Este artículo estaba condenado a denunciar una vez más la mentira, la desfachatez, la soberbia del hombre más nefasto que ha estado al frente de la política energética de este país, pero una sentencia y una sencilla herramienta de nuestro ordenamiento constitucional, como lo es la moción de censura, lo han enterrado, esperemos para siempre, y por eso ni siquiera lo voy a mencionar con nombre y apellido. Por fin podemos empezar a centrarnos en lo que hay que hacer (al menos en una primera etapa) y no en comentar el esperpento que ha dominado en el ámbito energético en estos últimos años.
Ahora es tiempo para acometer con decisión lo que se ha venido pregonando como antítesis de la política del Partido Popular. Pese a las perspectivas de una corta vida para este nuevo Gobierno es el momento de abordar la energía con la vista puesta en el horizonte y no en el corto plazo. Sí, mucho más en estas condiciones temporales, porque si no hay tiempo para aplicar “políticas de legislatura” sí que lo hay para sentar las bases en la forma de afrontar un acuerdo general, el pacto de Estado que tantos venimos reclamando para este sector.
Obviamente hay medidas urgentes y muy deseables que no necesitan periodos de maduración y que no deben tardar en ir al BOE o plasmarse de cualquier otra forma. La primera de ellas es vincular la política energética a la lucha contra el cambio climático y no como pretendía el anterior gobierno al abordarlas de forma separada, lo que suponía condenarlas a la esterilidad.
Es tiempo y hay tiempo para contribuir de forma más dinámica y no como un lastre a la aprobación y puesta en marcha de las nuevas directivas europeas que forman parte del Paquete de Invierno. Desde ya, España debe ser percibido como un país ambicioso en la construcción de un escenario más sostenible y no como el más reaccionario que frenaba políticas y reducía objetivos.
Es tiempo y hay tiempo para dejar de demonizar las renovables y apostar por su desarrollo asumiendo la evidencia de que a sus ventajas medioambientales y socioeconómicas se une hoy una competitividad indiscutible en costes. Y esta tarea debe empezar por una medida con valor por si misma pero también como declaración de intenciones como lo es la abolición o reforma urgente del RD 900/2015, suprimiendo el impuesto al sol, simplificando los trámites administrativos y permitiendo modalidades más eficientes como puede ser el autoconsumo compartido.
Es tiempo y hay tiempo también para situar el ahorro y la eficiencia en primera fila de la política energética y para que la nueva administración dé pasos decisivos ejemplarizantes en este ámbito.
Y es imprescindible, y éticamente obligado, que en este nuevo escenario político se cierre lo más pronto posible un acuerdo para restituir la seguridad jurídica y reparar el daño que las políticas anti renovables de estos últimos diez años (¡sí señores del PSOE, diez años!) han provocado a miles de familias e inversores españoles que están viendo cómo los arbitrajes internacionales solventan la reclamación de los fondos de inversión extranjeros mientras ellos afrontan situaciones que en muchos casos son desesperadas.
Pero la tarea no es fácil, es mucho más complicado elaborar nuevas normas que respondan a los retos que plantea hoy el uso de la energía que quedar a las 12h en la escalinata del Congreso para hacerse todos los grupos de la oposición la foto con la que se manifestaba el desacuerdo con el despropósito del Gobierno anterior. En cada una de las formaciones que durante estos seis años han firmado declaraciones y manifiestos contra lo que se estaba aprobando conviven posturas que matizan esa unanimidad anti PP en materia energética. Por ejemplo, en unos casos las veleidades gasistas de los partidos nacionalistas y parte del PSOE, en otros la losa que no se quitan de encima algunas fuerzas de rebelarse contra el irrenunciable (desde la sostenibilidad) cierre del carbón por una mal entendida solidaridad con los escasos empleos que supone todavía hoy la extracción del carbón.
No va a ser fácil pero ahora hay que afrontar sin titubeos la transición energética. No es el único reto, sin duda, pero es tan importante como el que más.