Este portal se hace eco en numerosas ocasiones de los avances científicos en el campo de los biocarburantes que aporta constantemente la UCO. La última nota de prensa a este respecto que publica esta institución está repleta de novedades en la misma línea. Destaca principalmente la que explica que “emplear ultrasonidos requiere menos energía (temperatura y agitación), alcohol, catalizador y tiempo de reacción que el sistema convencional en la separación de la glicerina de los ésteres, un paso crucial para conseguir el biocarburante mediante un proceso químico denominado transesterificación”.
El equipo del Departamento de Química Física y Termodinámica Aplicada que coordina la catedrática Pilar Dorado escogió el aceite de camelina (Camelina sativa) para probar la eficacia de los ultrasonidos como elemento separador. Los científicos observaron que, en pequeños periodos, la ultrasonificación producía un incremento de temperatura y rompía los enlaces de la glicerina con el resto del triglicérido. El resultante, éteres metílicos o etílicos fundamentalmente, se emplea directamente como biodiésel. Los resultados han sido publicados en la revista científica Bioresource Technology.
Los motores, como los humanos, prefieren ácidos grasos monoinsaturados
Según explican desde la UCO, “las ondas de ultrasonido son imperceptibles para el oído humano, pero empleadas sobre los materiales para la producción de estos combustibles en pequeños pulsos son capaces de producir altísimas temperaturas que separan la parte más viscosa de los aceites, una fase esencial en la obtención del recurso energético”. Dorado añade que “los motores de los vehículos son como los humanos, prefieren aceites con más ácidos grasos monoinsaturados, como el aceite de oliva, que poliinsaturados”.
Una de las consecuencias de abaratar el proceso mediante el nuevo sistema es la elaboración de biodiésel a pequeña escala. “Lo planteamos para que sean los agricultores quienes puedan producir su propio biocombustible, especialmente si trabajan en cooperativas, y que éstas sean sostenibles económica y ambientalmente”, destaca Dorado. La idea final, según la UCO, es conseguir un balance cero de dióxido de carbono (CO2) en el ciclo de cultivo de la planta energética y de uso del biodiésel.
Pero el trabajo del equipo de investigación no acaba aquí, sino que también piensa en cómo optimizar el uso de un subproducto como la glicerina. “Estamos entrenando a microorganismos productores de aceites y plásticos microbianos para que se alimenten de la glicerina y que, de este modo, pueda ser reutilizada”, afirma Pilar Dorado. Y hay más, porque la UCO afirma que el mismo equipo ha observado que los insectos también acumulan aceite y que sus diferentes generaciones se desarrollan de forma muy rápida. “Podríamos obtener los aceites de los que se produce el biodiésel a partir de ellos”, concluye la investigadora.