Tomás Díaz
Director de Comunicación de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (ASIF)
tdiaz@asif.org
Unos expertos dicen públicamente que, durante el último año, el coste de un proyecto fotovoltaico llave en mano en España ha sido un 16% más alto que en Italia y un 38% más alto que en Alemania; otros, que el vatio pico ha costado un euro más que en cualquier otro mercado, y otros, incluso, que el coste de las instalaciones ha subido alrededor de un 12% por la presión de la demanda.
Escuchando a los expertos, diríase que en España el reciente despliegue de la fotovoltaica ha sido más oneroso de lo necesario. Y es difícil que no haya afectado al mercado internacional porque a finales de la pasada primavera –en el punto álgido de la carrera provocada por la caducidad del Real Decreto 661/2007 y la incertidumbre regulatoria– había escasez de módulos en otros países debido a que la inmensa mayoría de la producción mundial estaba desembarcando en nuestros puertos.
Ahora, con el mercado español paralizado hasta inicios de 2009 y con las tarifas un 29% más bajas, el Sector nacional padece el ajuste largamente anunciado mientras trata de entrar en otros mercados y se pregunta: “¿cuándo bajarán los precios?”, “¿cuánto van a bajar los precios?”, “¿de verdad que van a bajar los precios?”. Pues sí, van a bajar. Y mucho.
Hay varios factores que apuntan en esa dirección, empezando porque los países que tienen políticas de fomento no van a volver a consentir que los precios estén artificialmente altos. Alemania y España son los primeros estados que han recortado drásticamente sus ayudas y que se han embarcado en descensos de tarifa que rondan el 10% anual, pero ya se suman otros al carro, como Grecia.
Además, tenemos el fruto de la envidiable I+D+i del Sector: las células solares son cada vez más finas –si en 2003 cada vatio pico necesitaba casi 15 gramos de polisilicio, en 2007 bastaban poco más de 9 gramos– y ya han entrado en fase comercial nuevas tecnologías, como las de capa delgada, el silicio metalúrgico o la concentración, que manejan precios asombrosamente competitivos.
Por otro lado, hay decenas de fábricas de polisilicio en construcción a punto de terminarse, con lo que desaparecerá la escasez de esta materia prima básica y bajarán los estratosféricos precios que ha alcanzado en el mercado internacional, donde ha pasado de 25 dólares por kilogramo en 2003 a un máximo de 400 dólares en 2007. Aunque pueden darse otros cuellos de botella –como el del tedlar– es muy difícil que tengan la trascendencia que ha tenido el del polisilicio. Por cierto, da gusto subrayar que, gracias a la I+D, la crisis del polisilicio no ha evitado que descienda el coste global de los sistemas fotovoltaicos más del 5% al año.
Finalmente, queda el punto más importante, ligado a la expansión del polisilicio y a las nuevas tecnologías: el vertiginoso y descomunal crecimiento de la capacidad de fabricación global. Si el año pasado se instalaron unos 2.500 MW, las cifras de las distintas prospecciones hasta 2010 oscilan entre los 7.000 MW que augura EPIA, la gran asociación europea, y los 29.000 MW que augura la consultora Photon, con el resto de análisis situados entre los 12.000 MW y los 17.000 MW. Tomando estas cifras medias como referencia, el mercado se podría multiplicar por 10 en apenas cinco años, partiendo de los 1.300 MW instalados en 2005.
La ONU sostiene que cada vez que se duplica el uso de las renovables, sus costes descienden un 20%, tanto por la caída de precios que implica el crecimiento de la oferta como por el avance de la curva de aprendizaje de las tecnologías. Teniendo en cuenta los datos anteriores, hay expertos que prevén una bajada de los costes fotovoltaicos superior al 50% en los próximos años.
Este escenario, prácticamente inmediato, es muy bueno para la implantación masiva de la tecnología a medio plazo, pero entraña múltiples riesgos e incertidumbres a corto plazo (¿habrá demanda política para tanta oferta comercial?), aun sin contar con la profunda crisis económica que empieza a bajar desde las altivas gráficas bursátiles hasta los humildes monederos. En cualquier caso, garantiza un descenso de precios en toda la cadena de valor del Sector que, gráficamente, tendrá forma de tobogán; será más pronunciado en España, porque partimos de un punto más alto.