A lo largo del siglo XX se sumió a las personas y a las sociedades en un estado de profundo analfabetismo energético, que aún hoy perdura en amplias capas de la población. Con ello, los monopolios, que se habían apropiado del derecho a generar y suministrar energía, podían hacer y deshacer a su antojo, ya que su creciente poder posibilitó la cooptación de cargos públicos, medios de comunicación, colegios profesionales, etc. convirtiéndolos en sus fieles servidores y/o propagandistas.
En paralelo, la sociedad industrialista–productivista iba transformando lentamente a las personas en ‘consumidoras’. De esta forma, a las personas, que ancestralmente habían tenido acceso a las fuentes de energía libres y renovables que se manifestaban en la naturaleza, se les negaba su derecho a acceder a ellas y se les iban haciendo dependientes de aquellas entidades que habían monopolizado la generación y suministro de energía y lo habían convertido en su negocio.
Solo fue a partir de las primeras crisis del petróleo (1973 y 1979) cuando algunos sectores de la sociedad empezaron a cuestionar el statu–quo energético, a plantear alternativas y a reivindicar y a ejercer el derecho a la captación y uso directo de las fuentes de energía renovables que se manifiestan en los lugares donde se vive.
Para hacer frente al analfabetismo imperante, la educación energÉTICA (energía+ética) debe imaginar y crear un nuevo relato, utilizando un nuevo lenguaje frente a los viejos conceptos y clichés con los que la sociedad fósil–nuclear ha ido inundando a la sociedad. Si lo que se pretende es poner patas arriba el sistema energético fósil-nuclear, sucio, ineficiente, centralizado, vulnerable, injusto y dictatorial, ello nunca se conseguirá utilizando el mismo relato, ni los mismos conceptos, ni el mismo lenguaje con los que él se ha justificado e impuesto a lo largo del siglo XX.
Para ver cuan interiorizado en la sociedad está el lenguaje fósil–nuclear, solo cabe poner un poco de atención y observar el lenguaje utilizado cuando se habla de energía, incluso en los círculos que cuestionan el modelo vigente. Así, se habla de ‘consumo’ de energía, cuando la energía no se consume, ni se ha consumido, ni se consumirá. La energía simplemente se utiliza, se transforma, se convierte de una forma útil para proveer un servicio, a otra forma en la que ya no se puede utilizar (pues se ha degradado). Otras veces se habla de ‘ahorro’ de energía, cuando la energía no puede ahorrase. La energía, o bien se utiliza bien para proveer servicios de forma eficiente, o bien se derrocha haciendo un uso ineficiente de ella. ¡Lo que si puede ahorrarse es el dinero que cuesta disponer de materiales fósiles!
La razón por la cual se usan comúnmente las palabras ‘consumo’ , ‘ahorro’, al hablar de energía, cabe buscarla en al dictadura fósil-nuclear que se impuso a lo largo del siglo XX. La industria fósil–nuclear ciertamente consume materiales, que por combustión (o fisión) desaparecen como tales (se consumen) al liberar la energía que contienen. También puede ahorrar materiales energéticos (combustibles) siempre que mejore la eficiencia con la cual se queman para obtener energía. O sea, que pueden ahorrar materiales energéticos cuando se quema menos cantidad de material para obtener la misma cantidad de energía. Cosa que no se hace en las centrales térmicas convencionales (ciclo de vapor), que derrochan mas del 65% de la energía liberada en la combustión.
La industria fósil–nuclear utiliza los conceptos ‘consumo de energía’, ‘ahorro de energía’ para mantener a la sociedad firmemente encadenada a una muy especial forma de energía: aquella que se obtiene mediante la combustión–fisión de materiales, combustibles mediante los cuales se ejerce el dominio sobre la sociedad. Ello ha comportado, y aún comporta, la total desconsideración y desprecio ante cualquier otra forma de energía que no dependa de la combustión-fisión de materiales. Ésta es la razón por la cual la industria fósil-nuclear desprecia (y odia) a las energías renovables.
Combatir el discurso fósil–nuclear, aún dominante, deslegitimarlo ante la sociedad, solo se puede hacer usando el poder de subversión de la palabra y la educación, o sea cambiando radicalmente el lenguaje que utilizamos cuando nos referimos a la energía. La educación energÉTICA será subversiva o no será.