– El Grupo Enercoop impulsó en 2018 la primera iniciativa de comunidad energética promovida en España. ¿Qué ha cambiado desde que se presentó el proyecto?
Nuestra idea de desarrollo de una comunidad energética empezó a gestarse a finales de 2018 en el municipio de Crevillent (Alicante), donde tenemos nuestra sede. Un año más tarde, en noviembre de 2019, el proyecto fue presentado públicamente bajo el nombre de Comptem (COMunidad Para la Transición Energética Municipal), en colaboración con el Ayuntamiento de Crevillent, y comenzó a ejecutarse nuestra primera instalación piloto de autoconsumo colectivo, situada en la pedanía crevillentina de El Realengo.
Esa primera experiencia fue muy ambiciosa, tanto por sus características técnicas –120 kWp y 240 kWh de almacenamiento en baterías de ión-litio– como por su integración en el entorno urbano, ya que se tuvo que levantar una marquesina de 600 m2. Además, suponía darle forma a un nuevo modelo desde el punto de vista técnico, económico, normativo, jurídico y social. Y todo ello, con el reto añadido de la pandemia y el confinamiento en marzo de 2020, a pesar de lo cual las obras pudieron finalizarse en el plazo previsto. Por su componente innovador, este proyecto fue apoyado por la Unión Europea bajo el programa Horizon 2020, concretamente en el proyecto Merlon, centrado en comunidades energéticas con almacenamiento energético. A este apoyo lo han seguido otros, a través de los programas Horizon Europa y LIFE, que nos ayudan a desarrollar conocimiento y a compartir con otros países.
Tras el necesario proceso de aprendizaje, hemos ido replicando este modelo, al que denominamos sistema de autoconsumo celular, a todo el municipio de Crevillent, donde ya tenemos casi 1 MW de instalaciones de autoconsumo colectivo en funcionamiento y alrededor de 1.000 viviendas asociadas (unas 3.000 personas). Más allá de eso, estamos complementando el modelo con microplantas de generación solar fotovoltaica, entre 1 y 5 MW, situadas en zonas periféricas de la población, lo que nos permite crecer en otra escala de potencia. De hecho, ya tenemos una planta finalizada que será presentada en un plazo muy breve.
En realidad, nuestro proyecto de comunidad energética local se ha convertido en la práctica en un “living lab” de innovación donde desarrollamos soluciones factibles que posteriormente aplicamos en otros territorios. Siendo humildes, lo que hacemos al innovar es equivocarnos y, por tanto, aprender.
– A escala estatal, ¿cuál es el panorama actual de las comunidades energéticas?
Mucho han cambiado, afortunadamente, las cosas desde el año 2018. En la actualidad, las comunidades energéticas están en plena efervescencia, y esto es fruto de las experiencias de éxito que se han desarrollado en España y de las intensas actuaciones de fomento que se están llevando a cabo por el Gobierno de España, a través del Ministerio para la Transición Ecológica y del IDAE, y por las Comunidades Autónomas. Así se ha generado un ecosistema muy sano e ilusionante que permite que se pongan en marcha muchas iniciativas que persiguen un objetivo primordial, que es que la transición energética sea, también, socialmente sostenible.
Pero no debemos quedarnos solo en la tecnología y, menos aún, en limitarnos a producir energía, que es el punto de partida, no la línea de meta. Las comunidades energéticas locales (CEL's) están naciendo en clave de producción, porque ahora es lo urgente, pero evolucionarán en clave de gestión de la demanda, almacenamiento, flexibilidad y agregación. No lo olvidemos: en las CEL's, más tecnología y menos ideología.
Al margen de las políticas públicas de fomento, a través del programa CE-Implementa del IDAE y otros programas autonómicos, que están siendo determinantes, también desde el punto de vista normativo se ha avanzado, aunque quizás no lo suficiente, por lo que los agentes públicos deben seguir trabajando en ese sentido. No obstante, quedan cosas por escribir en el BOE, sí, pero no tantas. No nos empachemos regulando, que podría ser contraproducente, mejor tener un marco abierto y flexible que un corsé demasiado ajustado. Mejoremos, si acaso, la tramitación: más declaraciones responsables y menos autorizaciones.
Planta solar de 4 MW de Luzem–San Antonio, en Requena (Valencia), promovida por Grupo Enercoop y Caja Rural Central, que mantienen una alianza estratégica para desarrollar plantas fotovoltaicas de tamaño medio
Como reivindicaciones, por ejemplo, centrándonos en las instalaciones de autoconsumo colectivo, se amplió su radio de acción de 500 m a 2.000 m para instalaciones sobre cubierta y se permitió compartir energía en niveles de media tensión, pero sigue estando limitado para instalaciones en suelo, y debemos perseguir que eso cambie. En el RD 244/2019, para instalaciones en suelo, donde dice 500 m, que diga 5.000 m, con un límite de 5.000 kW de potencia. El binomio 5 km + 5 MW no suena mal, ¿verdad? Ampliar la distancia para compartir energía y poder hacerlo no solo en cubiertas sino también en instalaciones en suelo supondría un cambio radical, con el que conseguiríamos que las comunidades energéticas crecieran a otro ritmo, en saltos de megavatios y no en saltos de decenas de kilovatios, como es en la actualidad. Tiene todo el sentido del mundo puesto que las leyes de Kirchhoff no fallan y la energía que se produce en un punto se distribuye físicamente alrededor del mismo, como si de una mancha de aceite se tratara. Con este cambio tendríamos, sin duda, el marco más favorable de Europa, y daríamos el “sorpasso” a nuestros vecinos portugueses y franceses que, todo sea dicho, tampoco lo están haciendo mal.
