¿Qué es la Comisión de Transición Ecológica y Reto Demográfico?
Es una Comisión que reúne las materias de lo que antes fueron las comisiones de Cambio Climático, la parte medioambiental de la Comisión de Agricultura, y la parte energética de la Comisión de Industria. Todas ellas se han fusionado en una única comisión, que acumula competencias que antes estaban repartidas. Es una Comisión que hacía falta, porque es importante que se vea claramente que hay una vinculación entre el cambio climático y la política energética, o entre la biodiversidad y el cambio climático.
Muchos frentes... ¿Dónde está el principal, el más relevante?
Ahora mismo lo más importante, lo más relevante, es la tramitación de la Ley de Cambio Climático. Hemos aprobado una primera ley en esta legislatura, que fue la Ley de los Derechos de Emisión, que fundamentalmente es la trasposición de una directiva europea. Y ahora estamos con la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Estamos en el proceso de debate de las enmiendas. Se han presentado nada menos que 750, que son muchas para una ley. Y entramos ahora en los días de debate de esas enmiendas, lo que nos llevará un mes o algo más. Si todo va bien, la Ley podría ser aprobada la próxima primavera.
Bien, dos leyes, referidas a dos asuntos íntimamente ligados: los Derechos de Emisión y el Cambio Climático. ¿Es un fracaso o no el hecho de que España emita hoy más gases de efecto invernadero que en 1990 (un 9% más), cuando la UE emite un 24% menos?
Eso es consecuencia de la falta de compromiso ambiental de los últimos gobiernos de España, que no solo no pusieron interés en reducir las emisiones, sino que además pusieron obstáculos a aquellas tecnologías que podían reducirlas, como es el caso de toda la legislación contraria a las energías renovables. Y, efectivamente, nada puede justificar que estemos por encima, muy por encima, de lo que ha sido la reducción que se ha producido en la Unión Europea.
La primera Ley de Cambio Climático de la Unión Europea la aprueba Reino Unido en el año 2008. España no tendrá la suya hasta 2021. ¿No es quizá excesivo ese atraso?
Sí, ya lo he comentado en alguna ocasión. Mientras el Reino Unido estaba trabajando en su Ley de Cambio Climático, aquí estábamos hablando de las declaraciones de Rajoy sobre su primo. Pero digo más: todavía en 2012, escuchábamos al portavoz del Partido Popular, a Rafael Hernando, en la tribuna del Congreso, diciendo que el cambio climático era como la profecía de los mayas... Desgraciadamente, la derecha española ha estado anclada en un negacionismo que ha retrasado muchísimo la acción contra el cambio climático. Durante los años en que gobernó, aquí no se actuó como se estaba actuando en los demás países europeos. Todo lo contrario, se cortó de cuajo el despegue de las energías renovables, que estaban despuntando, y se produjo un parón que tuvo consecuencias económicas y sociales, y que nos ha retrasado mucho en ese debate. En 2015, cuando yo llegué al Congreso, ya se hablaba de Ley de Cambio Climático, pero lo cierto es que el Partido Popular fue incapaz de presentar una ley en casi siete años de gobierno... Paradójicamente, presentaron un proyecto de Ley 20 días después de la moción de censura, 20 días después de perder el gobierno. Sí, vamos con mucho retraso, pero creo que ahora estamos llegando al final. Y, en ese sentido, creo que ha sido bastante decisivo el trabajo que se hizo desde Unidas Podemos, cuando elaboramos nuestro proyecto de Ley, en la anterior legislatura, a mediados de 2018, con muchísimos colectivos sociales.
López de Uralde dice que la derecha española ha estado “anclada en el negacionismo”. Ahora parece que los negacionistas son menos, o quizá que sus discursos se enfrentan a una sociedad civil más sensibilizada. Pregunto: ¿es el “no al impuesto al diésel” otra manifestación de negacionismo?
Bueno, lo primero que me gustaría es hacer una reflexión sobre el negacionismo, y sobre su evolución. Hace unos años, el negacionismo trataba de dar una base científica a sus planteamientos, algo que ha sido desmontando con mucha contundencia. Hasta el punto de que hoy se puede decir que no existe un negacionismo científico, porque una mayoría abrumadora de la comunidad científica considera que el cambio climático está causado por la acción humana, y eso es difícilmente rebatible desde el punto de vista científico.
