Aunque las energías renovables están experimentando un crecimiento significativo, la dependencia de fuentes de energía no sostenibles y la importación de energía siguen siendo demasiado altas. Antes del conflicto Ucrania-Rusia, España importó un 68% de su energía en 2020, principalmente en forma de petróleo y gas. Estas cifras contrastan con el promedio de dependencia energética de otros países europeos, que rondaba el 53%.
Si bien las energías renovables son una parte esencial de la solución para alcanzar la descarbonización y la independencia energética, también enfrentan retos importantes en su integración al sistema eléctrico. Estos desafíos deben abordarse a largo plazo para que la transición energética sea un éxito. La transformación del modelo energético representa una oportunidad para replantear la forma en que producimos y consumimos energía, y diseñar el futuro energético que queremos para nuestro país.
El papel de las energías renovables en la transición energética
Para lograr los objetivos de descarbonización, es fundamental seguir enfocados en aumentar la electrificación. A través del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, España pretende incrementar la electrificación hasta representar el 52% en 2050. La electricidad se ha demostrado como una fuente de energía de 3 a 5 veces más eficiente que cualquier otra, y es el mejor vector para la descarbonización debido a su capacidad para ser generada por fuentes renovables. Según el PNIEC, se espera alcanzar un 83% de generación eléctrica renovable para 2030 en España.
Además de la electrificación, debemos apostar por tecnologías como los combustibles renovables en los casos donde la electrificación no sea viable o competitiva. Algunos sectores, como el transporte marítimo, la aviación y ciertas industrias, presentan desafíos para la electrificación técnica o económicamente factible. Estos nichos representan el 16% del consumo energético y de las emisiones de la Unión Europea. Para avanzar en su madurez tecnológica, es necesario impulsar la investigación y el desarrollo en soluciones limpias y colaborar con los sectores implicados para optimizar la descarbonización de sus procesos. En estos casos, el uso de combustibles descarbonizados, como el hidrógeno verde, será esencial para lograr la neutralidad de carbono.
El nuevo paradigma energético y sus retos
El modelo energético tradicional se basaba en grandes centrales de producción que utilizaban combustibles fósiles altamente contaminantes. Este sistema se ajustaba a la demanda, produciendo la cantidad necesaria de energía en cada momento. Sin embargo, la transición hacia un modelo energético más sostenible y basado en energías renovables implica una mayor variabilidad en la generación debido a la naturaleza intermitente de fuentes como la solar y la eólica.
Esta variabilidad supone un desafío técnico para el sistema eléctrico, ya que debe mantener la estabilidad de la frecuencia de la red para garantizar el equilibrio entre generación y demanda en todo momento. La operación del sistema debe ajustarse rápidamente para evitar apagones o colapsos.
En este contexto, la flexibilidad se convierte en un pilar clave para el sistema eléctrico del futuro. Esto implica una mayor inteligencia y digitalización en la gestión de la energía, utilizando tecnologías como la inteligencia artificial y el gemelo digital para optimizar la operación de la red y equilibrar la oferta y la demanda en un ecosistema de generación descentralizada y con alta penetración de energías renovables.
Un sistema eléctrico más inteligente y flexible
Para garantizar la calidad, la estabilidad y la fiabilidad del sistema eléctrico, la gestión de la red de transporte y distribución deberá enfrentar desafíos cada vez más complejos. En este sentido, la digitalización y el uso de aplicaciones y software desempeñarán un papel fundamental para maximizar la predictibilidad y la coordinación de los actores de la red.
El almacenamiento de energía será una pieza clave para aprovechar los recursos renovables y garantizar la continuidad del suministro, especialmente en momentos de baja generación renovable. Además, será esencial fomentar la participación de los usuarios finales en la gestión de la demanda, lo que permitirá regular el sistema desde el lado de la demanda y equilibrar la oferta y la demanda de energía de manera más eficiente.
En definitiva, el adiós al modelo energético tradicional representa una oportunidad para impulsar una transición inteligente y sostenible hacia un futuro energético limpio y resiliente. A través de la colaboración y el compromiso de todos los actores del sector energético, podemos construir un sistema eléctrico más flexible, eficiente y respetuoso con el medio ambiente, y asegurar un futuro energético próspero para las próximas generaciones.