Sergio de Otto
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No me acuerdo del nombre del humorista pero sí de la frase que le hizo célebre en sus apariciones en la pequeña pantalla: “¡Vente pa’España, Pepe!”. Eran finales de los años setenta y, concluida la transición política, iniciábamos la transición de un país de emigración al país de inmigración en que hoy nos hemos convertido. Pepe era el emigrante que había buscado en Alemania o en Suiza el trabajo y el sueldo que no había encontrado aquí. Con ese latiguillo de “¡Vente pa’España, Pepe!”, su amigo le contaba que en nuestro país ya había forma de ganarse las habichuelas y le animaba a hacer las maletas para volver a casa. Hoy, al sector eólico español le lanzan desde la Administración el mensaje a la inversa, “si quieres seguir desarrollando la energía eólica, !Vete de España, Pepe!”.
Cuando el desarrollo de la energía eólica iba en paralelo a las previsiones del Plan de Energías Renovables 2005-2010 (un PER aprobado —no me canso de recordar—por un Gobierno presidido, como el actual, por José Luis Rodríguez Zapatero); cuando se había puesto sobre la mesa la evidencia de unos datos incontestables sobre los retornos socioeconómicos que la energía del viento supone para nuestro país; cuando estamos demostrando que la integración en red no tiene los límites que apenas hace un lustro nos dibujaban “los expertos” como inexpugnables; cuando todo el mundo (sí, todo el mundo, los cinco continentes) nos miraba como faro del buen hacer en este ámbito; cuando estábamos en estas el Ministerio de Industria se sacaba, el pasado mes de mayo, de la chistera la fórmula mágica del Registro de Pre Asignación. Confesaban (eso sí, en privado) los responsables de la política energética que el invento estaba pensado para evitar que la solar termoeléctrica tecnologías tuviera en la etapa final para acogerse a la retribución del RD 661 el mismo crecimiento desordenado, por no decir caótico, de la fotovoltaica.
Pero metieron en el mismo saco a la eólica que no necesitaba para nada esta piedra en el camino, este nuevo obstáculo administrativo, porque en ningún caso, ni queriendo, hubiera podido, al llegar al 85 por ciento del objetivo del PER, instalar en el plazo de un año (según lo previsto en el RD 661) mucho más de los 3.400 MW que, por ejemplo, se instalaron en 2007. Ello hubiera supuesto llegar a los 22.000 MW, es decir un 9% más de los 20.155 MW fijados como meta por el PER. Una desviación menor de lo que finalmente ha sucedido: han entrado en Registro y, por tanto, podrán acogerse al RD 661, 22.825 MW según las cifras del Gobierno, un 13,2% más que el objetivo.
Podíamos decir que les ha salido el tiro por la culata, aunque la desviación de la eólica sobre el objetivo PER es bastante menor que la que finalmente han tenido la fotovoltaica (superior al 1.000 por cien) o la solar termoeléctrica que ha colocado en ese marco retributivo un 368 por ciento más de lo previsto en el PER. ¡Ojo! No seré yo quien cuestione el apoyo a otras tecnologías renovables pero no se use como argumento desde ningún ámbito eso de que “la eólica ya ha crecido demasiado”.
Los proyectos presentados al Registro han estado siete meses hibernando a la espera de la decisión de Industria, siete meses en los que los fabricantes no han recibido un solo pedido nuevo de los promotores, siete meses que han dejado una sangría de expedientes de regulación de empleo, de no renovación de contratos temporales y de suspensión sine die de los planes de nuevas instalaciones industriales en nuestro país.
Hay plantas que se han cerrado que no volverán a abrirse, otras que a la vista de la escasa y rácana carga de trabajo para los próximos meses irán cerrando sus puertas ya que fuera del corto horizonte del Registro no hay nada, el vacío, “2012: el fin del mundo” como titulaba —genial, como siempre— el maestro Javier García Breva su última columna.
Lo malo es que, tarde o temprano, acabaremos cayendo en la cuenta de que mañana seguiremos necesitando el desarrollo eólico porque sin más energía del viento no llegaremos, ni de lejos, a cumplir el mandato europeo de un 20 por ciento de renovables para 2020. Pero mucho me temo que para entonces —si no se reacciona inmediatamente—, para cuando queramos recuperar esa industria de la que tanto presumimos —los que más, nuestros gobernantes— comprobaremos que nuestros fabricantes de aerogeneradores y componentes, habrán “deslocalizado”, horrible término que resume una aplastante lógica empresarial. Le ha sucedido a Dinamarca, cuna de la industria eólica, donde cada año se cierra más de una fábrica ante la ausencia de un mercado interno.
Pero no todo serán llantos y vestiduras rasgadas. Algunos aplauden ya, hasta con las orejas, felices de comprobar que sus centrales térmicas (que nadie les obligó a construir) podrán recuperar su ritmo de combustión de fósiles al echar el freno a la eólica, sin importar nuestros compromisos de reducción de emisiones, ignorando la sostenibilidad del sistema. Lo dicho, si quieres eólica, ya seas industrial o promotor: “¡Vete de España, Pepe!”.