A finales de junio se celebró en Madrid una jornada con el título Energía limpia para una Europa sostenible que resultó apasionante por el nivel de todos los ponentes, por la intensa participación de los asistentes en el coloquio que cerró cada sesión y por la diversidad de enfoques aportados al debate. Parlamentarios y sindicalistas, representantes de organizaciones sociales y ecologistas, pero también de entidades internacionales como la Comisión Europea y la OIT, expertos del ámbito empresarial y de la Universidad, expusieron sus análisis y propuestas sobre temas como el agotamiento del modelo energético actual, las hojas de ruta de la Unión Europea, los impactos del cambio climático, el ahorro y la eficiencia y la relación entre ciudad y energía.
En definitiva un caudal de aproximaciones al tema de la energía desde prismas muy variados, con muchos datos en algunos casos o con reflexiones sociales en otros, pero siempre, siempre con la misma conclusión: se puede y se debe cambiar el modelo energético. Tecnológicamente es viable, económicamente es necesario por tanto es solo cuestión de política, de voluntad política, como manifestaron contundentemente muchos ponentes, pero, lamentablemente como constaba Javier García Breva, presidente de la Fundación Renovables, “en España la energía no está en la agenda de
los dos principales partidos”.
¿Por qué no lo está? ¿O por qué lo está para este Gobierno exclusivamente en abordar repetida y erróneamente la patata caliente del déficit de tarifa? La respuesta es compleja y sencilla al mismo tiempo.
En esta jornada, Teresa Ribera (que como secretaria de Estado de Cambio Climático fue la única persona del segundo Gobierno Zapatero que mantuvo un discurso coherente) expuso una tesis con cierta perspectiva que explica parte de la respuesta. Dijo Ribera que pese al fuerte impulso que la Unión Europea dio a partir de las década de los noventa a las políticas de lucha contra el cambio climático o de transición a una economía descarbonizada estas no tuvieron tiempo de demostrar su eficacia puesto que por medio apareció la crisis económica que ha servido de pretexto para frenar dichas políticas.
Efectivamente, la crisis económica ha servido para relegar como prioridad la sostenibilidad –en su más amplio sentido– como criterio esencial de la acción política. La austeridad ha tomado el relevo para imponerse como argumento que todo lo justifica y como disculpa para calificar a la lucha contra el cambio climático o al desarrollo de las renovables como un “lujo” que ahora no podemos permitirnos.
En nuestro país la energía no está en la agenda de los dos grandes partidos porque los gobiernos han sido secuestrados, se han dejado secuestrar, por las grandes corporaciones energéticas con las que sienten muy a gusto hoy y mañana pensando en su retiro profesional como lo demuestra la escandalosa realidad de esas “puertas giratorias” que han tenido como única respuesta la presentación de una querella ante la Fiscalía Anticorrupción por parte de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético o las denuncias de algunas organizaciones como Greenpeace.
No está el cambio de modelo energético en la agenda de los partidos porque no ha existido hasta ahora presión desde la sociedad. La ciudadanía está tomando conciencia –así lo certificaba Mercedes Pardo profesora de Sociología de la Energía– de la gravedad del problema del cambio climático pero todavía no ha asimilado la necesidad de actuar para hacerle frente más allá de pequeños gestos en nuestros hábitos diarios. Ni los principales partidos, y por tanto los gobiernos, ni las grandes corporaciones energéticas sienten la presión de la sociedad reclamando otra forma de actuar más allá de las pequeñas picaduras sin consecuencias –de momento– que puedan suponer las acciones de entidades como las citadas anteriormente.
Tampoco han fomentado esa presión a los poderes públicos, al menos de una forma organizada y con perspectiva a largo plazo, las empresas que habían hecho su apuesta de negocio en este ámbito. Estas se han limitado a reclamar “su parte”, a exigir “lo suyo”, en lugar de sembrar para un escenario general propicio en el que sus negocios coincidirían con el interés común de toda la sociedad.
Sí, la respuesta está en la política, pero la iniciativa política debe estar en los ciudadanos, en su movilización. Por eso algunos seguimos con entusiasmo, a pesar de los pesares, trabajando en proyectos como la Fundación Renovables. ¿Te animas?