Sergio de Otto
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Han triunfado “los señores del Gas” y han perdido la sensatez, la cordura, lo racional, lo necesario. Han ganado los intereses particulares de media docena de grandes empresas y ha sido derrotado el interés general. Se van a salvar los muebles de las tecnologías convencionales y se tira por la ventana el liderazgo de nuestro país en las tecnologías de futuro. Ha vencido el pasado y ha caído el futuro.
El error estratégico de las grandes compañías eléctricas de construir más de 22.000 MW en centrales de ciclos combinados —que nadie les obligó a poner en pie— se va a remediar con un frenazo a las renovables que ya se ha consumado tanto con el inoportuno, caótico e innecesario Registro de Pre-asignación de mayo de 2009, como con la campaña de desprestigio de las renovables liderada por el ministro Sebastián en estos últimos seis meses y certificada con los recortes a su retribución, que se plasma en los decretos enviados a la Comisión Nacional de la Energía el pasado 30 de julio.
La rectificación de los objetivos para las renovables que denunciaba anticipadamente en esta columna el pasado mes de mayo (“¡Salvemos Zurbano!”), las retrógradas declaraciones del responsable del Gobierno en materia energética, la decepcionante desaparición del Presidente del Gobierno en el debate, la ausencia de voces autorizadas en el partido del Gobierno en defensa del programa que les llevó al poder, la ignorancia del principal partido de la oposición en esta materia, la ausencia de rigor y conocimiento en los medios de comunicación a la hora de abordar la energía, la literatura de las memorias y exposiciones de motivos de las últimas normas, han permitido, entre otros factores, la vergonzante capitulación de la Política ante las cuentas de resultados de un puñado de empresas.
Lo hemos apuntado en alguna ocasión: España, por el hasta hoy avanzado desarrollo de las energías renovables, es el escenario de uno de los primeros choques entre intereses diversos en el cambio de modelo energético que el mundo entero tiene que abordar sí o sí. En esta primera ocasión se ha perdido una batalla importante. Se trata de un paso atrás que condicionará gravemente el papel futuro de nuestro país en este sector clave del mundo actual. Me refiero a tecnología, a empleos, a desarrollo industrial, a conocimiento, a riqueza compartida, a un dinamismo que nos había puesto por delante y que ahora se tira por la borda para que en los próximos años las centrales térmicas de gas den a sus propietarios la rentabilidad deseada reduciendo la competencia de las energías renovables.
Sí, la cuestión es esa, y no otra, por mucha cortina de humo de costes insostenibles o déficit de tarifa que se manejen. Lo vergonzante es que un Gobierno que había anunciado que la sostenibilidad iba a ser el eje de su política en esta legislatura ignore que el importe de las primas a las renovables equivale al coste de las importaciones de gas para una misma producción eléctrica. ¿Es mejor trasvasar esas rentas a los países exportadores de gas que consolidar en nuestro país una industria que crea empleo, desarrolla tecnología y moderniza nuestro modelo productivo? ¿Hemos dejado de ser el país con mayor dependencia energética de nuestro entorno? ¿Estamos dispuestos a sufrir la extorsión de los países exportadores? ¿Es mejor priorizar las tecnologías que emiten gases de efecto invernadero? ¿Acaso hemos cumplido ya con el Protocolo de Kioto? ¿No existe el cambio climático? No, sencillamente se ha claudicado ante una ofensiva dura y bien organizada.
Señor Presidente, señor Ministro: se llega al poder para cambiar las cosas no para plegarse al chantaje de cuatro poderosos.
