Hace tres años Celtic Renewables dio un paso importante al alcanzar un acuerdo con Bio Base Europe, una de las iniciativas que auspicia la Comisión Europea para lograr la transición de una economía basada en combustibles fósiles hacia otra con base biológica, para desarrollar una planta piloto donde generar biobutanol a partir de subproductos de la industria del whisky. Gracias al acuerdo se consiguió que el Gobierno del Reino Unido pusiera casi un millón de euros para alcanzar este objetivo.
Un año después Martin Tangney, fundador de Celtic Renewables, empresa creada a partir de un proyecto de investigación de la Universidad Napier de Edimburgo, confirmaba la buena marcha del proyecto. Ahora relata su primer éxito: "es la primera vez que se consigue conducir un coche con un biocombustible producido a partir de residuos de producción de whisky”.
En 2018 lista la planta comercial
En un trabajo conjunto con Tullibardine Distillery, la empresa de Tangney produce el biobutanol a partir de dos residuos del proceso de fabricación del whisky: los granos de cebada ricos en azúcares que se empapan en agua para facilitar el proceso de fermentación necesaria para la producción de whisky (conocido como draff) y el líquido de levadura con contenido de cobre que queda después de la destilación (conocido como pot ale).
Celtic Renewables tiene ahora más cerca su objetivo de construir una planta para la producción a mayor escala. La empresa recibió recientemente nueve millones de libras esterlinas (más de diez millones de euros) de apoyo financiero del Gobierno de Escocia como co-inversión para construir una planta de demostración comercial en Grangemouth con previsible puesta en funcionamiento para el próximo año.
Del whisky de Escocia al vino de México
La Universidad Autónoma de México (UNAM) también lleva largo tiempo intentando mejorar los procesos de producción de biocombustibles a partir de residuos de las industrias de bebidas alcohólicas. En 2011 ya lo demostró con el tequila y ahora ha consolidado su apuesta con el vino, algo en lo que también trabajan, entre otras, la Universidad de Adelaida en Australia.
Según informa la propia UNAM, las vinazas son un subproducto líquido de la destilación del mosto o zumo de uva durante el proceso vitivinícola que contienen piel, semillas y residuos del jugo de la fruta y son ricas en materia orgánica y nutrientes como nitrógeno, azufre y fósforo; también tienen potasio y alcoholes.
Vinaza para hidrógeno, biometano, electricidad…
“A partir de estas (vinazas), en el Laboratorio de Investigación en Procesos Avanzados de Tratamientos de Agua (Lipata) obtienen hidrógeno y metano, útiles para producir energías sustentables a partir de gases”, señalan desde la universidad.
Buitrón Méndez, coordinador del Lipata y miembro del equipo de investigación, explica que “damos valor agregado a los residuos en cada etapa. Usamos el hidrógeno para producir electricidad, para mejorar el biogás y transformarlo a gas natural, o podemos utilizar el metano para producir electricidad. Queremos que los residuos de las plantas de tratamiento de aguas también se aprovechen”.