España continúa siendo líder mundial en esta tecnología y sería un grave error que nuestro Gobierno dejara de apoyar su utilización en nuestro país, teniendo en cuenta el emergente mercado mundial que se está abriendo ante la evidente necesidad de gestionabilidad de la nueva capacidad renovable de países en dinámico crecimiento, así como del positivo impacto que tendría para nuestra economía y para la convergencia regional el despliegue de nuevas centrales termosolares en nuestro país.
Ante este panorama, la primera prioridad del sector sigue siendo garantizar la estabilidad retributiva para los activos en operación. Además del daño irreparable que podría causar una nueva rebaja en los ingresos de las centrales, anularía sin duda la capacidad de los promotores de continuar mejorando la tecnología y de posicionarse en los concursos internacionales.
Hoy en día nadie duda de que toda la nueva potencia que se instale en España será renovable y que se cerrarán muchas centrales que actualmente proporcionan el respaldo en los próximos años. Por ello es necesario que se vaya progresivamente dotando de mayor componente de gestionabilidad al mix renovable, impulsando, entre otras, la instalación de nuevas centrales termosolares que, adicionalmente a su contribución a la gestionabilidad del sistema, tendrían la virtud de mantener en vanguardia a la industria española ante el emergente mercado mundial para esta tecnología.
Hay que planificar el nuevo mix en el que las renovables tendrán cada vez mayor peso, con el concepto de ‘valor’ como prioridad, y no exclusivamente con el de ‘precio’. El resultado sería sencillamente no sostenible, ni para el sistema ni para los inversores en centrales fluyentes, ya que, a medida que se incrementa la penetración de renovables, verían como disminuye dramáticamente su valor para el sistema.
La termosolar, con los datos de los precios ofertados en las últimas adjudicaciones de las que tenemos noticias en Dubái, en donde las condiciones de radiación y de atenuación atmosférica son peores que en nuestras regiones del sur, es ya una alternativa para la planificación de la transición energética en nuestro país.
Adicionalmente, el Gobierno debería contemplar, como ocurre por ejemplo en Alemania, que la transición energética constituye una auténtica oportunidad de desarrollo económico y de generación de empleo para nuestro país. Las renovables son un motor para la economía y el impulso a una tecnología como la termosolar, con un impacto macroeconómico, de convergencia regional y de posicionamiento exterior tan positivo, podría ser esa palanca tecnológica y de gran valor añadido que la economía española necesita.
No deberíamos escuchar nunca más la habitual respuesta en el Ministerio de Energía de que “eso es de otro negociado”. El Gobierno debería entender el efecto tractor de un cambio de modelo energético en casi todos los sectores industriales de nuestro país, incluyendo además a los centros tecnológicos y sacarle el mayor partido posible. Esperemos que más de haber creado una Comisión de Expertos percibamos un compromiso claro del Gobierno con la “Transición Energética” en nuestro país. Lamentablemente, por las declaraciones de estos días, parecería que apuestan más por la “Continuidad Energética” que por la transición hacia un cambio de modelo.
Este artículo de opinión ha sido publicado originalmente por Luis Crespo en el boletín de septiembre de Protermosolar