En cuanto a la introducción de la figura de gestor de autoconsumos colectivos, ha sido muy procedente y todavía lo es más que este rol se pueda llevar a cabo a través del representante de una comunidad energética, que actúa como interlocutor, lo que valoramos muy positivamente.
– Dice que están replicando en toda España su experiencia en comunidades energéticas, ¿cómo lo hacen?
El Grupo Enercoop es una organización integrada verticalmente que está presente en toda la cadena de valor de la energía, tenemos producción renovable en España y Portugal, tanto fotovoltaica como minihidráulica, distribución de energía eléctrica en Alicante, comercialización y agente representante de mercado en todo el territorio nacional y servicios de consultoría, asesoramiento y montaje de instalaciones renovables y movilidad eléctrica. Y ello, con una estructura de tamaño medio compuesta por un equipo de 55 profesionales, lo que nos permite que el conocimiento fluya entre las diferentes áreas de la empresa. Esta visión panorámica 360º nos aporta un valor capital con vistas al enfoque de los proyectos de comunidades energéticas.
Nuestro proyecto inicial en Crevillent tuvo mucho eco mediático y fueron múltiples las iniciativas que nos contactaron para que los acompañáramos en sus proyectos. Este interés se acentuó desde septiembre de 2021 cuando Teresa Ribera, ministra y vicepresidenta tercera del Gobierno de España, visitó Crevillent para conocer nuestro modelo y aprovechar nuestro marco para presentar públicamente los programas del IDAE CE-Implementa, CE-Aprende y CE-Planifica para el impulso de CEL’s.
Desde entonces, estamos ofreciendo un servicio de consultoría integral para tutelar nuevas comunidades energéticas con proyectos en toda la península, e incluso en las islas. Estamos presentes en las tres provincias de la Comunidad Valenciana, en Castilla-La Mancha, en las islas Canarias, en Galicia o en Extremadura. Entre los servicios más destacados para el sector público se encuentran los prestados a la Diputación de Ourense, al Cabildo de Gran Canaria y a más de 30 ayuntamientos, entre los que existe algunos de un tamaño considerable, como Ibi, Santa Pola o Almoradí en la provincia de Alicante, o el de Alcorcón, en la Comunidad de Madrid. En cuanto a iniciativas privadas, estamos muy presentes en el sector agroalimentario, en el que trabajamos con iniciativas de comunidad energéticas promovidas por cooperativas, que evolucionan de forma natural hacia esta nueva fórmula, con alianzas con federaciones sectoriales o con cooperativas de segundo grado, como Coarval en la Comunidad Valenciana, o Uteco-Toledo en Castilla-La Mancha.
Finalmente, también ayudamos a pequeñas distribuidoras eléctricas, como la de Biar (Alicante), donde no trabajamos con instalaciones de autoconsumo colectivo sino con microplantas de producción a pequeña o mediana escala. A todos ellos prestamos servicios de asesoramiento técnico, jurídico, administrativo, divulgación/comunicación, dinamización social y gestión de ayudas. En total, son alrededor de 60 las iniciativas a las que hemos o estamos acompañando.
También gestionamos nuestra propia Oficina de Trasformación Comunitaria (OTC), apoyada por el IDAE, que actúa en toda la Comunidad Valenciana, además de prestar servicios de asistencia a otras OTC’s a lo largo de toda España.
– ¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrentas las comunidades energéticas en los próximos años?
Una vez hechos los deberes en el impulso a nuevas comunidades energéticas, con centenares de iniciativas en diversas fases de maduración y otras ya puestas en marcha, ahora llega el momento de aportar soluciones para su gestión. Es lo que nosotros denominamos “el día después”.
No olvidemos que el objetivo de una comunidad energética no es solo constituirse como tal y ejecutar instalaciones, mayoritariamente fotovoltaicas, sino que deben funcionar correctamente y repartir la energía producida de forma óptima entre sus miembros. Para ello, se necesitan soluciones técnicamente posibles, comercialmente viables y económicamente rentables. Y, además, estas soluciones deben ser suficientemente versátiles para adaptarse a cualquier modelo, ya sea de pago por uso o de aportación inicial, tipo de promotor, público o privado, o sistema de asignación de energía, ya sea un reparto puro o solidario.
