Tomás Díaz
Director de Comunicación de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (ASIF)
tdiaz@asif.org
La mañana del 24 de septiembre de 2008, Arturo Aliaga, consejero de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de Aragón, durante la inauguración de la Jornada Fotovoltaica que ASIF organizó en la Feria Power Expo de Zaragoza, anunció a los 400 asistentes que en el Consejo de Ministros que comenzaría pocas horas después, que debía aprobar in extremis la nueva regulación fotovoltaica, todavía no había un texto totalmente cerrado y decidido. Unos minutos después, Javier Anta, presidente de ASIF, informaba a la audiencia de que había recibido una llamada del secretario general de Energía, Pedro Marín, y de que los presidentes de las tres asociaciones del sector, AEF, APPA y la propia ASIF, acababan de mantener una conversación telefónica a tres bandas.
Como Cenicienta, el Real Decreto 1578/2008 apuraba el plazo que el Ministerio de Industria se había fijado para dar continuidad al sector fotovoltaico tras el período transitorio del RD 661/07. La magia de las hadas que le han permitido despegar a la tecnología solar en España llegaba a su fin, no con las doce campanadas como tiempo límite, sino con el día 29 de septiembre.
Pero si Cenicienta, embelesada en los brazos del príncipe, no se percataba del tiránico segundero del carillón, el sector fotovoltaico era muy consciente del paso de las hojas del calendario: llevaba más de un año colaborando con Industria en el diseño del futuro mercado en una situación de explosión sectorial agudizada por la incertidumbre regulatoria.
Y si Cenicienta bailaba feliz, el sector fotovoltaico era consciente de que, a pesar de la inmensa inyección de capital que estaba recibiendo, la continuidad de numerosos proyectos empresariales estaba en el aire. Además, la proximidad de la fecha límite exacerbaba la tensión de un mercado globalizado en el que la oferta aún no puede cubrir la demanda, y los nervios estaban a flor de piel.
Cenicienta recibió con sorpresa y miedo el estridente sonido de las campanadas; el sector fotovoltaico, con chirrido de intereses empresariales y gritos de socorro. Muchos hemos respirado al comprobar que el RD 1578/08 no provocará la debacle que se vislumbraba con sus redacciones previas.
Cenicienta, huyendo para que el príncipe no supiera que sólo la magia de las hadas le había permitido bailar con ella, se dejó atrás un zapato de cristal; el sector fotovoltaico, al acabar el período transitorio, ha perdido algo más: la insignificancia. Ya no es una pequeña y anecdótica fuente de energía; ahora despierta sorpresa y admiración, recelo y confianza; ahora, que ha demostrado tener inmensas posibilidades a corto plazo, se le debe tener en cuenta.
Si el zapato de Cenicienta le permitió al príncipe encontrarla, allá en la casa de la malvada madrastra, la notoriedad alcanzada le debe servir a fotovoltaica para ocupar un nuevo espacio en el ámbito energético y en la sociedad. Ahora, el sector fotovoltaico, dotado de una regulación cuyos fundamentos –dentro del estrechísimo margen que le ha dejado el Gobierno– ha diseñado él mismo, debe curar sus heridas y enfocarse en convencer a todos los escépticos y en acallar a todos los detractores.
