El titular no es mío. Es la frase de un alto responsable de una de las principales empresas renovables de este país comentando la aniquilación del sector que conlleva la reforma aprobada por el Gobierno el pasado mes de julio como colofón de tres o cuatro años de acoso normativo. Cargarse las renovables, efectivamente, le va a salir gratis a este Gobierno porque no ha existido nunca una estrategia del propio sector para contrarrestar ante la opinión pública, ante la sociedad, la ofensiva desatada por las empresas convencionales en defensa de su oligopolio. Las renovables democratizaban la energía, abrían la puerta a nuevos actores, permitían con el autoconsumo que los ciudadanos fuéramos protagonistas de un nuevo modelo energético y eso, eso no lo podían permitir. Y no lo han permitido, con la connivencia de este y del anterior gobierno que sembró el terreno para esta “deliberada involución”, como ha calificado la Fundación Renovables esta reforma.
El Gobierno ha podido, siguiendo al pie de la letra lo que le dictaban las grandes corporaciones, poner en marcha la trituradora de todo lo que habíamos avanzado en estos quince años porque enfrente no había nadie. Enfrente han tenido a unas empresas divididas en una atomizada representación asociativa, siempre más preocupadas de su marca que de trabajar en conjunto para consolidar ante la sociedad la apuesta por las renovables, empresas que han ignorado todas las iniciativas para avanzar en esta dirección, cuando no las han boicoteado desde posturas que tienen más que ver con los celos infantiles que con la visión a largo plazo que requiere este ámbito de la energía.
Al Gobierno le va a salir gratis este disparate político y jurídico, esta felonía ética, porque quien podía movilizarse para actuar se ha conformado –mientras su cuenta de resultados le permitía mirar para otro lado- con que las encuestas revelarán un apoyo a las renovables del ochenta por ciento de los ciudadanos sin querer ser conscientes de que ese dato respondía a un “buenismo” epidérmico que se diluía ante el mil veces o, para ser más exacto, un millón de veces repetido eslogan de “las renovables son caras”. Algunos avisamos - ahí está la hemeroteca- de que esto era una guerra, de que el objetivo era acabar con las renovables pero casi nadie se movilizó.
Al Gobierno le va a salir gratis destruir tejido industrial en un sector necesario e imprescindible para mañana porque los trabajadores de cuello blanco mayoritarios en él no están afiliados a los sindicatos tradicionales. Estos pueden paralizar el país para salvar seis mil puestos de trabajo de un sector condenado por la lógica a la desaparición pero no responden –pese al esfuerzo heroico de algunas excepciones- ante la destrucción de setenta mil empleos –de momento- en la eólica, la fotovoltaica o la termosolar.
Le va a salir gratis al Gobierno cargarse las renovables porque los medios de comunicación han sido en buena medida cómplices o vehículos de esa ofensiva anti-renovable, unos medios casi siempre “sensibles” a los argumentos del oligopolio al que deben una buena parte de sus ingresos publicitarios. Las cosas como son. No nos consuela que ahora algunos digan ahora que “el Gobierno se ha pasado” porque hasta ayer lo alentaban.
Le va a salir gratis al Gobierno este error histórico pero le saldrá muy caro al Estado, es decir, a todos nosotros, cuando empiecen a llegar las sentencias de tribunales nacionales e internacionales por el atraco a los inversores que se fiaron de unas condiciones avaladas por el BOE. Pero para entonces ellos, los responsables, ya no estarán en sus cargos y una buena parte habrá hecho uso de las “puertas giratorias” para encontrar acomodo en los bien remunerados consejos de administración de esas grandes corporaciones.
Lo peor es que a todos nosotros nos va a salir muy cara esta reforma porque sencillamente nos han devuelto al pasado, han acabado con una de las pocas actividades en las que este país estaba en vanguardia y era admirado en el mundo. Han arrancado la ilusión de una generación de profesionales que eran líderes en su campo y han cercenado las posibilidades de los ciudadanos para ser actores con el autoconsumo de un nuevo modelo energético. Sí, nos va a salir muy caro. Nos han robado una buena parte del futuro. ¿Estamos dispuestos a pelear por recuperarlo?