Sin embargo, ahora asistimos a un negacionismo político, que tiene que ver con el trumpismo y con el discurso de las fake news. Es un negacionismo que se aprovecha de que es mucho más fácil escuchar cosas como que en realidad no pasa nada con el clima, o que en realidad esto es una agenda progre... Eso es mucho más fácil, digo, que tener que asumir que estamos en un escenario de cambio climático, y que a lo mejor hay que dejar de hacer muchas cosas que ahora estamos haciendo. Se trata de un negacionismo político, quizá incluso mucho más peligroso que el que teníamos en los años 90.
O sea, que, en la batalla del diésel, estamos asistiendo entonces a otra manifestación de negacionismo…
Sí, efectivamente. Sin duda es el ejemplo de lo que estoy diciendo. Negacionismo político: sabemos de manera fehaciente, porque está más que comprobado, que el diésel es un combustible especialmente contaminante en las ciudades, por la emisión de micropartículas y demás, y… ¿ qué ocurre ahora? Pues que ya no se puede fundamentar la oposición a la igualación del precio del diésel y la gasolina [el diésel está menos gravado fiscalmente que la gasolina] en criterios científicos. Así que ahora se basa en criterios puramente demagógicos, argumentos que van desde que queremos poner un impuesto a la clase trabajadora... a que vamos a destruir la industria española del automóvil. En realidad, los cambios que se están produciendo van muchísimo más rápido. Reino Unido ha prohibido la venta de coches de combustión a partir de 2030. Pues bien, esa es la verdadera amenaza para nuestra industria, una industria que exporta la mayor parte de sus automóviles. Por eso digo que este nuevo discurso negacionista (que ya no apela a lo científico porque no puede) es muy dañino para nuestra industria, porque impide la innovación y el desarrollo que necesitamos. Y yo creo que, si seguimos por ahí, estaremos abocados a una crisis en la industria automovilística, crisis derivada de no haber previsto lo que todos sabemos que está ocurriendo y que va a ocurrir.
Hace diez años, Equo, que daba sus primeros pasos, decía cosas como que “las ayudas a la industria del automóvil son un disparate ecológico”. El Gobierno del que forma parte Unidas Podemos acaba de aprobar, al calor de la crisis Covid, ayudas multimillonarias para la industria del automóvil. ¿Cómo lo ve ahora el diputado Juan López de Uralde?
Hay que matizar. Son un disparate ecológico las ayudas que no tengan una finalidad de cambio de esa industria. Lo que nosotros denunciábamos, y lo que yo sigo pensando, es que no se deben dar ayudas que no sean finalistas, que no sirvan para ayudar a la industria a cambiar de modelo. Dar dinero a fondo perdido simplemente para seguir haciendo lo mismo, cuando sabemos que lo que se está haciendo tiene los días contados, pues es... tirar el dinero.
El Ministerio para la Transición Ecológica, a través del IDAE, está subvencionando con hasta 15.000 euros la compra de camiones de gas. ¿Esa es la solución?
No. Yo creo que el gas es un camino equivocado. Se ha incidido demasiado en el discurso del gas como “combustible de transición”, y al final nos puede llevar a un callejón sin salida. La solución es un tránsito del modelo actual hacia un modelo basado al 100% en las energías renovables, y, en el caso del transporte, hacia la electrificación, fundamentalmente... Transport & Environment ha publicado estos días un informe muy interesante en el que dice que el vehículo ligero tiene que electrificarse, y que el hidrógeno habrá que utilizarlo en otros medios de transporte: el transporte pesado, el marítimo o la aviación. Yo creo que es por ahí por donde va la solución. El gas se reinventa a sí mismo permanentemente, para mantenerse vivo, pero yo creo que hay que ir un paso más allá de esa idea del “combustible de transición”. Porque no tenemos tiempo para esa transición. Hay que ir directos al modelo renovable.
