“Con una inclinación del anemómetro de 15 grados en una torre de medición de recurso eólico puedes estar cometiendo errores de hasta 60 millones de dólares en un parque de cien megavatios (100 MW) de potencia instalada y 3.000 horas de viento al año”. La observación es de Joseba Ripa, responsable de Desarrollo de Negocio de DEWI/UL para España y Latinoamérica. La empresa organizó un seminario sobre desarrollo, operación y extensión de parques eólicos la semana pasada en Madrid.
Las campañas de medición de viento no son baratas. Un mástil de medición durante un año puede costar unos 50.000 euros, por ejemplo. Y esta es la causa fundamental de que se acaben cometiendo errores. Pero pasarlos por alto para tratar de ahorrarse un dinero en estos trabajos previos de caracterización del recurso puede traducirse en pérdidas millonarias al cabo de 20 o 30 años de vida útil de un parque eólico.
“Por eso hay que insistir en mantener la calidad de las mediciones para disminuir las incertidumbres. Y dejar de emplear tanto esa palabra mágica: extrapolación. Si el aerogenerador va a estar a 100 metros de altura pero yo mido a 60 metros para ahorrarme un dinero en el mástil y pretendo luego extrapolar los datos desde los 60 m a los 100 estoy asumiendo muchos riesgos”.
Falta de transparencia
La calidad de las herramientas empleadas hoy en día dista mucho de las que se utilizaron antes de instalar los primeros parques eólicos en nuestro país. Pero hay otro motivo que contribuye a perpetuar los desvíos entre lo proyectado y lo producido. “Es la falta de transparencia. En Alemania los productores están obligados a hacer pública la producción real de sus parques eólicos. En España no es así. Y eso es malo para la industria porque podríamos movernos todos con menos incertidumbres”, apunta Ripa (ver entrevista publicada en junio de 2016). Esa falta de transparencia impide que se puedan conocer datos precisos sobre la incidencia real del problema.
La cantidad de cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de hacer mediciones eólicas es asombrosa. Si hablamos de torres o mástiles de medición, la herramienta más habitual para este tipo de tareas, esas cuestiones pasan por una adecuada calibración de los anemómetros que luego van montados en la torre a distintas alturas. Un aparato mal calibrado puede introducir un 4% de error en velocidades de viento bajas.
También hay que tener muy en cuenta que el anemómetro situado en la punta de la torre –el más importante de todos– esté bien instalado. Porque, por ejemplo, si hay otro anemómetro situado cerca en el mástil podría provocar perturbaciones que hicieran que los datos recogidos sean inexactos. Tampoco conviene olvidarse de la llamada ‘declinación magnética’, un efecto provocado porque las coordenadas geográficas de la Tierra no coinciden exactamente con las coordenadas magnéticas. En España la declinación es de 0 grados. Pero en países como Chile hay declinaciones de hasta 12 grados.
Hay zonas del planeta, especialmente las cercanas al Ecuador, donde se ha visto que los datos de viento pueden variar un 10% de un año a otro. Si mides en un año muy ventoso puedes cometer errores graves por exceso de optimismo que, a la larga, no se va a cumplir.
El cambio climático ha puesto en alerta a los expertos en medición de viento. “Aunque –reconoce Joseba Ripa– ahora mismo nadie sabe exactamente cómo puede influir. Pero es evidente que los cambios en el clima pueden suponer que en los próximos años haya zonas con más o con menos viento que hoy en día. Por ahora, es una incertidumbre”.