El año 2023 ha sido muy relevante para las energías renovables. Por varios motivos. Por un lado, porque el Parlamento Europeo y el Consejo alcanzaron en marzo un acuerdo para adaptar la directiva europea de energías renovables a los objetivos Fit for 55 y porque la Comisión Europea presentó en mayo el plan REPowerEU, reafirmado en septiembre, cuando el EuroParlamento confirmó el objetivo 2030, vinculante y obligatorio para todos los países de la Unión, de alcanzar un 42,5% de penetración de energías renovables en esa fecha.
Por otro lado, y en un ámbito más doméstico, porque la versión revisada del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) 2023-2030 eleva el objetivo de penetración de renovables hasta el 48% sobre el consumo final de energía y una producción renovable del 81% del total de la electricidad generada en nuestro país.
Estos dos grandes hitos confirman la necesidad de inversión, lo que provoca un efecto dinamizador en el propio sector. No olvidemos, sin embargo, que debemos realizar una correcta planificación de cómo queremos alcanzar estos objetivos, si no queremos que se conviertan en un verdadero quebradero de cabeza.
La implementación de tanta producción de energía renovable en tan poco tiempo plantea en todo caso grandes retos que debemos afrontar cuanto antes. Es esencial realizar una buena planificación en el medio y largo plazo, y hacer un esfuerzo para que las prisas, el corto plazo y un hipotético bajo coste no escondan consecuencias futuras que sean más costosas de resolver.
Como muestra de los primeros desequilibrios ya hemos observado cómo, en muchos fines de semana del verano de 2023, han vuelto los precios cero a las horas centrales del día, donde las renovables tienen exceso de producción, algo que provoca, además, restricciones a la producción de otras tecnologías (renovables y no renovables).
Además, el desequilibrio provocado por el exceso de oferta durante el día (y defecto en las horas nocturnas) se traduce en precios que se disparan hasta los 120 €/MWh en las horas nocturnas de esos mismos días; es decir, que, en el mismo día, tenemos precios totalmente contrapuestos.
Los precios cero, aunque a priori parecen una buena noticia para el consumidor final, son una mala noticia para el sector en su conjunto, ya que están enviando señales de menor rentabilidad a los inversores, que, ante un escenario de incertidumbre, pueden decidir no invertir más en nuestro país.
Además, otra de las consecuencias de tener un sistema descompensado, donde no existe un equilibrio entra la aportación de las energías renovables en las horas diurnas y en las horas nocturnas, es la posible aparición de ocasionales problemas de firmeza, flexibilidad y seguridad en nuestro sistema eléctrico.
En este sentido, el Gobierno ya ha empezado a dar algunos pasos para resolver ciertos desequilibrios presentando el borrador para la creación de los llamados mecanismos de capacidad, que pretenden ser una herramienta para lograr la seguridad de suministro en el corto, medio y largo plazo, así como para incentivar el despliegue de tecnologías que aporten firmeza y flexibilidad al sistema, como el almacenamiento o la respuesta de la demanda.
Es en este punto donde la termosolar, con su solvencia tecnológica más que asentada, debe tener la oportunidad de aportar su valor y ser parte de la solución en un sistema descarbonizado cada día más desequilibrado.
La tecnología termosolar tiene un rol determinante en el ámbito de la transición energética. Porque proporciona energía y potencia síncrona renovable y aporta al sistema un respaldo y seguridad de suministro equivalente al que aportan otras tecnologías fósiles.
No olvidemos que el reto de la transición energética se asienta en la sustitución definitiva de las tecnologías emisoras, como el gas natural (de precios volátiles además), por tecnologías renovables.
Por tanto, la solución a todo este desequilibrio no debe reducirse exclusivamente a instalar almacenamiento, sino que pasa por tener un diseño claro a largo plazo de nuestro mix de generación y una planificación de implementación de renovables donde todas las tecnologías jueguen su propio papel y aporten el valor que les corresponde.
Y, en ese sentido, la tecnología termosolar no se debe medir exclusivamente por el coste de la energía que produce. Porque su valor va más allá. La tecnología termosolar no es competitiva por electrón verde generado, es competitiva si se considera esa versatilidad de servicios que ofrece.
Esperamos que esta polivalencia sea reconocida tanto en la versión definitiva del Pniec como en futuros mecanismos de subasta que definan un esquema regulatorio que reconozca esa versatilidad que el sistema eléctrico español necesita cada vez más.
Por último, destacar que el anuncio de la continuidad de Teresa Ribera al frente del Ministerio para la Transición Ecológica permitirá dar continuidad y mejorar las políticas de transición ecológica llevadas a cabo hasta ahora.
Esperamos que en esta nueva legislatura seamos capaces de encontrar, por fin, un marco regulatorio que permita consolidar la tecnología termosolar en su papel relevante en la descarbonización del sector eléctrico y de la industria, recuperando así la posición de liderazgo a nivel mundial que España ha ocupado por muchos años.