La larga espera de una Ley de Cambio Climático, el freno al incremento de la presión fiscal sobre el diésel (del que incluso ha presumido el PNV, que le vino a decir al Gobierno que no apoyaría los Presupuestos si forzaba esa presión fiscal), las ayudas generosas a la movilidad con gas... ¿No estamos yendo demasiado despacio?
Sí. Yo creo que ese es el principal problema que tenemos: que vamos demasiado despacio. Pienso que el cambio se está produciendo, pero que va demasiado lento. Y el tiempo es un factor clave en esta lucha. Recuerdo muy bien en ese sentido la Cumbre de Copenhague (entonces yo estaba en Greenpeace), y recuerdo muy bien que valorábamos como un desastre total el fracaso de aquella cumbre, porque suponía una pérdida de tiempo irreparable. Ese era nuestro principal lamento. Y, bueno, los hechos lo han confirmado. El fracaso de Copenhague supuso un retraso de cinco años, hasta que llegamos a París. Y ese es tiempo que se va perdiendo. Y, mientras tanto, el carbono se acumula en la atmósfera.
Esa es la realidad. Y no estamos para perder tiempo. Cuando me preguntan qué es lo más relevante que hice en Greenpeace, yo siempre digo que fue el documento España 100% Renovables. Cuando sacamos aquel documento, en el año 2007, precisamente en el año del primo de Rajoy, nosotros, en Greenpeace, ya estábamos diciendo que era posible un modelo energético basado al 100% en las energías renovables, y no sé si te acordarás, pero nos pusieron de chupa de dómine. Todo esto ya estaba ahí entonces. Pero también estaban ahí los intereses, que siguen estando, de las industrias de los combustibles fósiles, que ponen muchas dificultades para avanzar. Eso... y la falta de conciencia política también.
Otro palo. Unidas Podemos solicitó el pasado mes de mayo la reversión al Estado de las centrales hidroeléctricas cuyas concesiones vayan caducando. Lo hizo habida cuenta de una sentencia de la Audiencia Nacional que hace firme el criterio de que el límite de 75 años para la explotación de las centrales hidroeléctricas por parte de las compañías privadas titulares de sus concesiones supone un “plazo máximo improrrogable”. ¿En qué situación nos encontramos en lo que a eso se refiere?
Nosotros hicimos una propuesta en nuestro programa electoral (que desgraciadamente no se introdujo en el programa de gobierno porque el PSOE no la aceptó) que era la creación de una empresa pública de energía. Yo sigo pensando que esa empresa es necesaria, y creo que una de las herramientas que podría tener esa empresa pública es la recuperación de las concesiones hidroeléctricas, porque cuando caducan efectivamente tienen que revertir al Estado. Y esto no está ocurriendo. Seguimos reclamando ese cambio, igual que seguimos reclamando otros cambios en política energética que esperamos que con el tiempo se vayan poniendo en marcha. Muchos países europeos tienen entes públicos de energía, y creo que pueden ser herramientas muy buenas para acelerar la transición energética.
¿Y por qué no hay una empresa pública de energía en España?
Por el afán privatizador del Gobierno de Aznar, que terminó con cualquier resquicio de empresa pública, del sector público, en la energía. Creo que eso es erróneo, porque al final lo que tenemos es un régimen oligopólico muy desfavorable para los ciudadanos, un oligopolio que es el que decide prácticamente las políticas energéticas. Eso debería cambiar, y nosotros estamos por cambiarlo, pero hasta ahora no ha ocurrido, porque el PP ha aplicado recetas neoliberales y el PSOE no ha sido capaz de deshacer ese nudo o no se ha atrevido a dar ese paso.
El Plan de Recuperación que viene trae mucho dinero: más de 70.000 millones de euros a fondo perdido. Y el Gobierno ya ha manifestado su intención de inyectarlos en los próximos tres años. ¿Están lo suficientemente bien atados los criterios como para que ese plan no acabe convirtiéndose en otro Plan E?
