La aprobación del Real Decreto 413/2014, la nueva regulación para las energías limpias en España, no ha sentado mal a todo el mundo en el mundillo renovable. Algunas instalaciones –casos realmente excepcionales– han visto cómo sus ingresos han aumentado después de que se les aplique el sistema de parámetros retributivos que el Ministerio de Industria, Energía y Turismo (MINETUR) se ha sacado de la manga.
Así le ocurre a Toledo PV, planta ubicada en la Puebla de Montalbán, una instalación mítica dentro del sector, porque fue la primera del mundo en alcanzar el tamaño de 1 MW. Se acabó hace nada menos que 19 años, pero los técnicos del MINETUR consideran que ha cobrado poco desde entonces, y que debe cobrar más. Hay quien dice, arropándose con la bandera patria, que maldita la necesidad que tenemos los españoles de incrementar los ingresos de la tecnología que se instaló allí en la época, alemana ella.
Dejando aparte las injusticias perpetradas por el actual y el anterior Gobierno, resulta que la nueva regulación ha abierto una vía de desarrollo para las renovables que antes estaba bloqueada por la regulación: las plantas mayores de 50 MW.
De acuerdo con la normativa anterior, el régimen especial de generación de electricidad –donde se incluían las renovables y la cogeneración– sólo afectaba a las instalaciones menores de 50 MW. Por esa razón, muchos grandes parques eólicos, jurídicamente, están troceados en paquetes con esa potencia, aunque se trate, de facto, de una única planta de producción.
Fin del límite de 50 MW
Ese tope de 50 MW no sólo condicionaba la percepción de las primas –las instalaciones mayores no tenían derecho a ellas–, sino que también limitaba la prioridad de inyección en la red, es decir, el hecho de que la energía renovable siempre se ponga al servicio de los consumidores, en detrimento de las fuentes sucias, que deben dejar de producir si hay energía limpia disponible.
Eso suponía que los megaparques fotovoltaicos planeados antes de la reforma –REE tiene solicitudes de conexión que suman varias decenas de miles de MW de potencia– fueran poco más que humo, porque no tenían garantizada la prioridad de vertido. Sus promotores, con más o menos seriedad, estaban tomando posiciones en un mercado que se desarrollaría en el futuro, sin tener ni idea de cuando se podría materializar.
Con las nuevas reglas ha desaparecido el tope de 50 MW, de modo que la prioridad de inyección se aplica a todas las instalaciones renovables, sea cual sea su tamaño. Tras ese cambio, la viabilidad de los megaparques fotovoltaicos, de varios centenares de MW, es mucho mayor que antes, porque antes no tenían garantizada la venta de toda la producción.
Bien es verdad que la última Ley del Sector Eléctrico, la 24/2013, también condiciona la prioridad de vertido a la oferta económica: las energías limpias van primero sólo si ofertan más barato que las sucias, pero cómo la mayoría de la oferta renovable sigue siendo a precio cero –cobran el precio de casación del Mercado, más la retribución que pueda corresponderles por los parámetros–, no es un gran problema.
En el caso concreto de los megaparques fotovoltaicos, como producirán en un momento en que se necesita electricidad, con un elevado precio de casación en el Mercado, los ingresos que obtendrán deberían ser suficientes para garantizarles la rentabilidad. Por lo tanto, parece que no deberíamos esperar mucho tiempo para que se anuncie el inicio de la construcción de alguno de los numerosos colosos solares que se están tramitando.
Sólo apto para empresas con músculo financiero
¿Tendrán mucho éxito? Pues es difícil de responder, entre otras cosas porque hace falta músculo financiero y mucha solvencia para embarcarse en una megaplanta, algo que si ya era una barrera antes, ahora es una muralla, como resultado de los desmanes regulatorios que se han cometido. Probablemente sólo la flor y nata del empresariado pueda embarcarse en aventuras así.
A largo plazo, cuando los financiadores vuelvan a confiar en nuestras normas, la proliferación de megaparques, solares o de otro tipo de renovable, dependerá de las políticas globales para paliar el cambio climático, de las interconexiones con Francia y la demanda europea de energía limpia, de los cambios regulatorios… Factores, en fin, consustanciales al sector energético, que inquietan a todas las tecnologías, sean limpias o no.
Eso sí, convendría que los megaparques tuvieran un ojo puesto en el efecto de aplanamiento de la curva de precio que la fotovoltaica provoca al mediodía, por si acaso.