La continuidad de esta tendencia llevará a producir grandes migraciones; que serán más importantes en las zonas geográficas más afectadas por las sequías. En la última cumbre de Naciones Unidas COP 28 se cita que el 98% de los 32,6 millones de desplazados en 2022, eran debidos a desastres relacionados con el agua, inundaciones, tormentas y sequías
En España la falta de agua se está manifestando de manera especial en las comunidades situadas más al este y sureste de la península como son: Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía. Estas comunidades tienen en común el ser mediterráneas.
Además, en la citada cumbre precisamente se ha apuntado expresamente a esta zona del Mediterráneo como especialmente perjudicada por las sequías; haciendo referencia a las restricciones de agua en ciudades y a las pérdidas en la agricultura y en la producción hidroeléctrica.
El déficit hídrico en toda esta franja es un drama cotidiano en la información de estos últimos años. Hay protestas y alarmas frecuentes de los agricultores de levante clamando por agua. Los problemas de los humedales como los de La Manga, L´Albufera, Doñana y las Tablas de Daimiel no solo son debidos al defectuoso control de los vertidos humanos, sino también y de manera preocupante por la reducción de los aportes hídricos. En este sentido, es incomprensible la batalla de los regantes contra dichos aportes, especialmente a los caudales ecológicos de los ríos.
Con la perspectiva de que se termine extendiendo la falta de lluvia a la zona norte de la península, e incluso a los países de Centroeuropa como sucedió el pasado año, es impensable que se tomen decisiones para acometer trasvases entre cuencas de diferentes comunidades autónomas.
Incluso en la situación tan crítica en que se encuentra Barcelona para su abastecimiento urbano, las autoridades competentes no terminan de aprobar hacer infraestructuras, de relativa menor entidad como una tubería, para traer agua de la zona norte de la propia Cataluña. Incluso hay oposición a carísimos aportes por barco desde el propio Ebro. Cuanto más a hacerlo desde Aragón.
No solamente el agua es necesaria para la vida, sino que impregna toda la economía, pudiéndose cuantificar el “valor añadido” que produce para las diferentes actividades económicas. En agricultura existen estudios detallados para los diferentes cultivos. Sería interesante tenerlos cuantificados para las diferentes actividades económicas.
La cuantificación permitiría zonificar el valor añadido geográficamente a nivel nacional en un atlas. Se acompañaría con un detalle por zonas de los “costes de sobrexplotación” conducentes a la desertización. Este último parámetro podría operar de límite infranqueable para la gestión integral del agua.
Para enfrentar el problema de las sequias propongo introducir el concepto del “coste del agua dejada de servir”. Definido este, como los daños económicos y medioambientales ocasionados por interrumpir el suministro de agua para cada zona geográfica; en función del tiempo y cantidad de agua perdida por la interrupción.
Sería interesante disponer, aquí también, de un mapa de las regiones amenazadas por la sequía zonificándolas, atendiendo este parámetro. Toda esta información sería muy interesante tanto en la gestión tradicional del agua en cuanto a su uso como en la toma de decisiones de inversión en: presas, canales, trasvases, etc.
Pero con la intensificación de las sequías y el aumento de las temperaturas se hace necesario introducir un nuevo concepto como el “seguro de suministro de agua”. Es decir, tener un suministro seguro de agua no sujeto al albur de la climatología. Basándose en el agua de mar, que no va a faltar, y en las tecnologías de desalación.
Este seguro debe servir para: cubrir las necesidades propias de las personas; evitar efectos traumáticos en la economía; permitir el desenvolvimiento social; rellenar acuíferos y paliar la desertización.
Porque no estamos hablando de aprovisionamientos estáticos pendientes de ser usados cuando haya sequias, sino suministros constantes para conseguir una mejor dotación de agua. La cual, bien aprovechada, proporcionará riqueza no solo con su consumo sino también con el bien preciado por la economía como es la seguridad.
Además, en la coyuntura a la que nos enfrentamos en España, en la que se superponen los problemas de la canibalización de las renovables nos debe llevar, ahora sí, a “hacer de la necesidad virtud”.
(Continuará)