En el Estudio del Impacto Macroeconómico de las Energías Renovables en España 2014, año en el que se vivió la mayor destrucción de empleo de la biomasa, APPA ya advirtió que los 13.577 puestos de trabajo que se perdieron correspondían en su totalidad al biogás y la biomasa eléctricas afectadas por el real decreto que impuso la moratoria a nuevas instalaciones de energías renovables.
Desde entonces se han perdido 4.123 empleos más en el sector de la biomasa, el biogás y los residuos renovables, según la catalogación que utiliza APPA en su estudio de 2018 y que incluye directos, indirectos e inducidos. “Además del real decreto de la moratoria, con posterioridad se han aprobado más normativas que han ido recortando la producción de las plantas de electricidad, entre ellas la orden que limita a 6.500 horas su operación”, afirma Margarita de Gregorio, directora de las secciones de Biomasa y Geotermia de APPA.
Según De Gregorio, esta última normativa “ha implicado que las plantas estén paradas hasta tres meses y que no se trabaje durante los fines de semana”. Sostiene igualmente que estas medidas impiden incluso que se compense la pérdida del empleo que conllevan con el incremento aparejado a la construcción y puesta en marcha de los doscientos megavatios de potencia asociados a la primera subasta de renovables.
Bajaron el empleo y la generación térmica y se estancó la potencia y la contribución al PIB
En total, las biomasas perdieron en 2018 507 empleos, siendo la única renovable que presentó números negativos en este ámbito junto a la solar termoeléctrica, que perdió 43 trabajadores. El estudio de APPA también refleja que las cosas no fueron especialmente bien ni en la contribución al PIB (se subió un 1,1 por ciento frente al seis de 2017), ni en la potencia instalada (estancada) ni en la generación térmica (bajó un 0,4 por ciento).
Los datos térmicos sorprenden aún más dentro de un escenario en el que cercen las redes de calor, aumenta la venta e instalación de estufas y calderas y hay una mayor producción y consumo de pélets. De hecho, según el Observatorio de la Biomasa de la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa (Avebiom), el empleo, aunque de forma moderada, creció en el sector de la venta e instalación de equipos modernos de producción de calor, con 950 personas más que en 2018.
El efecto negativo del descenso del precio de los combustibles fósiles
No obstante, el trabajo de Avebiom también constató que el crecimiento en empleos y negocio de dicho sector fue menor que en 2017 y que incluso en diez comunidades autónomas el negocio bajó, debido principalmente a que se instalaron menos equipos de mayor potencia. Avebiom ya explicó que el descenso de ventas de grandes calderas obedeció a que “algunas que debían haberse ejecutado y construido en 2018 les cogió con precios más bajos de los combustibles fósiles y retrasaron el cambio”.
Margarita de Gregorio también explica que, tras la caída del empleo en el sector eléctrico en 2014, “a partir de 2015 se produjo un descenso de precios de combustibles fósiles como el gasoil que ha implicado una desaceleración en el buen ritmo del sector térmico”. No obstante, prefiere quedarse con la sensación de que “el empleo, en general, se muestra estable, aunque se podría conseguir más si el Gobierno apuesta por las subastas que incluyan a la biomasa eléctrica y por las ayudas para potenciar la térmica”.
Avebiom también hizo notar en su día que el crecimiento de la biomasa térmica sería mayor si en 2018 no hubiera existido “una situación política estancada a todos los niveles, que afectó a la aprobación de líneas de ayudas y paró numerosos proyectos municipales”.