Desde antes del verano, cada vez que el ministro José Manuel Soria tiene que explicar la regulación de autoconsumo que está tramitándose, lo hace más o menos de la misma manera, sin salirse del guión; da igual que sea en respuesta a la atropellada pregunta de un periodista, replicando una interpelación en el Parlamento o en el Senado, o atendiendo a alguno de los asistentes a los numerosos actos en los que participa.
Según sus propias palabras, el autoconsumo consiste en que alguien, si quiere, se ponga una placa solar en su casa y aquello que consuma se lo produzca y “hasta ahí, creo que todos estamos de acuerdo por muchas razones, porque eso impulsa la energía limpia y también supone una forma de abaratar los costes”. Es decir, como buen liberal, no pone objeción alguna a que cada cual se produzca su propia energía.
Otra cosa ocurre –sigue el Ministro, enfatizando– si esa persona que instala una placa solar en su casa, además quiere verter la energía que le sobre al resto del sistema y utilizar la red. Aquí, lógicamente, debe pagar por el uso de la red: “si la usa y no paga, significa que todos los demás le financian parte del autoconsumo”.
Parece cargado de razón José Manuel Soria, pero su planteamiento es falaz, porque se cobrará a los que, si quieren, hagan autoconsumo sin usar la red. Y además se les cobrará más que a los consumidores convencionales, con la insana intención de que nadie lo haga.
Como justificar y defender eso resulta extremadamente embarazoso, porque es discriminatorio y atenta contra la libertad de mercado –así lo han dicho, muy clarito, la Comisión Nacional de Energía y la Comisión Nacional de Competencia–, Soria se acoge al viejo “manzanas traigo”, tan maleducado como políticamente útil para evitar compromisos, y nos deja con la duda: ¿conoce realmente el tipo de autoconsumo que está regulando?