En la senda de la Transición Energética, el pasado de la fotovoltaica está vinculado al presente y se proyecta hacia el futuro. Esencialmente, porque sin el esfuerzo inversor que se hizo hace una década para madurar esta tecnología, estaríamos indefensos frente al cambio climático y cautivos de la generación fósil, contaminante y cara.
Las 60.000 familias fotovoltaicas españolas han transformado lo que era un horizonte desolador en un presente energético de ilusión y esperanza, que alumbra un escenario sostenible y competitivo. Pero, el gran milagro no surgió por generación espontánea; hemos recorrido una década apasionante de esfuerzo colectivo, que ha legado una reducción de costes de hasta un 90%. Ahora tenemos la capacidad de obtener electricidad autóctona y no contaminante a menos de 30 €MW/h, impensable unos pocos años atrás.
Esta aventura de las familias fotovoltaicas, que destinaron sus ahorros e hipotecaron sus hogares, ha favorecido que España cuente con empresas de referencia internacional que nos aportan empleo, riqueza y prestigio. Fue necesario movilizar 25.000 millones de euros, el 80% financiado por la banca, que ha realizado su negocio satisfactoriamente, puesto que el colectivo fotovoltaico, para superar las graves dificultades de los dramáticos recortes retroactivos, refinanció de los 10 años que les recomendó el Estado a 15, e incluso cerca de 20 en un elevado número de casos, para poder cumplir con sus obligaciones de pago.
Otra aportación trascendental ha sido la socialización de la generación y su mejor gobernanza. Las 60.000 familias fotovoltaicas han demostrado capacidad para gestionar la producción de energía, y son la vanguardia de un nuevo modelo que, además de renovable, quiere ser social. Esta irrupción en el escenario energético, les ha permitido denunciar las deficiencias que detectan en el sistema eléctrico; como ciudadanos responsables, han “tirado de la manta” de no pocas irregularidades que, con el apoyo de las Administraciones, se han ido subsanando, para avanzar hacia un sistema de generación eléctrico universal y justo, que proporcione energía limpia en todos los rincones a precios razonables, porque el sistema eléctrico no es perverso en sí mismo, lo inadecuado fueron los abusos de unos pocos.
Contamos ahora con un parque de generación de energía limpia y barata; una industria pujante e internacionalizada; los objetivos de reducción de GEI a nuestro alcance; una banca que realiza sus beneficios; una factura de la luz cada día más asequible; y una modularidad que abre las puertas a la socialización de la producción.
Sin embargo, la piedra angular de estos extraordinarios avances soporta recortes retroactivos draconianos, mientras continua cumpliendo mes a mes con sus financiaciones y gestionando unas instalaciones que, dada su obsolescencia, tienen unos costes de mantenimiento inesperados. Familias honestas que hicieron una inversión ética –en muchos casos la única inversión de sus vidas– en su gran mayoría de entornos rurales; gentes que defendieron sus convicciones renovables frente a los ataques más furibundos, cuando incluso se negaba el cambio climático, y que todavía se preguntan si algún día podrán alcanzar la doble justicia que reclaman: una reparación económica por los abusivos recortes que quebrantaron sus economías, y un reconocimiento político y social por el sacrificio que tantos frutos ha dado.
Se habla más de los 40 demandantes internacionales que reclaman al Reino de España una reparación, que de las 60.000 familias nacionales; sin duda porque se trata de una “verdad incómoda”, todos estamos en deuda con este colectivo. Todos los partidos políticos lo asumen, y el programa de Gobierno de coalición PSOE y UP incluye como compromiso: “Se continuará trabajando para reparar la situación de los pequeños inversores perjudicados por el cambio regulatorio respecto de la retribución de las renovables”. Nuestro colectivo fotovoltaico confía en que este compromiso suponga, por lo menos, un alivio a media vida de lucha.