Las empresas están empezando a ser conscientes de la necesidad de tomar medidas preventivas y proactivas para descarbonizar no solo sus operaciones, sino toda su cadena de valor. Apostar por las microgrids puede ser una de las medidas más efectivas en este sentido, además de que permite obtener importantes ahorros energéticos, con el aumento en la competitividad que eso supone.
La crisis como oportunidad para avanzar
La pandemia por la COVID-19 ha provocado una desaceleración, cuando no un parón, de las operaciones de la mayoría de empresas, poniendo en peligro la supervivencia de muchas de ellas, en todo el mundo. Sin embargo, también ha propiciado el momento de explorar nuevas opciones y construir nuevas resiliencias, manteniendo los compromisos climáticos en el centro de la estrategia corporativa. Hablo de incorporar prácticas que, además de ser sostenibles, son capaces de dar un impulso económico al negocio. Como, por ejemplo, los Recursos Energéticos Distribuidos (DER), las energías renovables o los vehículos eléctricos que, no solo generan eficiencias, sino que contribuyen a reducir las emisiones de CO2.
La buena noticia es que muchas organizaciones a nivel global ya estaban avanzando en este sentido. Las compras corporativas de renovables y los DER, en los últimos años, están alcanzando cifras récord. El mercado del almacenaje de energía en los EE. UU. creció un 232% entre 2018 y 2019. Y se espera que, en la próxima década, la participación en el mercado de los vehículos eléctricos podría superar el 30%.
La digitalización, habilitadora de la transición energética
La transformación digital es el pilar que permite sacar el máximo partido a los avances antes mencionados. Las microgrids –redes eléctricas autónomas que conectan DER y cargas actuando como entidades únicas controlables–, al operar conectadas a la red o en modo aislado, son el ejemplo perfecto de su poder. Facilitan la conexión de almacenamiento y generación de energía renovable onsite, reforzando y haciendo más ecológica la infraestructura local; complementan la capacidad de las redes existentes permitiendo integrar la carga de vehículos eléctricos y, gracias a una flexibilidad energética mejorada, ayudan a reducir los costes de energía y a acceder a nuevas fuentes de ingresos.
Y, si añadimos inteligencia artificial, desbloqueamos nuevas oportunidades para crear eficiencias. Así, EcoStruxure Microgrid Advisor de Schneider Electric ejecuta algoritmos de control predictivo basado en modelos que combinan distintos parámetros – señales de precios, datos históricos, predicciones meteorológicas y calendarios operativos – para pronosticar de forma más precisa las variaciones de la oferta y la demanda de energía. Además, esta optimización se hace en tiempo real, permitiendo casos de uso que requieren acciones muy rápidas, como la regulación de la frecuencia o la respuesta a la demanda.
Asimismo, su algoritmo también tiene en cuenta los precios de energía negativos, lo que facilita el tomar decisiones como descargar la batería de energía solar cuando los precios son altos, cargarla cuando son negativos y alternar el autoconsumo cuando el mercado spot es plano. Todo ello ha permitido a South Australian Produce Market, por ejemplo, a reducir su factura eléctrica en cerca de 500.000 dólares al año, incrementar la fiabilidad en caso de cortes de electricidad y reducir las emisiones GEI en un 32%.
No hace tanto tiempo que las microgrids eran consideradas como una tecnología del futuro. Sin embargo, la pandemia ha dejado claro que han sido de gran ayuda para asegurar la continuidad de las operaciones durante la crisis. Pero su poder va mucho más allá: como habilitadoras de la transformación energética, pueden ser una de las claves de la recuperación sostenible.