El negocio asociado a la instalación de estufas y calderas de biomasa en Navarra, Aragón, Murcia y La Rioja descendió entre un 16,7 y un 13,3 por ciento. Y todo a pesar de que en dichas comunidades autónomas siguió creciendo dicha instalación. En Aragón, por ejemplo, se pasó de 1.643 en 2017 a 1.868 en 2018. Es cierto que en 2017 se instaló más con respecto a 2016 que entre 2017 y 2018, pero hablamos de 42 equipos más solo.
La explicación a tamaña caída del negocio con una diferencia tan nimia en la instalación de equipos entre un año y otro está en que los de una potencia igual o mayor de cincuenta kilovatios, los que mayor inversión mueven, sufrieron un bajón notable en su crecimiento. En Aragón han pasado de sumar 67 en 2017 a solo 29 en 2018, la cifra más baja desde que el Observatorio de la Biomasa registra estos datos. Y en La Rioja, de 23 más en 2017 a nueve más en 2018.
Esto explica también que en toda España el negocio pasara de crecer un nueve por ciento en 2017, llegando a los 855,5 millones de euros, a hacerlo con un 1,7 por ciento en 2018, con un total de 870 millones de euros. Avebiom ya adelantó a qué se debe al descenso de ventas de grandes calderas: “algunas que debían haberse ejecutado y construido en 2018 les cogió con precios más bajos de los combustibles fósiles y retrasaron el cambio”.
El empleo también nota el descenso del crecimiento de grandes equipos
Avebiom también achacó esta coyuntura a “una situación política estancada a todos los niveles, que afectó a la aprobación de líneas de ayuda y paró numerosos proyectos municipales”. Y esta situación también la ha acusado el empleo, aunque sigue al alza. Según datos de la misma asociación, las 298.400 calderas y estufas en funcionamiento en 2018 emplearon a 9.600 personas, 950 más que en 2017.
Sin embargo, durante 2017, se contabilizaron 8.650 empleos y, como también expuso Avebiom entonces, “solamente el trabajo de mantenimiento de las 244.197 instalaciones operativas en 2017 necesitó 1.460 empleos más”. Hay que tener en cuenta que el descenso del negocio no solo se ha dado en las cuatro comunidades mencionadas, sino en seis más (Madrid, Castilla-La Mancha, Canarias, Extremadura, Asturias y Cataluña), además de Ceuta y Melilla.
Andalucía, Comunidad Valenciana y Baleares: en positivo
En el lado positivo aparecen Andalucía y la Comunidad Valenciana. En el primer caso se generó en 2018 un volumen de negocio de 177 millones, “en lo que supone un aumento del 21,4 por ciento con respecto al ejercicio anterior, casi veinte puntos por encima del incremento medio nacional”, apostillan desde Avebiom. En la Comunidad Valenciana el incremento fue del 10,7 por ciento, para alcanzar un negocio de 45,8 millones de euros.
En Andalucía pesó mucho el incremento notable de la instalación de calderas grandes, las mecionadas de más de cincuenta kilovatios, ya que pasó de instalar 139 en 2017 a 259 en 2018, casi el doble. En la Comunidad Valenciana se pasó de 54 más en 2017 a 59 más en 2018, aunque sin llegar a las cotas de 2013 y 2014, cuando se superaban las cien por año.
Otras comunidades autónomas que presentan cifras de negocio en positivo son Galicia, País Vasco, Baleares, Cantabria y sobre todo Castilla y León, que aparece segunda tras Andalucía en el volumen goblal, con 145,4 millones de euros y un incremento del cinco por ciento con respecto a 2017. Sorprende el descenso del crecimiento de la tercera en discordia, Cataluña, con un -6,4 por ciento, debido a que se instalaron 45 equipos menos que en 2017 de mayor potencia.
El ascenso de Baleares también fue acusado (19,3 por ciento), aunque debido a que en 2017 la instalación de calderas de más de cincuenta kilovatios fue mucho menor (diez) frente a los veinte de media que venía registrando. En 2018 fueron dieciocho.
Por último, Avebiom recuerda que con motivo de los diez años de actividad del Observatorio de la Biomasa en España presentarán en Expobiomasa 2019 (24 al 26 de septiembre en Valladolid) “un informe sobre la evolución del sector y su contribución a la lucha contra la emisión de gases de efecto invernadero procedentes del uso de combustibles fósiles, como el gasóleo o el gas natural, que afectan negativamente al cambio climático”.