Para entender este nuevo paradigma, también debemos conocer el contexto y las tendencias que nos están influyendo en este camino.
En primer lugar, sin duda, nos ha marcado la reciente actualización del PNIEC, ya que no podemos hablar de transición energética sin un proceso de transición normativa pertinente. El PNIEC ha incrementado de forma importante los objetivos de la hoja de ruta de España para el año 2030 en materia de generación renovable. El plan quiere que hasta el 81% de la electricidad sea de origen renovable para 2030, con dos objetivos clave: 62.000 megas de potencia eólica y 76.000 megavatios de potencia fotovoltaica para 2030, lo que implica doblar la potencia de ambos parques a nivel nacional. Además, aumenta a 12 GW el objetivo marcado de electrolizadores para producir hidrógeno verde a finales de la década. Estas metas implicarán grandes inversiones en nuevos parques y plantas de generación para poder cumplirlas. El Gobierno estima inversiones de 308.000 millones de euros y hasta 560.000 puestos de trabajo para 2030.
Otra clara tendencia del sector es que se está buscando una mayor generación renovable a partir de hibridaciones. Dicho de otra forma, empresas y entidad buscan maximizar la eficiencia en el uso de recursos, espacio e infraestructuras, combinando diferentes tecnologías para aumentar la generación de energía renovable. Estamos viendo una gran apuesta por las hibridaciones con almacenamiento, lo que implica utilizar baterías u otros sistemas de almacenamiento para guardar la energía generada (por ejemplo, en horas de baja demanda) y luego liberarla cuando sea necesario.
En esta misma línea, también estamos viendo cada vez más proyectos que intentan usar de manera más eficiente el espacio disponible para proyectos energéticos, combinando múltiples tecnologías de renovables, como instalaciones eólicas y fotovoltaicas, en el mismo lugar, para aprovechar mejor el espacio terrestre. También implica aprovechar mejor las líneas eléctricas y equipos ya instalados para transportar la electricidad generada ("infraestructuras de evacuación"), en lugar de construir nuevas infraestructuras.
La propia tecnología de almacenamiento es una tendencia en sí misma por la evolución técnica que ha tenido en estos últimos años y la aplicación para reforzar las necesidades de demanda eléctrica que vendrán de la electrificación de los sectores domésticos e industriales.
Hacia redes más inteligentes
Toda esta combinación de recursos de generación distribuidos y su gestión nos lleva a otra tendencia que es la proliferación de las microgrids. Estos sistemas permiten tanto en consumidores domésticos como industriales la gestión óptima de esos recursos, así como la optimización de la conexión con la red de distribución. En instalaciones en las que se ve envuelto el autoconsumo, es especialmente determinante la gestión a través de las microgrids.
¿Qué hace que las microgrids sean una pieza clave en la descarbonización del sector energético? Su capacidad de integrar energía renovable y optimizar su consumo en función de las necesidades de cada instalación. Una microgrid es capaz de determinar los momentos idóneos para consumir, producir, almacenar o vender energía en función de las condiciones climáticas, la predicción de precios de energía y otros factores adicionales. Permite utilizar generación propia o ya almacenada para evitar pagar por picos de consumo e incluso permiten verter a red y vender el exceso de energía disponible.
Esto se deriva en una tendencia adicional que es la flexibilidad. La aparición de la flexibilidad añade un elemento más para cubrir la demanda eléctrica, aprovechando la posibilidad de que los consumidores tradicionales puedan aportar energía a la red en caso de necesidad cubrir un pico de demanda cuando no se consiga con la generación tradicional. Se trata de algo de especial importancia para autoconsumos y almacenamientos domésticos e industriales, que son lo que pueden complementar el “gap” de energía generada en las plantas tradicionales.
Por supuesto, como derivada, la tendencia de incrementar la optimización de las redes de distribución para absorber de forma segura toda la interacción con esta cantidad de recursos distribuidos y descentralizados y garantizar el suministro.
De forma transversal a estas tendencias se añade el uso de la inteligencia artificial para gestionar de forma óptima toda la información de la que se dispone debido a la digitalización masiva de los activos eléctricos y para la mejora y agilización de procesos de operación y mantenimiento de sistemas dentro del sector eléctrico.
Y finalmente, entre las tendencias, cabe mencionar el incremento de iniciativas para reforzar los sistemas eléctricos con herramientas de ciberseguridad. Las redes eléctricas ahora son más digitales, los activos están más interconectados y esto implica también nuevos retos y riesgos de seguridad, que deben abordarse protegiendo de forma integral tanto la IT (informática) con la OT (tecnología operativa).
El futuro de la transición energética depende de cómo abordemos las tendencias emergentes. Desde la integración de microgrids hasta la aplicación de inteligencia artificial y el desarrollo de tecnologías de almacenamiento, estas innovaciones son esenciales para crear un sistema energético más flexible, seguro y sostenible. España tiene una oportunidad única para liderar este cambio, aprovechando sus recursos y alineando esfuerzos públicos y privados. El reto no es menor, pero está a nuestro alcance.