología, donde la guerra es otro instrumento más para conseguir fines políticos. En el derecho internacional moderno se consideran ilegales este tipo de guerra de agresión, y de tiempos anteriores a derecho internacional. El oligarca Putin lo moderniza, y utiliza la guerra para la consecución de sus objetivos de negocio, más que políticos. Sospecho que para Putin, el oligarca apparatchik, la política es una fina capa de pintura cínica.
Es lamentable que se haya perdido Rusia de camino, pero ni esto, ni cualquier otra excusa puede justificar sus crímenes de guerra, y aplaudo que el Tribunal Internacional Penal de la Haya esté investigando los crímenes de guerra cometidos en Ucrania. Tanto la gente de Ucrania como de Rusia son víctimas de estos crímenes. No nos olvidemos que en términos de superficie, aunque sólo el 23% de Rusia está en Europa el 75% de su población vive allí, y ocupa el 40% de la masa territorial de Europa. Y Ucrania es después el mayor país del continente europeo, antes de Francia y España.
Lo que tengo claro es que Putin pretende reivindicar un rol duradero en nuestra transición energética, sea por la parte que vamos abandonando, que es el gas, o la parte a la que estamos migrando, las energías renovables, y su almacenamiento. También tengo claro que el rol de la Unión Europea en conseguir una seguridad de abastecimiento mediante el Acuerdo Estratégico es perfectamente legal, y también más que legítima, como por supuesto también veo las aspiraciones de Ucrania de entrar en nuestro mercado unificado.
El segundo alcance del reality check es igual de complicado en cuanto al control, o la influencia que seguirán tendiendo terceros países en nuestras economías, y ahora más que nunca hemos de tratar de defender tanto los valores civilizados que surgieron a raíz de la primera guerra mundial, como los intereses geopolíticos de toda Europa. Uno de los principales desafíos hoy es hacer la transición energética de forma civilizada en todo el planeta, y no puedo evitar ver la guerra en Europa desde esta perspectiva. Igual que durante la guerra fría nunca debemos perder la perspectiva de que los europeos en Rusia están siendo secuestrados por un apparatchik que ha convertido las instituciones de su país en su empresa personal, donde el dinero y poder en sí son el objetivo.
Esta idea está diametralmente opuesta a la purpose driven company, la empresa como vehículo para promover objetivos propios de la civilización, como es mitigar la crisis climática, poniendo el dinero al servicio de estos objetivos.