El mundillo energético está revuelto con la noticia de que en España, dentro de un lustro, habrá gigantescas plantas fotovoltaicas inyectando electricidad en la red sin ayudas de ningún tipo. En un ambiente enrarecido por la crisis y el miedo a que empeore, retumba fuera de nuestras fronteras. Es un soplo de aire fresco. Unos lo interpretan como la esperada graduación del alumno aventajado; otros, como la llegada al presente de la energía del futuro; algunos, incluso, mutan en orates y proclaman el inicio de la supremacía de la tecnología solar, algo así como el triunfal advenimiento de la energía salvadora.
Los menos iniciados se asombran del tamaño de los proyectos: Würth planea 287 MW, Gehrlicher, 250 MW, Andaltia, 400 MW… Enormes, sin duda. Del orden de los 200 MW del parque solar de Charanga, en India, que se inauguraron hace un par de semanas. Pero sin llegar a los 500 MW que tendrá ese mismo parque en 2014 y lejos de los 2.000 MW que proyecta First Solar en el norte de China para 2019.
Las economías de escala son muy importantes en fotovoltaica; cuanto más grande sea la instalación, más barata es la electricidad que produce. Por eso es lógico que sean catedralicios los primeros proyectos solares que compitan a pecho descubierto con las energías sucias y peligrosas.
La cercanía de la fecha de puesta en marcha de estos proyectos, otro aparente motivo para santiguarse, tampoco es una novedad. Con la simple aplicación de la normativa española, hacia 2016 los ingresos de las plantas solares iban a ser mayores cobrando el precio del mercado que cobrando la tarifa regulada. La moratoria puede haber eliminado las primas, pero no el momento en que éstas vayan a dejar de ser necesarias. Y ocurrirá muy pronto, aunque otra cosa sostenga el mantra mediático de las eléctricas y la patética Planificación de Miguel Sebastián.
Los grandes proyectos fotovoltaicos sin prima han obtenido notoriedad internacional gracias a la moratoria –Andaltia anunció sus intenciones hace un año–, pero siguen teniendo los mismos números que cuando eran menos famosos. Son esos mismos números los que están convenciendo a Iberdrola, público azote de la energía solar, que estudia una planta de 400 MW en Teruel.
Sólo las barreras técnicas del sistema eléctrico y las decisiones políticas pueden impedir que esos grandes proyectos se materialicen en los plazos previstos, año arriba, año abajo. Por eso Murcia anuncia que tiene solicitudes de 2.000 MW fotovoltaicos dispuestos a generar sin prima, siempre y cuando el Gobierno central les garantice que, aunque operen en el mercado, no se va a interrumpir su producción.
Si los sumos sacerdotes europeos queman incienso y conjuran para que aumenten pronto las interconexiones continentales, en los países mediterráneos proliferarán parques solares mayestáticos. Mientras tanto, la industria solar debería dirigir sus oraciones a san Viejas Glorias, patrón del cierre de las centrales sucias y peligrosas.