La frase, a la que me refiero la escribió en su obra 'La convivencialidad'. Dice así:
“El lenguaje, el bien común más fundamental se halla contaminado así por estas hilachas de jerga, retorcidas y pegajosas, cada una sujeta al control de una profesión. El empobrecimiento de las palabras, el agotamiento del lenguaje cotidiano y su degeneración en terminología burocrática equivale, de manera más íntimamente degradante, a la degradación ambiental tan a menudo discutida. No se pueden proponer cambios posibles en los planes, las actitudes y las leyes si no nos hacemos más sensibles al rechazo de estos nombres erróneos que solo ocultan dominación.”
Descubrir que el lenguaje que utilizamos de forma habitual, esconde dominación, me abrió los ojos a multitud de aspectos de la vida cotidiana. Si queremos cuestionar el sistema dominante, debemos darnos cuenta, y tener muy claro, que el dominio se ejerce a través del lenguaje. Es mediante el lenguaje que, en el seno de cualquier sociedad, se van reproduciendo los sistemas de dominio. Por lo tanto, para promover cualquier cambio social, lo primero que tenemos que hacer es darnos cuenta de cuál es el lenguaje (y cuáles son las palabras) que el sistema dominante emplea para mantener el ejercicio de su dominio. Y una vez identificado el lenguaje (y las palabras), no solo dejar de utilizarlo (y de utilizarlas) sino también combatirlo activamente.
Por eso me atrevo a aplicar el profundo razonamiento de Iván Illich, al mundo de la energía, en el que he desarrollado toda mi actividad profesional. Podría decir así:
“El lenguaje de la energía, que trata sobre un bien común, a su vez también fundamental (la energía), se halla contaminado por el dominio del lenguaje fósil y nuclear que ha impuesto el productivismo industrialista… No se pueden proponer cambios posibles en los planes, las actitudes y las leyes si no nos hacemos más sensibles al rechazo de estos nombres erróneos (como consumo y ahorro al hablar de energía, etc) que solo ocultan dominación.”
Si no somos capaces de crear un nuevo lenguaje (y unas nuevas palabras) que reflejen el sistema energÉTICO que queremos ir construyendo, difícilmente cambiaremos nada de la situación actual.
Quizás nos podrían ayudar en esta tarea lo que dejó escrito William Blake, hace ya bastantes años (y que es una de las primeras referencias escritas que podemos encontrar de la palabra 'energía') y lo que más recientemente ha escrito Walt Patterson (una de las personas que más ha escrito sobre energía, desde una perspectiva muy crítica y que ha logrado hacer un libro sobre energía sin escribir una sola vez la palabra 'energía').
Si en la obra The Marriage of Heaven and Hell, William Blake (1757-1812) escribió que "Energy is eternal delight", en la reciente obra Electricity vs. Fire (2015), Walt Patterson escribe: “Debemos rescatar la valiosa palabra energía y restaurar su sentido original, tal como los científicos e ingenieros siempre la han entendido. La energía es el principio unificador del universo. Cualquier persona conoce la primera ley de la termodinámica, aunque es posible que no la conozca con ese nombre. Como en la ley de conservación de la energía, se dice que en cualquier proceso que sea, de cualquier tipo y en cualquier lugar, la energía nunca se crea ni se destruye, no es necesario conservar la energía, pues el universo ya conserva la energía. Degradar el profundo concepto físico de energía en una simple abreviatura para nombrar conceptos como petróleo, carbón, gas y electricidad, nos priva de una palabra clave para nuestra historia y nuestro futuro mejor. Debemos recuperar su significado.”
Recuperemos, pues, el significado de la palabra energía. Rechacemos identificarla con los productos que nos han encadenado a la era del fuego (quemar materiales fósiles y fisionar materiales nucleares para disponer de energía), pues hoy podemos disponer de energía sin necesidad ni de quemar nada ni de fisionar nada. Este es el reto para los países que cayeron en la trampa de profanar lo que significa la palabra ‘energía’.