Yo eso no lo puedo asegurar a día de hoy. Lo que sí puedo decir es que nosotros desde luego vamos a trabajar para que esos fondos lleguen a donde tienen que llegar, sirvan realmente para garantizar esa transición energética, y no se empleen, como históricamente ha sucedido con los fondos europeos, en grandes infraestructuras.
¿Qué le hace falta a la legislación ambiental española?
Adaptarse a la nueva realidad ambiental en la que estamos, una realidad en la que han cambiado en un plazo relativamente corto muchos factores, para que nuestro país esté preparado para afrontar la crisis ecológica de verdad. Y eso, evidentemente, no es fácil, porque el gobierno del Partido Popular hizo toda una contrarreforma que redujo todos los estándares ambientales.
Presupuestos mediante, ¿puede convertirse esta legislatura en la del cambio?
Eso es en lo que nosotros estamos comprometidos y por lo que estamos trabajando: por el cambio, en muchos aspectos, y también desde luego en el ambiental. No en vano los presupuestos suponen un incremento por primera vez en mucho tiempo de los fondos destinados a la lucha contra el cambio climático y a favor del medio ambiente. Estoy hablando de un incremento del 132%: eso no es para que todo siga igual, eso tiene que ser para bien, y para bien me refiero a que estemos mejor preparados para hacer frente a esa transición ecológica, y para hacerla además desde el optimismo. Yo estoy convencido de que esta es una transición que no solo será buena para el medio ambiente, sino que también será buena para la sociedad (porque es ahí donde están los mayores yacimientos de empleo) y para nuestra economía.
Las diez de últimas
¿Se equivocaron las bases de Equo?
(Largo silencio). Yo pienso que sí. Creo que fue una decisión equivocada apostar por Errejón. Ahora, a día de hoy, Equo, y por tanto el partido verde europeo, estarían en el Gobierno, y se han quedado fuera de juego.
¿Qué tiene Unidas Podemos que no tenía Más País?
Tiene una trayectoria y un liderazgo que garantizan un peso electoral mucho mayor. Tiene tres millones de votos, y la posibilidad de ir mucho más allá.
¿Por qué no hay un partido político en España homologable en peso político al alemán?
Porque el sistema electoral impide que partidos más pequeños, por sí mismos, sin alianzas, puedan llegar a las instituciones. Por lo tanto, la receta para las políticas verdes en España pasa por alianzas con otras fuerzas.
¿Quién aprieta y/o presiona más a Juantxo López de Uralde: la izquierda o la derecha?
(Breve silencio). Hombre... la derecha. La derecha, con los grandes lobbies empresariales, que son los que están realmente ahí para que las cosas no cambien. Y eso es muy visible cuando estás en el Congreso.
¿Cuántos diputados ecologistas hay en el Congreso?
Como máximo cinco, y me estoy pasando de optimista.
¿Cómo se enteró López de Uralde del calendario de cierre nuclear acordado por Ribera y las eléctricas?
Nos enteramos en una reunión que tuvimos con Hugo Morán aquí, en el Congreso. Fue él quien nos informó de que habían llegado a ese acuerdo. Y le explicamos que nos parecía que le daban demasiado tiempo de vida a las nucleares.
¿Para qué sirve una Declaración institucional ante la Emergencia Ambiental y Climática, como la que hizo el Gobierno en enero?
Una Declaración de ese tipo es consecuencia de un consenso amplio de que el cambio climático es una amenaza real. Y eso hay que ponerlo en valor. Ahora bien, lo que necesitamos es que luego las acciones políticas vayan en consecuencia con esa declaración. Y es ahí donde realmente vemos el déficit, y eso es lo preocupante.
¿Es cierto que cuando hay crisis económica pasa a un segundo plano la crisis ecológica?
Sin duda. La necesidad económica se convierte en la prioridad de la mayoría. Es muy difícil explicar que la salida a una crisis económica puede venir de un impulso a la economía verde.
De cero a cien, ¿cómo valora el diputado Uralde la acción climática del Gobierno de coalición?
Quizá la nota hay que ponerla a final de curso, pero, bueno, de momento progresamos adecuadamente.
Final de la Copa del Rey. 4 de abril. ¿Resultado?
Hombre, ganará la Real Sociedad.