Pues va a ser que no, que por mucho pecho que sacaran, por muchas medallas que se pusieran, en realidad no lo habían arreglado. Al final resulta que teníamos razón los muchos que decíamos que la “mega reforma” de 2012, la “super reforma” de finales de 2013, las “reformitas” constantes de estos años, no eran más que parches a una obsoleta regulación del Sistema Eléctrico que no responde en absoluto a los retos que tenemos planteados y que al final para lo único que han servido es para mantener los seis mil millones de euros anuales de beneficios para las eléctricas y la ruina de tantos productores renovables.
No, mire usted, si con un incremento de la demanda del 12%, respecto a la misma fecha de 2016, el Pool cierra a mitad de enero de 2017 con una subida del 110% es que algo funciona mal, muy mal. Que sí, que Francia nos ha estado comprando electricidad por estar cerrada una docena de centrales nucleares (por cierto ¿nadie dice nada de esa crisis de la seguridad de esa tecnología “tan segura”?), que el precio del gas se ha incrementado, que el viento no soplaba, que no es el mejor momento de la fotovoltaica (por cierto, las echamos de menos ¿verdad?, se creen ya lo de que bajan el precio del Pool, ¿verdad?), que sí que hacía frío aquí y en toda Europa, sí, todo eso es cierto, pero tanto como el que tenemos 100.088 MW de potencia instalada en el sistema peninsular y que la punta de la demanda del 19 de enero fue de 41.381 MW, que no todas las centrales térmicas de gas de ciclo combinado que cobran unos generosos pagos por capacidad estaban disponibles, que –¿por qué no decirlo?– no estamos convencidos de que el mercado en el que se fijan esos precios sea todo lo puro y transparente que dicen sus acérrimos defensores, etcétera.
Suspicacias aparte, esta crisis nos ha permitido volver a señalar al sistema de fijación de precios de nuestro mercado marginalista como responsable de este desaguisado. “¡Pero si es lo que tienen 26 países europeos!”. Hay que reconocerles que, de entrada, es un buen argumento. Si los países de nuestro entorno tienen ese mercado marginalista en el que la tecnología más cara marca el precio que perciben el resto es que eso puede funcionar, aunque haya en ocasiones diferencias importantes.
¿Qué es eso de marginalista? Pues se trata de que usted baja a la frutería, anuncia que para mañana necesita 3 kilos de fruta y le dicen que hay disponible medio kilo de mandarinas a 2,80 €/kg, otro tanto de peras a 3,20 €/kg, un kilo de manzanas a 3,60 €/kg, ochocientos gramos de plátano a 4,60 €/kg y que, para completar los tres kilos, es decir para esos 200g que faltan, solo hay disponible mango a 10,25 €/kg y que por tanto toda la fruta me va a costar esos 10,25 €/kg. Sustituya el lector, nuclear, renovables, carbón o gas por las frutas y tendrá una idea de cómo funciona eso (por cierto, me había parecido que el que ofertaba el mango a 10,25 €/kg tenía más mandarinas en el almacén…, que al que me vende las peras ya se las habían pagado con subvenciones del pasado…, no sigo).
Los exégetas del sistema me desacreditan la comparación afirmando que en el mercado eléctrico hay un único producto: el kWh y que lo que hay antes de ese producto no importa. Efectivamente, así es y ESE ES EL PROBLEMA. Están compitiendo kilovatios hora que generan emisiones que contribuyen al cambio climático con kilovatios hora generados con tecnologías limpias; kilovatios hora que generan residuos que serán un problema dentro de mil años con kilovatios hora que generan empleo en nuestro país; están compitiendo kilovatios hora que arruinan nuestra balanza comercial con kilovatios hora que aportan riqueza e incrementan nuestro PIB; kilovatios hora generados en centrales financiadas de forma poco transparente con instalaciones a las que se ha cercenado arbitrariamente la retribución que el BOE les prometió; y así podríamos seguir un par de páginas.
Algunos creemos, y eso lo pone de manifiesto la Fundación Renovables muy claramente, que la energía es un derecho de la ciudadanía, un bien esencial y que como tal debe ser tratado y regulado. Otros como el señor Eduardo Montes, presidente de la patronal del oligopolio, piensa que generar kilovatios hora es lo mismo que “fabricar latas de sardinas”. Será por eso por lo que no nos ponemos de acuerdo.