The Guardian, un periódico crítico de Gran Bretaña, anunció el pasado 17 de mayo que ha cambiado su guía de estilo interno sobre el lenguaje a usar cuando reporta sobre el cambio climático. Considera que esta expresión, a la que tanto nos hemos acostumbrado, el cambio climático, es demasiado neutra, y la sustituye por crisis o colapso (breakdown). Global warming es ahora global heating. En castellano el calentamiento global ya era más próximo al global heating, pero creo que también su uso en una cultura con un temperamento más cálido como existe en la mayoría de los países hispanoparlantes no es tan llamativo este término como puede serlo en una understated cultura como la británica.
En España tendríamos que utilizar el término sobrecalentamiento global, para encontrar el equivalente cultural.
Está claro que ya no estamos en ninguna zona de confort para tratar de ir adaptándonos tranquilitos a un cambio abstracto, sino que se trata de entender que estamos en una situación de emergencia climática.
Esta situación genera entonces un fuerte impulso a todo aquello que es capaz de mitigar esta crisis, entre ellos el sector de las energías renovables, aún de manera más pronunciada en España, donde hemos tenido que ir de frenados a frenéticos por errores muy graves de la política energética desde el año 2010, que trataba de arreglar otros errores anteriores como los médicos medievales que desangraban a sus pacientes en sus intentos de curarlos.
Los detractores incurables de esta crisis climática llegan a argumentar que todo ello es un montaje de la industria que vive de ello, pero su discurso tiene poco rigor intelectual. A nivel empresarial una adaptación ordenada y previsible es mucho más aprovechable, ya que permite optimizar márgenes comerciales, y no pone en continuo desequilibrio los esfuerzos de I+D y prospección comercial. Cuando empresarios del sector defienden la necesidad incrementada de actuación creo que lo hacen más por estar muy informados de la crisis climática y por ser conscientes de ello, que por interés propio.
Lo que quiero resaltar con ello es que estamos fuera de nuestra zona de confort, como ciudadanos, y como empresarios. Esto es el resultado del colapso climatológico, y a la vez muy útil para mitigar sus efectos.
Según el psicólogo Daniel Kahneman, laureado con el premio Nobel por convertir la economía en una ciencia empírica en vez de puramente normativa, el cognitive ease nos impide pensar, y necesitamos situación de desconfort, de cognitive strain, para realmente provocar pensamiento en nuestro celebro. Lo que la mayor parte de las personas llama pensamiento realmente sólo es su flujo de consciencia, un continuum de asociaciones e intuiciones. Antes de Kahneman los economistas tachaban a personas cuyo comportamiento no encajaba en sus modelos como personas con un comportamiento anti-económico, de allí el elemento normativo.
Pero la lección de Kahneman que me interesa en este contexto es la del cognitive strain, la tensión cognitiva, tomándome la libertad de traducirlo.
Cuando estamos fuera de nuestra zona de confort es cuando realmente empezamos a pensar, en el sentido psicológico de utilizar nuestras capacidades cognitivas al máximo para conseguir una solución en concreto. De allí digo que es bueno para nuestras posibilidades de mitigar la crisis climática que ya no estamos en nuestra zona de confort.
La nueva regulación de autoconsumo en la Unión Europea, y particularmente en España, junto con los PPA’s, nos permiten ahora un universo de posibilidades para emplear esta capacidad cognitiva que ahora hemos liberado saliendo fuera de nuestra zona de confort. Hay quien se queja de complejidad, pero no lo veo justificado. La complejidad viene con la pluralidad de opciones que ahora tenemos a nuestra disposición, la tenemos que abrazar, y sacar de allí las ideas y los modelos de negocio que son capaces de cambiar el mundo, o, ahora mejor dicho, salvar el mundo del colapso climático.