En la propuesta de Real Decreto, el gobierno del partido que mas daño ha hecho a la credibilidad jurídica de España, se apresura a escribir: “este sistema propuesto está alineado con las líneas propuestas de la Comisión Europea en su paquete de invierno, que recientemente ha dado a conocer (Energy package: clean energy for all the Europeans)” y en el que se determina que serán las subastas la forma de promoción de las renovables.
Es conocida la posición de la Comisión Europea contra las políticas de Feed-in-Tariff - FIT que tan buenos resultados han tenido en todos los lugares donde se han llevado a cabo para acelerar la transición hacia el 100% de energía renovable. No ha existido, hasta el presente, ninguna política de introducción de las tecnologías renovables más efectiva que las que, desde la iniciativa ciudadana y local, se fueron desarrollando en Dinamarca y Alemania, llegando a sus respectivos Parlamentos, y se copiaron, más o menos acertadamente, en muchos países.
Pero, desde finales de los años 90, la Comisión Europea ha manifestado reiteradamente su creciente hostilidad a las políticas FIT, que han permitido la entrada de nuevos actores en los mercados de la energía. Y no solo eso, sino que las políticas FIT han hecho posible un rápido despliegue de las renovables, con la consiguiente oposición de los actores energéticos convencionales (los antiguos monopolios, hoy reconvertidos en oligopolios). Mediante este gran y rápido despliegue, se ha posibilitado el desarrollo de nuevas industrias de equipos, la innovación tecnológica se ha disparado y las grandes empresas energéticas se han visto forzadas a tratar equitativamente a los nuevos entrantes en un negocio (el de la energía) que ellas creían, y algunos aún creen, que es suyo y únicamente suyo.
Pero, entonces ¿porqué la burocracia de la Comisión Europea es hostil, y actúa contra, las políticas FIT? La Comisión Europea empezó a decir no a las políticas FIT allá por el año 1997 y mucha gente creemos que esta opción (hostilidad contra las políticas FIT) es, de alguna manera, una decisión ideológica, pues la Comisión ha hecho la opción de imponer un mercado único de la energía a nivel europeo, considerando que ello es lo más importante y que sus mejores aliados en este asunto son las grandes empresas oligopolísticas de la energía. En el lenguaje que utilizan, tanto la Comisión Europea como los directivos de las grandes corporaciones de la energía, siempre hablan del ‘mercado libre de la energía’ cuando lo que realmente buscan es el mantenimiento del statu-quo de oligopolios energéticos. Pretenden aparentar que ello es para aumentar la ‘competitividad’, cuando en realidad imponen el dominio avasallador de unos pocos, eliminando la competencia de muchos.
Mi experiencia personal, junto a la de otras personas, me ha demostrado y convencido que la mejor forma de garantizar mercados realmente libres, cada vez más libres, son las políticas FIT, que han hecho posible que en algunos países cientos de miles de ciudadanos sean propietarios de sistemas de generación solar, eólica, biogás, etc. Las políticas FIT garantizan la libertad para todos los actores, no la libertad para un reducido grupo de ellos.
Las políticas FIT han hecho posible que la riqueza que se crea mediante las tecnologías para la captación, transformación y uso de la energía que contienen los flujos biosféricos y litosféricos se reparta entre muchas más manos que las de unas pocas empresas. Y eso es lo que duele a las antiguas empresas monopolistas de la energía.
Ante este avance de la democracia energética, la burocracia de la Comisión y sus aliados empresariales no han dudado en imponer las subastas como mecanismo para desarrollar las renovables. Mecanismos a los cuales solo tienen acceso las grandes empresas impidiendo de esta manera que la ciudadanía, de forma individual y/o colectiva, pueda ser la principal actora en los mercados de la energía.
La energía, desde el momento en que deja de ser un bien común, y como tal al alcance de todo el mundo, y pasa a ser una mercancía, se convierte en un mecanismo de extracción de riqueza, tanto de territorios como de sociedades humanas, y de apropiación, en manos de minorías, de la riqueza generada, creando relaciones de poder (dominio sobre sociedades y sistemas naturales), desigualdad (acceso a la energía, pobreza energética), injusticia (expolio de territorios), etc.
Hoy, con las tecnologías renovables, se ha abierto la puerta a modificar la situación heredada del siglo XX. Y ello es posible mediante la democratización de la energía, ejerciendo la democracia en el campo de la energía. Hoy ya es posible que las personas procedan a la apropiación social de las tecnologías que permiten la captación, transformación y uso de la energía que contienen los flujos biosféricos y litosféricos. Pero ¿estarán las sociedades humanas actuales a la altura del reto que tienen ante sí?
Estoy convencido que las subastas, por más que las califiquen como ‘competitivas’ y tecnológicamente ‘neutrales’, nunca nos ayudaran a abrir la puerta de la democracia energética en nuestro país, más bien la impedirán.
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