Las posiciones son muy concretas. Por una parte, están quienes consideran que un Objetivo CO2 de aquí al año 2030 es suficiente. Por otra, los que opinan que, aparte de limitar las emisiones en la cuantía que se acuerde, es preciso además establecer un objetivo mínimo de generación de energía renovable en ese horizonte temporal. La gran patronal continental, BusinessEurope, ya ha pedido a la Comisión Europea que (uno) no fije nuevos objetivos de energías renovables y de ahorro energético para 2030, y (dos) que se concentre sólo en un objetivo de reducción de emisiones de CO2, un objetivo que además debe ser "realista" para no poner en riesgo la competitividad internacional de la industria europea. En las antípodas del discurso business, las organizaciones ecologistas claman no solo por mantener todos los compromisos (CO2, ahorro y energías renovables), sino, además, por incrementarlos. Los compromisos UE 2020 son tres: que al menos el 20% de la energía proceda ese año de fuentes renovables; que ese año consumamos un 20% menos de energía; y que la UE haya reducido un 20% sus emisiones con respecto a las registradas en 1990.
Discurso eco, de economía
El debate ahora está en dilucidar si la UE debe incrementar o no esos compromisos. Y los pronunciamientos son muy diversos: las comisiones de Medio Ambiente y de Industria de la Eurocámara pidieron la semana pasada que la UE fije como objetivos obligatorios un 40% de recorte de emisiones de CO2, una cuota de renovables del 30% y un ahorro energético del 40% de aquí a 2030 con el fin de intensificar la lucha contra el cambio climático. La gran patronal -BusinessEurope- ha dicho lo que ha dicho (ahí arriba está). Y las organizaciones ecologistas apuestan por otra salida. Curiosamente, también en clave económica. Amigos de la Tierra ha difundido un comunicado en el que señala que el establecimiento de un objetivo ambicioso de uso de renovables en 2030 reportaría a la sociedad europea ventajas como la reducción de la dependencia de importaciones de combustibles fósiles, la creación de miles de empleos, la aparición de nuevas oportunidades económicas "y, por supuesto, contribuiría a alcanzar el objetivo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero" (que son los desencadenantes del cambio climático).
"Un mercado interno nada desdeñable"
A pesar de todas esas ventajas -lamenta Amigos de la Tierra-, "las políticas llevadas a cabo a lo largo de 2013 por el Gobierno español van en dirección opuesta: se han extinguido las primas a las renovables, se ha puesto en peligro de quiebra al sector renovable y se ha incentivado el uso del carbón y del gas natural". Más aún: según el responsable del área de Clima y Energía de Amigos de la Tierra, Héctor de Prado, "excepto Reino Unido (que al menos tiene en marcha una Ley de Cambio Climático desde hace años para reducir su dependencia de los combustibles fósiles) y Polonia (que depende en un 90% del carbón y del gas estatal), los países grandes de la Unión Europea están haciendo una apuesta contundente por el aprovechamiento de las energías renovables”. Para Prado, "las ventajas en términos ambientales son claras, pero es que, en términos económicos, una apuesta así permitiría a las empresas europeas o españolas asegurar un mercado interno nada desdeñable de turbinas y paneles solares”. Se da la circunstancia, por otro lado, de que el sector industrial español de las energías renovables conserva aún una buena posición en la carrera por conquistar ese mercado gracias al quinquenio de oro -2005-2010-, período durante el cual el sector creció y se robusteció muy considerablemente en España, gracias al tirón de la demanda interna.