Entre junio de 1898 y junio de 1899 un destacamento español de 50 soldados soportó el asedio de fuerzas filipinas en el interior de una iglesia, dentro del contexto de la guerra hispano estadounidense que terminó con la pérdida de Cuba y de las propias islas Filipinas. Se dio la circunstancia de que el conflicto concluyó en diciembre de 1898 y que los sitiados no sólo no tuvieron noticia de ello durante meses, sino que, además, desconfiaron varios meses más de las noticias que les llegaban sobre su finalización. Por ese motivo pasaron a la historia como “los últimos de Filipinas”.
En estos días tan agitados, marcados por la suspensión de la subasta CESUR y por el apoyo de la CNMC a la campaña de acoso y derribo del Gobierno contra las renovables, ha habido dos noticias significativas sobre dos empresas de la flor y nata de la antaño orgullosa industria fotovoltaica nacional: Isofotón y Atersa. Las dos, junto con BP Solar, formaban un triunvirato que, durante muchos años, hicieron de España una potencia mundial de la tecnología solar, sólo superada por Japón. Eran otros tiempos, y los proyectos importantes no se medían en megavatios.
BP Solar cerró en 2009. Para la multinacional petrolera, su división fotovoltaica era poco más que una lavadora de imagen, casi tan vistosa como su florido logotipo actual. El desarrollo del mercado en Europa, gracias a las primas, hizo crecer una nueva generación de empresas, con mejor tecnología e interés real en hacer negocio con el sol, que la sobrepasaron por la izquierda y la derecha. La fábrica de Madrid fue la primera en cerrar; luego siguieron las de Australia e India.
Isofotón tampoco supo adaptarse a las nuevas condiciones y, tras años de renqueo, cambios en la propiedad y escándalos, afronta el cierre. El pasado martes, 14 de enero, el Juzgado Mercantil número 2 de Málaga acordó la extinción definitiva de los contratos de los 297 trabajadores que quedaban en la empresa. Gracias a ello, después de estar meses sin cobrar, podrán empezar a percibir el subsidio de desempleo.
Atersa, por su parte, acaba de anunciar que va a fabricar módulos en China. Ya no puede seguir compitiendo en el mercado global con los costes europeos. La empresa había empezado a elaborar paneles en Mauritania el año pasado –apenas hay 25 trabajadores allí– y ahora ha decidido incrementar su deslocalización, también con otra factoría en Suráfrica. Según informa la edición valenciana de Expansión, se da por hecho que se reducirá la producción de las instalaciones que tiene en Almussafes –inaugurada en 2008– aunque aún no se conoce en qué medida.
Asediados por el modelo productivo del Sudeste asiático, injusto para propios y ajenos, y por un Ministerio al que, en el caso de las renovables, le sobra la denominación de Industria, los trabajadores de Almussafes son los últimos de Filipinas de la fabricación de paneles en España.