Tomás Díaz
Director de Comunicación de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (ASIF)
tdiaz@asif.org
Red Eléctrica de España (REE) ha elaborado un informe en el que recomienda al Gobierno no instalar más de 3.000 MW a 3.300 MW renovables anualmente hasta 2014. REE ha venido ejerciendo durante la última década de gestor oficioso del crecimiento eólico, al ir habilitando las líneas que permitían la conexión de nuevos parques, y con ese informe ha extendido esa labor silenciosa al resto de las tecnologías limpias.
A REE debe reconocérsele –especialmente tras la llegada de Luis Atienza a su Presidencia– un esfuerzo y un buen hacer excepcionales para incorporar la potencia renovable en el sistema eléctrico. Gracias a su trabajo, la intermitente eólica ya ha podido cubrir más del 50% de la demanda eléctrica del país, algo que se consideraba “absolutamente imposible” casi hasta el mismo momento en que ocurrió.
La incorporación de esos 3.000 MW a 3.300 MW al año ya implica que el sistema eléctrico no podrá absorber toda la energía renovable que produciremos, so pena que desarrollemos sistemas de almacenamiento revolucionarios y rápidos de implantar que aún no están disponibles. No obstante, este desperdicio de electricidad afecta básicamente a la eólica, que produce durante las horas valle de la noche, y no a otras tecnologías, como la fotovoltaica, que sólo produce de día, justo cuando hay demanda.
En consecuencia, la demanda no debería frenar el crecimiento de la fotovoltaica, aunque puede haber otras limitaciones, como la capacidad de las líneas de transporte o distribución. Todavía no se han realizado los estudios técnicos que permitan desvelar esa incógnita y, hoy por hoy, una normativa obsoleta y la efectiva saturación de algunas zonas –bastante extensas, por cierto– impiden que en ellas se conecte ni un mísero kilovatio.
Sin embargo, la postura de REE le permite al Gobierno ralentizar el desarrollo de todas las renovables, sin distinción, y con ello, rellenar una casilla del sudoku energético español, en el que la generación renovable, en parte por la caída de la demanda eléctrica el año pasado (un 4,6%), ya está desplazando a la generación convencional.
El sudoku, además, se ha complicado extraordinariamente con el compromiso del Presidente Zapatero de mantener el carbón autóctono. La industria convencional contaba con que el gas iba a sustituir al carbón, de acuerdo con la tendencia registrada en 2008 (el primero subió un 24% y el segundo bajó un 34%), pero hete aquí que en los escenarios de REE de 2014 se otorga a las plantas del negro mineral más de 4.200 horas anuales de funcionamiento, mientras que a las de gas sólo se les concede de 2.100 a 2.300, cuando son instalaciones pensadas para operar más de 5.000.
Esta planificación informal de REE –y el subsiguiente impacto en la amortización de los ciclos combinados, de reciente construcción– aporta mucha luz a las virulentas y tendenciosas acometidas mediáticas de las industrias convencionales contra las renovables en general y la fotovoltaica en particular. Esta última, además de quitarles cuota de mercado, baja el precio de casación del pool justo en el pico de la demanda del mediodía. O sea, que cuando brilla el sol, el gas produce menos y cobra menos por esa menor producción.
En resumen, si la demanda no condiciona la evolución a corto plazo de la fotovoltaica, la razón para no darle más desarrollo es únicamente política… Lo cual es una buena noticia, porque las decisiones políticas son por naturaliza mudables en función de la coyuntura. Y quizá alguien pueda decir que también hay motivos económicos para limitar el crecimiento de la tecnología solar, pero estos motivos se desvanecen si se introduce el autoconsumo, como demuestra el excelente trabajo de KPMG para ASIF.