Matar al mensajero o el linchamiento de Al Gore (ER 62)

Sergio de Otto
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No, no es que el ex vicepresidente de los Estados Unidos sea santo de mi devoción, ni mucho menos, ni que sus formas sean las más idóneas para difundir el mensaje que pregona, pero a cada cual lo suyo. No puede uno permanecer impasible al linchamiento que se ha llevado a cabo en numerosos medios de comunicación contra el autor de “Una verdad incómoda” con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Cooperación Internacional y también —o, quizás, sobre todo— para tapar alguna inoportuna y muy desafortunada “gracieta”.

Da la sensación de que los “incomodados” por esta verdad apabullante sobre la responsabilidad de la actividad humana en los cambios que está sufriendo aceleradamente el planeta han estallado por la costura de las supuestas o reales —¡qué mas da!— incongruencias del también Premio Nobel de la Paz para desatar una campaña en la que se pretende, matando al mensajero, desacreditar su mensaje.

Como si el hecho de que Al Gore viaje en avión privado, gaste muchos kilovatios en su residencia familiar, cobre no sé cuantas decenas de miles de dólares por conferencia, abuse del manual del perfecto orador o caiga en la tradición del típico “showman made in USA” en sus intervenciones restarán un ápice de verdad a los mensajes, a los números, a las evidencias del cambio climático, de la deforestación, de la desertización, de las pérdidas de hielo en los polos, o a la elocuente desaparición de los glaciares.

Esta turba que pide la horca intelectual para el profeta da muestras de llevar mucho tiempo conteniéndose ante la aceptación mayoritaria de esa “verdad incómoda” —debe ser especialmente incómoda para ellos— y revela que todavía quedan muchas resistencias que vencer antes de que todos nos pongamos a trabajar.

Para desacreditarle a él y, de paso, a los cientos de científicos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático vale cualquier cosa: desde afirmar sin citar ninguna fuente que eso, lo del cambio climático, ocurre con los mismos efectos cada cuarenta o cincuenta años, a manipular las dudas o matizaciones sobre el alcance del proceso que emiten algunas personalidades del mundo de la ciencia. Por ejemplo, un semanario económico afirmaba estos días que “la tesis catastrofista se viene abajo” y como prueba concluyente aportaba la declaración de un prudente catedrático que simplemente afirmaba “que es posible que se hayan exagerado algunas consecuencias del proceso”. Un matiz, con el que se podrá estar o no de acuerdo pero planteado con moderación, que se emplea para hacer creer que todo lo que estamos viviendo es un gran montaje para negocio de unos pocos.

Luego están las declaraciones de algunos estrafalarios personajes, algún premio Nobel apartado o un viejo ecologista jubilado, que han encontrado en el discurso contracorriente una notoriedad que les había abandonado o, quién sabe, la generosidad de los más incomodados por esta verdad. El ejemplo del ecologista díscolo es el más empleado: da igual que el movimiento ecologista internacional en su conjunto mantenga un discurso homogéneo en lo esencial, basta que un “ex algo” diga lo contrario para afirmar que el ecologismo está divido ante el cambio climático o el rechazo a la energía nuclear.

Al Gore tendrá, como cada hijo de vecino, sus defectos y sus incongruencias pero habrá que agradecerle el hecho de que haya despertado muchas conciencias y llevado la sensibilización sobre estos temas a donde otros no habían llegado.Y lo ha hecho con éxito como lo demuestra la ferocidad del linchamiento que se ha desatado en nuestro país en esos medios. Maten al mensajero pero la verdad está ahí, aunque les incomode.

sergio de otto

Matar al mensajero o el linchamiento de Al Gore (ER 62)