El reto climático en el que nos hallamos inmersos requiere de medidas y una gran determinación para transitar hacia una sociedad neutra en carbono. Los compromisos adquiridos en la CoP 21 del acuerdo de París trazan el objetivo de limitar el calentamiento mundial por debajo de 2 grados centígrados, preferiblemente inferior a 1,5ºC, en comparación con los niveles preindustriales. España en su implementación y trasposición a través del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima planea su descarbonización de modo que el 74% de la generación de electricidad deba ser producida con energías renovables de cara al 2030.
Este objetivo de profunda penetración de energías renovables nos abre otros retos de integración y gestión en el sistema eléctrico. Una mayor presencia de energía renovable va a introducir en el sistema una mayor intermitencia, motivada fundamentalmente por la dependencia de los recursos primarios del Sol y viento. Por tanto, el almacenamiento y el aporte de nuevas formas de proporcionar firmeza y gestión a la producción se constituyen como elementos claves para maximizar la integración de las tecnologías de carácter renovable e intermitente.
En este sentido la tecnología termosolar juega un papel determinante ya que es posiblemente la única tecnología que actualmente es capaz de cumplir simultáneamente los siguientes aspectos:
• ser renovable y por tanto no emisora de gases de efecto invernadero,
• dar firmeza a la producción gracias a su capacidad de almacenamiento de larga duración,
• conectarse de manera síncrona al sistema eléctrico, lo que redunda en grandes beneficios a la operación del sistema eléctrico para garantizar los equilibrios de generación y demanda,
• llegar a producir más del 40% de las horas del año y con aún mayores almacenamientos hasta casi el 80% como en algunos proyectos fuera de España,
• perspectivas de crecimiento en nuestro país, con abundancia de recurso solar y un desarrollo de proyecto de unos cuatro años,
• y constituirse como la tecnología más eficiente en precio capaz de cumplir todas las características anteriores.
Actualmente, España cuenta con 50 plantas termosolares, distribuidas principalmente en la mitad sur de la Península Ibérica, con una potencia total instalada de 2.300 megavatios (MW) y una cobertura anual de la demanda nacional de aproximadamente 2%, en línea con la fracción que representan en el mix de generación eléctrico.
Esta producción se está viendo seriamente amenazada porque desde el año pasado se están produciendo limitaciones a la producción de estas tecnologías por falta de capacidad en la red de transporte. Situación que se ha agravado a niveles insostenibles en este año 2022, con restricciones que en un par de meses han supuesto pérdidas superiores al 10% de la producción anual en algunas plantas en ciertos nudos de Extremadura y Castilla-La Mancha.
Mientras se mantenga esta situación es posible que algunas plantas puedan ver comprometida su viabilidad financiera. De nada serviría una rentabilidad razonable garantizada por el Gobierno, si en la práctica las centrales no pueden exportar energía por limitaciones a la producción impuestas por Red Eléctrica, un hecho completamente ajeno a los propietarios de dichas centrales y sobre lo cual no pueden hacer nada.
La clave fundamental de esta situación nace en el concepto de la prioridad de acceso de las energías renovables y las reglas que determinan el orden de asignación empleado para resolver los problemas de capacidad en la red de transporte. Estas reglas apuntan a la tecnología termosolar como una de las primeras en ser desconectada del sistema, lo que supone un claro perjuicio, no solo a la tecnología termosolar sino al sistema eléctrico en su conjunto, al estar desconectando una tecnología renovable que aporta firmeza, no intermitencia y estabilidad para los equilibrios de generación y demanda.
La situación se agrava conforme se conecta mayor potencia fotovoltaica en los mismos nudos de acceso, aquellos situados en zonas soleadas, que van “desplazando” la energía síncrona termosolar, ya que fotovoltaica tiene una menor prioridad de despacho –es decir, se le imponen limitaciones más tarde- y, por tanto, conforme mayor potencia fotovoltaica haya en un nudo, menor hueco quedará para la exportación termosolar.
La prioridad de acceso y despacho es un derecho de los generadores amparado por la legislación de la Unión Europea en la primera década de este siglo (Directiva 2009/28/CE), ya que en aquel momento la promoción de renovables exigía de algún modo dar prioridad de despacho para promocionar la integración de las energías renovables frente a energías tradicionales como el gas o el carbón.
Este hecho, junto con sus respectivas actualizaciones normativas y los procedimientos de operación, están priorizando la desconexión de la tecnología termosolar al considerarse una tecnología gestionable y, por tanto, se podría llegar a entender que es factible desplazar su producción a otras horas del día, de modo que se podría creer que no les afecta una consigna de no generación.
Pero no. La realidad no es exactamente así, porque en verano, que es precisamente cuando ocurre esta situación, el sistema de almacenamiento de las centrales termosolares está completo, de modo que una limitación conlleva pérdidas de energía irrecuperables.
La situación se complica aún más cuando Red Eléctrica debe mantener ciertas fuentes fósiles en funcionamiento precisamente para garantizar sincronismo en la red, lo que en la práctica se traduce en seguir quemando gas natural a unos precios desorbitados, cuando las centrales termosolares –que no requieren de ningún combustible para funcionar-, están obligadas a parar con el sol brillando y sus sistemas de almacenamiento ya llenos para la noche. La planificación de la red de transporte se encuentra ante el reto de anticiparse a estos cuellos de botella y dimensionar la red para integrar toda la capacidad renovable sin que se produzcan estas limitaciones de producción con esta frecuencia tan elevada.
Por tanto, nos encontramos en una situación paradigmática donde una tecnología que ofrece prácticamente la misma estabilidad y aporte de valor al sistema eléctrico que el carbón o el gas, y a pesar sus precios actuales, se está viendo obligada a desconectarse del sistema eléctrico. ¿Podemos permitirnos este lujo?
David Trebolle, secretario general de Protermosolar