Habitualmente se habla de la energía haciendo afirmaciones como las siguientes: “Tenemos una crisis de energía” y “Consumimos energía”, sin considerar realmente lo que estas expresiones significan. Veámoslo.
Crisis de energía
Se empezó a hablar en términos de crisis de energía después de la denominada, entonces (1973), crisis del petróleo. Evidentemente hay crisis de combustibles fósiles y nucleares, que son materiales existentes, en cantidades estrictamente limitadas, en la corteza terrestre y que los humanos hemos aprendido a utilizar (quemando carbón, petróleo, gas fósil y fisionando el U-235) para liberar la energía que contienen (básicamente en forma de energía térmica).
Pero, ¿realmente tenemos crisis de energía en el planeta Tierra? La respuesta es rotundamente NO, pues nuestro planeta, en su viaje alrededor del Sol, intercepta enormes cantidades de radiación solar, una cantidad apreciable de la cual llega a la superficie de la Tierra, calentándola y produciendo el movimiento de las masas de agua y de aire, además de permitir la función fotosintética de las plantas.
Si bien las necesidades de energía en el mundo fueron 17 TWaño/año en 2009 y se estima que podrían ser 28 TWaño/año en el año 2050, la cantidad de energía solar que el sistema atmosfera-Tierra intercepta, se estima en 174.000 TWaño/año, de los cuales llegan a la superficie de nuestro planeta 89.000. Considerando que, de ellos, se puedan captar 23.000 TWaño/año, podemos concluir que tenemos a nuestra disposición una cantidad de energía solar muy superior a las necesidades de los habitantes de nuestro planeta (del orden de 1.350 veces superior). Si además se añaden los flujos biosféricos que la radiación solar genera (agua, viento, biomasa, etc), podemos afirmar, sin lugar a dudas, que hablar de ‘crisis’ de la energía es un despropósito interesado. Interesado por aquellos sectores de la sociedad que impusieron, a lo largo del sigo XX, la identificación de energía con combustibles fósiles, como si solo ellos fueran capaces de proporcionar energía.
Comparando la cantidad de energía solar que tenemos a nuestra disposición, con las reservas de combustibles (fósiles y nucleares) vemos que éstas son bien nimias, pues solo serán capaces de proporcionar energía a la sociedad durante unos pocos años más.
Consumo de energía
Al mismo tiempo que surgía la identificación de la energía con los combustibles fósiles, se iba esparciendo la falsa idea de que la energía se “consume”, cuando, en realidad, lo que se consume son los materiales que son capaces de liberar energía (combustibles fósiles y nucleares). Al quemar carbón, petróleo o gas fósil, se libera energía que contienen, pero desaparece para siempre el material que la contenía. De igual forma que al fisionar Uranio-235 bombardeándolo con neutrones, se obtiene energía y productos de fisión, desapareciendo el U-235.
La física nos ha enseñado que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Ejemplo de ello, lo son todos los seres vivos de nuestro planeta y, entre ellos, la raza humana.
Los humanos, desde nuestros orígenes, hemos sido transformadores o convertidores de energía. Y lo hacemos a través del denominado ritmo metabólico, que transforma la energía del alimento que tomamos en calor y trabajo.
El ritmo metabólico, es la capacidad de nuestro cuerpo de generar calor (y trabajo), en mayor o menor cantidad dependiendo de la actividad muscular, las condiciones del entorno y el tamaño del cuerpo de la persona. Se ha cuantificado la unidad de ritmo metabólico y se ha fijado en 58,2 W/m2. O sea, que si la superficie media de la piel humana es de 1,8 m2, podemos decir que una persona libera 104,78 W (estando en posición de reposo, pues haciendo actividad muscular es superior). O sea que el calor generado por el cuerpo humano es equivalente, más o menos, al de una bombilla de 100 W (o si se quiere al de 5 bombillas micro-fluoerescentes compactas de 20 W cada una).
Esta sería la denominada energía endosomática. Pero los humanos, utilizamos además, energía exosomática para proveernos de servicios. ¿Y de dónde obtenemos los humanos la energía exosomática? Pues de la captación de los flujos biosféricos (que contienen energía) y de los materiales biológicos, fósiles y nucleares (que contienen energía acumulada).
Lo que pasa es que al captar y aprovechar la energía contenida en los flujos biosféricos, igual que al liberar la energía de los materiales que la contienen, lo que hacemos es transformar la energía de una forma disponible a otra no disponible. El caso mas paradójico que lo ilustra es el caso de las centrales térmicas para la generación de electricidad. Tanto las que se basan en la tecnología de la turbina de vapor, como las que se basan en la tecnología, denominada, de ciclo combinado (turbina de gas y turbina de vapor), transforman en electricidad solo una parte de la energía contenida en el combustible (30-35% en el caso de centrales con turbina de vapor y 55-60% en el caso de los ciclos combinados). El resto se vierte en forma de calor a la biosfera (una parte del cual se podría aprovechar con la tecnología de cogeneración para el suministro del servicio de agua caliente).
El valor que tienen las fuentes de energía renovable para la humanidad es que mediante su captación, transformación y uso, ella recupera el papel que desde siempre ha tenido en la Tierra: el de transformadora de energía, integrándose plenamente el los ciclos biosféricos.