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Huevos y castañas (ER 77)

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Tomás Díaz
Director de Comunicación de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (ASIF)
tdiaz@asif.org

La eólica y la fotovoltaica se parecen como un huevo a una castaña. La misma relación hay entre minihidráulica, pellets, geotermia o bioetanol. Lo que llamamos fuentes de energía renovable son una serie de tecnologías muy diferentes entre sí, pero hermanadas por darnos energía útil respetando el medio ambiente y explotando recursos naturales inagotables o capaces de regenerarse en una escala temporal humana.

Otro lazo que hermana a las renovables es el apoyo que reciben de las sociedades pudientes y comprometidas y de sus dirigentes. Éstos, además de tener sus propias razones estratégicas particulares, entienden que hay un descomunal fallo de mercado en el ámbito energético –las externalidades, sobre todo ambientales– que impide a las renovables competir justamente con las convencionales, y legislan e invierten con el objeto de compensar ese fallo y conseguir que aquellas sustituyan a éstas cuanto antes para frenar el calentamiento global.

Este apoyo público centra la mayoría de las críticas de los detractores de las renovables. Entre ellos descuellan los llamados “negacionistas” del cambio climático, abanderados en España por el Instituto Juan de Mariana y la Fundación FAES, y las poderosas estructuras empresariales que explotan los recursos energéticos convencionales, cuyos intereses son opuestos al auge de las renovables.

La defensa de las ayudas públicas frente a los ataques de los detractores forma parte del discurso común de todas las renovables. Puede que haya intereses empresariales divergentes, o que las propias tecnologías renovables rivalicen por captar el apoyo público, o que compitan por acceder a los recursos –naturales, económicos, humanos, etcétera–, pero a la hora de argumentar la justicia y la necesidad de las ayudas, todavía indispensables para un desarrollo renovable a gran escala, las energías limpias siempre han hecho piña…, hasta ahora.

Últimamente, en los foros públicos (jornadas, ferias, conferencias, seminarios…) donde coinciden expertos y autoridades en las distintas renovables, es frecuente escuchar críticas directas y extraordinariamente duras contra la fotovoltaica. Por un lado se denuncia su gran peso en la tarifa eléctrica –este año ya superará a la eólica– y, por otro, se oyen lamentos airados sobre del daño que las acusaciones de fraude en el mercado solar están haciendo al conjunto de las renovables.

Indudablemente, trabajan con datos objetivos. Por un lado, en la vigente planificación energética a la fotovoltaica le correspondía un volumen de ayudas diez veces menor del que está recibiendo, y ahora, justo cuando el Gobierno comienza a trabajar en la nueva planificación a 2020, hay miedo de que el coste de la fotovoltaica reduzca los fondos disponibles para todas las fuentes. Por otro lado, gracias a la simplificación mediática y a la influencia de los detractores de las renovables, el proceso de identificación de las  plantas solares irregulares está deteriorando la buena imagen de todas las energías limpias.

No obstante, los dardos apuntan al blanco equivocado, porque el Sector Fotovoltaico español, como tal, no es culpable de nada; únicamente se guió por ese marco común a todas las renovables que es el Real Decreto 661/2007. Más bien puede decirse que es la primera víctima de la situación, puesto que el crecimiento insostenible que experimentó el año pasado se está traduciendo en proyectos empresariales truncados, en decenas de miles de despidos, y en una hostilidad y una desconfianza crecientes en numerosos ámbitos, entre los que se encuentra, desgraciadamente, el de las demás energías renovables.

Esperemos que esta beligerancia fraternal contra la fotovoltaica sea pasajera, pero, en cualquier caso, una de las grandes lecciones que se deben extraer de la situación es que una regulación y un modelo de crecimiento válidos para una tecnología limpia no tienen por qué serlos para las demás; por eso, con el Real Decreto 1578/2008, la fotovoltaica se ha apartado del RD 661/07. Si tenemos huevos y castañas debemos tratarlos como tales, aunque vayan en la misma cesta y queramos elaborar con ellos una sabrosa receta.
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