Hoy es el informe “Brecha de Emisiones” del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente el que nos advierte de que no estamos haciendo nada para mantener el aumento de la temperatura global en 1,5º. Ayer fue el Boletín de la Organización Meteorológica Mundial sobre los Gases de Efecto Invernadero que señalaba que estos gases han batido todos los récords de su presencia en la atmósfera. Antes de ayer el séptimo informe de “The Lancet Countdown”, enfocado en salud y cambio climático, denunciaba que “los gobiernos y las empresas siguen dando prioridad a la extracción y quema de combustibles fósiles a pesar de los graves daños que el cambio climático ocasiona a la salud”. La semana anterior un nuevo informe de ONU Cambio Climático alertaba sobre “el poco tiempo que nos queda para evitar las devastadoras consecuencias de un cambio climático galopante”. Y así, un día tras otro, la ciencia se empeña en presentarnos un panorama que nos obliga a hacer las cosas de otra forma con una prioridad: prescindir lo más rápidamente posible de los combustibles fósiles.
Son los avisos de la ciencia, unánime en un 99,99% (siempre hay alguien dispuesto a escribir al dictado), son inequívocos, se habla alto y claro, pero…
Pero no reaccionamos, no actuamos en consecuencia. Unos, que dicen escuchar a la ciencia y que toman el camino en la dirección adecuada, arrastran los pies a la hora de tomar decisiones, cuando las toman son tímidas y al menor obstáculo dan marcha atrás. Algunos dudan, pero en cualquier caso van mucho más despacio todavía porque ¡solo faltaría tener que ir en compañía de su adversario político! Otros directamente van en dirección contraria armados de una frívola irresponsabilidad en la que la demagogia tiene mil veces más valor que los datos que aporta la ciencia.
Y luego tenemos a Imaz. Sí, con su particular cruzada destaca en este panorama el consejero delegado de Repsol, que no pierde ocasión para denunciar que esto de “la transición energética es un error tremendo” y que lo “estamos haciendo mal”. En esto último estoy de acuerdo con él porque si lo estuviéramos haciendo bien, la empresa que se dedica a la extracción, distribución y comercialización de combustible fósil, responsable de todas las calamidades que anuncia la ciencia, no debería estar presentando un beneficio de 3.200 millones de euros hasta septiembre como acaba de anunciar. ¡Claro que lo estamos haciendo mal!
Imaz hacía recientemente un llamamiento a “repensar” la transición energética con una visión “menos ideológica” porque “se está haciendo mal” y, según él, corremos el riesgo de “impactar negativamente en la industria, en los costes energéticos y en los consumidores”. El análisis del consejero delegado de la principal petrolera española no solo ignora la necesidad de reducir el consumo de lo que sustenta esos beneficios sino que se permite señalar que “la sociedad sigue demandando de forma creciente petróleo y gas, va creciendo el consumo, va creciendo la demanda” y lamenta que con la transición energética “se desincentiva su producción, se ponen dificultades desde el punto de vista inversor y financiero a los sectores y empresas para que inviertan en estas energías”.
Lo de reducir emisiones lo dejamos para otro siglo, lo que importa ahora es aumentar las inversiones para seguir extrayendo, transportando y quemando petróleo a buen precio para seguir enganchados a él.
Como paladín de los derechos de los consumidores Imaz se escandaliza porque “el mix energético es caro y no es asumible”. ¿Tendrá algo que ver, poco o mucho, el monto de los beneficios obtenidos por su empresa y otras energéticas? ¿Es comprensible que crezca el resultado de las energéticas en el momento en el que para los ciudadanos el coste de la energía se ha convertido en el principal problema tanto a la hora de pagar el suministro como su impacto en los alimentos? Sí, la economía, el mercado seguro que tienen una explicación; la ética, no.
Para Imaz el problema es que se está poniendo “la ideología por encima de la tecnología”. Para otros el problema es que se están poniendo los dividendos de unas grandes empresas por encima del interés general.