Para esta etapa del “día después” ya no son tan relevantes las cuestiones técnicas, jurídicas o administrativas, que pasan a un segundo plano, sino más bien debemos centrarnos en otros aspectos, como la comercialización de energía o contar con herramientas tecnológicas o plataformas de gestión y proceso de datos. De este modo, tenemos una visión de las comunidades energéticas con alto valor tecnológico, puesto que esta vertiente es tan importante como la social.
Por ejemplo, a nivel de partners colaboradores en comercialización de energía, trabajamos con cooperativas de consumidores o impulsoras de comunidades energéticas en diferentes regiones de España, como La Solar (Región de Murcia), Astuenerxía (Asturias), Seneo (Valencia) o Emasp-Red de Comunidades Energéticas (Navarra y País Vasco). Esta última está orientada 100% a la creación comunidades energéticas, ya son varias decenas las que han desarrollado, y desde el Grupo Enercoop les ofrecemos una opción de comercialización ajustada a las necesidades de sus miembros y ayudándoles a que la activación de sus autoconsumos colectivos sea ágil y exitosa. También aportamos soluciones de comercialización directamente a CEL’s, como es el caso de la promovida en el municipio de Godall (Tarragona), la última en entrar en nuestra cartera.
Por lo que se refiere a herramientas tecnológicas para la gestión, la clave está en la digitalización. Hemos desarrollado una plataforma de gestión de comunidades energéticas a partir del conocimiento adquirido en proyectos propios o de innovación europeos, en colaboración con nuestro partner especializado en software energético Zataca Systems. Esta herramienta, una de las primeras desarrolladas en España, ya está testeada y operativa y está en funcionamiento en varios proyectos.
– ¿Qué diferencia a una comunidad energética de otras formas de producción de energía a partir de fuentes renovables?
Alcanzar un modelo propio de desarrollo de las energías renovables en España es cosa de todos. Ante todo, debemos tener presente que venimos de una dramática crisis de precios de la energía que nos ha recordado que Europa no es viable sin energía. Son solo 6 palabras, pero dicen mucho.
Desde el Grupo Enercoop defendemos un modelo equilibrado en el que convivan plantas de producción de mayor potencia, pero poco numerosas, con plantas de potencia pequeña y mediana y de autoconsumo distribuidas a lo largo del territorio. No se trata más que aplicar la ley de Pareto o del 80/20, tan presente en muchas ramas de la economía. Como es bien sabido, en el justo medio está la virtud, y los proyectos de producción renovable de tamaño medio tienen muy buen encaje en nuestro territorio.
En relación con ello, tenemos una alianza estratégica con Caja Rural Central, con sede en Orihuela (Alicante), con quienes desarrollamos plantas fotovoltaicas de tamaño medio con seguimiento solar y módulos bifaciales, con una potencia de referencia de 5 MW. Igualmente, estamos trabajando con nuestro partner Tranesol en la promoción de plantas agrivoltaicas, una tecnología muy interesante que permite compatibilizar la producción energética con los cultivos. En este modelo equilibrado es en el que confiamos desde el Grupo Enercoop, como una formidable alternativa que puede convivir, perfectamente y con naturalidad, con otro tipo de actuaciones, también necesarias en el actual escenario de transición energética. Un escenario que debemos afrontar con ilusión y responsabilidad.
Si, además, los proyectos se desarrollan con sello local y son promovidos por y para la sociedad y el tejido económico de la zona, y se conciben con suficiente sensibilidad para respetar el entorno natural y a las personas que lo habitamos, pues miel sobre hojuelas.
Me preocupa la controversia social que están levantando algunos proyectos de energías renovables. Sin embargo, en la otra cara de la moneda están las comunidades energéticas, que gozan de gran aceptación social. Nunca he visto una noticia en contra de una comunidad energética, circunstancia que debemos tener muy presente. Las comunidades energéticas son una alternativa más al desarrollo de las energías renovables que puede convivir con otras modalidades. No compiten entre ellas, se complementan.
Pero cuidado, no todos los modelos de gestión colectiva de la energía son CEL's. En las comunidades energéticas la sociedad está siempre en el centro del modelo, al contrario que en otras propuestas, que más bien parecen marketing disfrazado de filantropía, que pueden ser legítimas y también aportan a la transición energética, pero son otra cosa.
Finalmente, debemos reconocer que la transición energética está siendo fuertemente asimétrica y desequilibrada, tanto por territorios como por segmentos sociales. Por poner un ejemplo, mi propia madre, que tiene una pensión de viudedad, no tiene en su agenda gastarse 6.000 euros en una instalación de autoconsumo o 35.000 en un vehículo eléctrico, pero ha podido “transitar” participando en una comunidad energética. De lo que no hay lugar a dudas es que las comunidades energéticas hacen posible que la transición energética sea socialmente sostenible y permiten un acceso universal a las energías renovables.
Esta entrevista ha sido originalmente publicada en nuestra edición de papel (ER234, septiembre de 2024), que puedes descargarte gratuitamente aquí