Recortar libertad en el futuro de manera radical, instantánea, y sin remedio. Según el Bundesverfassungsgericht, que es comparable con el Tribunal Constitucional de España, es lo que podrá ocurrir por insuficiencia de la Ley de Cambio Climático de Alemania, según dice en su sentencia del pasado 24 de marzo de 2021. Los jueces ordenan al legislador mayor concreción de los planes más allá del año 2030 para mitigar la crisis climática. Lo hacen porque se ven claramente legitimados para proteger los derechos fundamentales actuales y futuros. Si una actuación u omisión en la actualidad puede conducir a afectación sobre derechos fundamentales en el futuro, el Bundesverfassungsgericht ordena acción.
No nos costaría nada visualizar en qué podría consistir este recorte de libertad de manera radical e instantánea, después de vivir un Estado de Alarma, a raíz del Covid, ni tampoco relacionar las pandemias con afectación de nuestros sistemas ecológicos. La novedad está en el condicionante “sin remedio” que añade el Bundesverfassungsgericht, anticipando que este tipo de restricciones podrían adquirir carácter permanente en el futuro, fruto de nuestro comportamiento de hoy.
La petrolera neerlandesa–británica Shell recibió otra wake up call el pasado 26 de mayo por parte de la Rechtbank de la Haya, un tribunal de distrito de los Países Bajos, que le ordenó reducir sus emisiones de CO2 un 45% hasta el año 2030, en comparación con el año 2019. Cuando el Bundesverfassunggericht trata los derechos humanos de manera vertical, entre estado y ciudadano, el Rechtbank articula claramente su efecto horizontal, entre ciudadanos, siendo Shell una ciudadana persona jurídica. Los ciudadanos también tienen que respetar los derechos fundamentales entre ellos.
Shell argumentaba que mitigaba la crisis climática en la misma medida que lo hacía la sociedad en conjunto. Si mitigaba mucho, Shell incrementaba esfuerzo, y si hacía poco, Shell también hacía poco. Shell veía el rol de liderazgo en la política, no en los ciudadanos, para luego añadir que ella se dedicaba a vender cosas que los ciudadanos querían.
Rebecca Henderson es profesora de Harvard, y en su libro ‘Reimagining capitalism in a world on fire’ explica que las petroleras del mundo se han gastado 1000 millones de dólares desde el año 2015 para influenciar la política, para permitirles emitir más CO2.
Shell quería seguir la política, pero a la vez influenciarla para cumplir su misión de maximizar sus dividendos, viendo la mitigación de la crisis climática como una estrategia de comunicación. Su estrategia de comunicación y su misión no iban sintonizados.
Con el cambio de paradigma de centralizado a distribuido que todos conocemos como mantra de la transición energética, nos tiene que acompañar otro cambio de paradigma. El de la empresa puramente económica, con una estrategia de comunicación para conseguirlo, al de la empresa no puramente económica, o cívica, también con estrategia de comunicación pero, además, con una misión de la que se responsabilice públicamente.
Según Henderson tenemos que dejar atrás el modelo empresarial puramente económico de Milton Friedman, donde los dividendos eran la finalidad en sí, al modelo de la empresa en la que la expectativa de dividendos es el medio para atraer capital, pero un capital que exige de la empresa compromiso inequívoco con la prosperidad humana en su conjunto.
Este cambio paradigmático empresarial acompañará a la transición energética para hacerla más justa, y tiene mucha repercusión en la organización de las empresas. Las empresas pueden tomar medidas para blindar su misión en su estructura societaria organizativa, para mejorar sus posibilidades de éxito, y con ello su credibilidad. Un buen ejemplo de ello en los Países Bajos y Alemania son Triodos Bank y Enercon, que utilizan una fundación para organizar su gobernanza corporativa. En España estamos implementando estructuras parecidas, y creo que pueden tener mucho recorrido porque ayudarán a alinear los intereses de todos en mitigar la crisis climática.