El Proyecto de ley para la garantía del suministro e incremento de la competencia en los sistemas eléctricos insulares y extrapeninsulares, en tramitación con carácter urgente, quitará a Endesa los proyectos de cinco bombeos en las Islas Canarias y se los entregará al Operador del Sistema Eléctrico, la semipública REE, para “favorecer la penetración de las energías renovables no gestionables”. Endesa ha puesto el grito en el cielo –piensa que cuanto más grite, mayor indemnización obtendrá– en la primera batalla de una guerra que se trasladará al resto del país. En Canarias el coste de generación supera los 200 €/MWh, lo que hace a las renovables directamente competitivas y justifica el inicio de las hostilidades.
Los bombeos son centrales hidroeléctricas formadas por dos embalses sucesivos que pueden elevar el agua del depósito inferior al superior y soltarla posteriormente. Lo normal es que consuman electricidad barata de noche para elevar el agua y la suelten turbinándola durante el día, cuando la energía es más cara, obteniendo rentabilidad.
Sin embargo, ese proceder no interesa cuando hay muchas renovables intermitentes; lo útil es que el bombeo aproveche los momentos con mucho viento o mucho sol para elevar el agua, almacenar así la energía limpia, y devolverla más adelante. Ello facilita la operación del sistema eléctrico y permite aumentar la presencia de las renovables. No en vano, el Plan de Energías Renovables 2011-2020 –herido de muerte por la moratoria, pero todavía la Planificación de renovables en vigor– apostaba por triplicar la potencia de bombeos en España, pasando de los 2.750 MW actuales a 8.850 MW.
Ahora bien, es obvio que el interés de los propietarios de los bombeos es ganar dinero, no favorecer a las renovables ni facilitar la gestión del sistema. Por eso el Gobierno ha lanzado una ofensiva regulatoria en Canarias –atendiendo una vieja petición de REE–para que la operación de los bombeos sea técnica en vez de económica.
La fotovoltaica es un aliado sorpresa de la causa de la gestión técnica, porque produce durante el día, reduce los precios de la electricidad y merma el modelo de negocio de los bombeos. Ya pasa en Alemania –hay 33 GW solares–, donde la construcción de nuevos bombeos se está posponiendo por falta de rentabilidad.
Volviendo al caso de Canarias, hay otro argumento que desencadena el conflicto: el retraso. Los bombeos en liza se adjudicaron en 2009 y se preveía su puesta en marcha en 2015, pero sólo está en construcción Gorona del Viento, en El Hierro –con más del 40% del coste a cargo del Estado–, sin que se haya invertido un solo euro en los demás.
El canario ministro Soria está muy interesado en ganarse políticamente a sus paisanos y, conocedor de la buena imagen de las renovables, no podía dejar que la situación se mantuviese sine díe. Parece ser que se va a otorgar a Endesa un nuevo calendario para construir los bombeos, pero, en cualquier caso, si, como se afirma, son indispensables para garantizar el suministro de los endebles sistemas eléctricos insulares, es muy probable que el despliegue de las energías limpias tarde más de lo previsto.
¿Cuándo llegará la guerra del bombeo al territorio peninsular? No a corto ni a medio plazo, porque no se dan las condiciones, pero todo se andará; la energía es una carrera de fondo.